Todos cuando éramos niños disfrutábamos de caminar sobre alguna viga o tronco caído. Esto era un reto a nuestro equilibrio y una actividad divertida porque implicaba poco riesgo, que nos tomaba varios intentos dominar.

Con este juego aprendimos que el proceso de equilibrio consiste en caer muchas veces hacia un lado o hacia otro. Con la práctica (que a veces tomaba tan sólo unos cuantos intentos) las caídas se convertían en movimientos rápidos para equilibrarnos, hasta que finalmente estábamos centrados y podíamos caminar por la viga sin problema alguno.

La mente es precisamente igual. Se cae hacia la izquierda, sumergiéndose en el pasado; o se cae hacia la derecha, mirando hacia el futuro. Este proceso de equilibrio toma mucho más tiempo que caminar por tronco de árbol, pero es mucho más peligroso y es necesario dominarlo.

Cuando nuestra mente se cae hacia el pasado, se abraza a las experiencias que nos dieron placer (una gran fiesta, vacaciones inolvidables) o decide aferrarse a la autodestrucción que traen los malos recuerdos (un rompimiento, la muerte de un ser amado). Este lado es muy seductor porque trae consigo la seguridad de lo que ya conocemos.

Cuando nuestra mente cae hacia la derecha, se aferra a que todo saldrá como lo planeamos (éxito en un negocio, divertirnos en una fiesta, esa persona me llamará) o genera una fantasía que asegura se cumplirá (me sacaré la lotería, él va a cambiar). Entrar en una ilusión del futuro es muy peligroso porque si las cosas no salen como en la realidad virtual que fabricamos, el daño es devastador.

Entrenar la mente para que siempre camine justo en medio de estos dos lados es muy difícil, pero es posible por medio del entrenamiento y practicando la atención consciente, que llega con la meditación budista.

El budismo es llamado con frecuencia El Camino de en Medio porque nos pide entrenar la mente todos los días, todo el tiempo, para que podamos estar siempre a la mitad del apego y la fantasía.

Practicar la meditación consciente (Sámatha, en sánscrito) nos ayuda a desarrollar un nivel de atención tal que podemos detectar cuando nuestra mente está cayendo hacia alguno de los dos lados, y detenerla para evitar caer.

Aprendemos a aceptarnos a nosotros mismos y a vivir un día a la vez, percibiendo la vida y las cosas como son.

Meditar al menos 20 minutos al día nos da fuerza y determinación para acabar con malos hábitos, concentrarnos en nuestras actividades y vivir plenamente el hoy.

Muy pronto comenzaremos un taller de meditación. Más información en unos días.