Por contradictorio que parezca, muchas veces la solución a los problemas más grandes está en no hacer nada.

No, no me volví emo ni tampoco soy nini.

Imagina el problema más grande que jamás hayas tenido. Todos pasamos por tiempos oscuros en nuestras vidas, donde el universo parece conspirar contra nosotros. Las flores no florecen, el aire es áspero, toda la comida sabe más y las sonrisas son remplazadas por lágrimas.

Este problema enorme que cambió tu mundo, te causó angustia y pesar. Pero poco a poco saliste de él y fue quedando en el pasado. Aprendiste y creciste.

Si volteas y ves el problema hoy, ¿no te hubiera gustado que te causara menos daño y que la solución hubiera aparecido por arte de magia?

Por supuesto no es posible cambiar el pasado… y eso es muy bueno. El pasado, esté como esté, es perfecto porque es lo que te forjó para ser la persona que eres hoy.

Si lo piensas y realmente haces un análisis a conciencia, quizá el problema no era tan enorme, sino que lo amplificaste con tu reacción.

Esta cultura nos ha enseñado que en la vida hay que tener reacciones dramáticas prefabricadas a la adversidad. Hay que llorar, gritar y desgarrarnos la ropa ante la muerte. Hay que tomar tequila y cantar canciones lacerantes ante el desamor. Hay que deprimirse y sentirse el tonto más grande del mundo ante el fracaso. Hay que sentir culpa de todo.

Pero, ¿no serían los problemas menos amargos si estuviéramos en calma para poder pensar qué hacer? No tiene nada de malo tener drama en situaciones serias, pero el problema es que el drama dura más de lo que debería. Así llamamos más la atención, nos encanta sentir culpa… pero son rocas gigantes que cargamos en la espalda.

Cuando entendemos esto, sabemos el valor de conservar la calma durante las crisis. Antes de reaccionar, hay que tomar un momento para detenerse y pensar.

Si le damos a nuestra mente unos minutos de espacio, podremos tomar mejores decisiones sin engancharnos en el calor de la situación.

Hacer sin hacer. Movernos sin movernos. Sentarse y ver las cosas sin apegos para poder pensar.

Esto es minimalismo. Esto es zen.

Nota chocobudista: El poder de detenerse y dar espacio a la mente sólo se obtienen mediante la meditación como hábito. Ver las cosas sin apegos para poder actuar en situaciones de crisis cultivan Acción Correcta, Concentración Correcta, Pensamiento Correcto; que son parte del Camino Óctuple.