Una de las principales causas por las que soy pobre es porque hago cosas por la gente sin pedir nada a cambio. De ninguna manera me estoy poniendo en papel de santo ni mucho menos, es simplemente parte de mi personalidad y por que así son las cosas.

Por supuesto, no soy de esos extremistas que dicen no necesitar dinero. Todo lo contrario. Lo necesito tanto como cualquier persona porque sin él no tendría casa, ropa, comida en la panza y sin computadora e internet, no podría escribir este blog.

Como profesional, claro que cobro por mis servicios. Es sólo que tener dinero no me obsesiona y únicamente busco tener lo necesario para vivir sin preocupaciones.

Todo esto viene a mi mente porque en días pasados me han insistido en pagarme por cosas que hago de manera desinteresada  y esto me hace pensar en lo raro y escaso que es el altruismo en nuestra sociedad.

Es más, cuando alguien hace algún acto de ayuda se le ve con desconfianza.  ¿No es esto horrible?

¿No deberíamos ser todos parte de una comunidad que se ayuda y se apoya, que trabaje en equipo para mejorarnos como sociedad?

Con tristeza hay que admitir que no lo es. Los actos de caridad son vistos como piezas fundamentales de mercadotecnia (cof cof TELETÓN cof cof) y es muy, pero muy extraño ver que alguien haga algo por los demás sin buscar retribución.

El egoísmo con el que todos nos movemos por este mundo es lo que nos tiene así. Hay personas que quieren poder y pasan encima de todos para obtenerlo. Hay quienes buscan dinero de forma desmedida y pasan por encima de sí mismos y usan a los demás para esta búsqueda. Hay quienes son movidos por la manipulación hacia los demás, ya sea por chantaje o por drama innecesario.

De hecho, estas búsquedas por poder, dinero, sexo, control, información; están justificadas y muchas ocasiones he escuchado a la gente decir es que el señor X ha trabajado toda su vida, es que el gran narco X hace mucho por los pueblos de X estado, es que la compañía X ofrece todo gratis y tiene información de todo el mundo.

Por razones que escapan a mi pequeña comprensión, admiramos a las personas que logran ser más avaros y ambiciosos que nosotros y los tomamos como modelo a seguir. ¿No es eso aun más horrible?

Si me lo preguntan, creo que también hay mucho mérito en los actos desinteresados de ayuda.

Para esto tengo una historia que cada vez que la recuerdo, el corazón se me ablanda.

Hace años había un hombre de edad madura que caminaba por el centro histórico de la Ciudad de México. Al ver a un indigente descalzo con pies lastimados y caminando con dificultad, el hombre lo detuvo, se quitó los zapatos y se los regaló al indigente. El indigente sonrió y el hombre también. El hombre entonces regresó a su casa y ahora era él quien tenía los pies lastimados y cansados.

Pero había ayudado a alguien que lo necesitaba, dejando de lado toda su soberbia, sus pretensiones y en un acto absoluto de humildad.

No sé si el indigente recuerde a mi padre. Pero de lo que sí estoy seguro es que con ese pequeño acto de bondad,  el buen Chocopapá puso su grano de arena para hacer de este un mundo mejor.

¿Y si tú hicieras un acto aleatorio de bondad hoy? ¿Si ayudaras a alguien sin esperar NADA a cambio? Un acto chiquito, que no te quiete tiempo, que no te cueste nada.

Con eso haríamos un mundo mejor, lleno de seres generosos que se ayudan y trabajan para el beneficio de toda la humanidad.