El desarrollo de la compasión es una actividad que se ha dejado de lado en muchos lugares de la cultura hispanoamericana.

Seguro, se nos dice que debemos sentir lástima por los que no tienen alimento en su mesa o por quienes sufren, pero no se nos enseña a tomar acciones para ayudar o mitigar el hambre. Y peor aun es que cuando ayudamos, lo hacemos con la mentalidad de «te ayudo a ti con la esperanza de nunca estar en tus zapatos»; es decir, prestamos ayuda pro-bono, esperando recibir algo a cambio… aunque sea en la próxima vida.

Otro aspecto a notar es que desde pequeños vemos por todos lados que la venganza es una postura aceptada socialmente y necesitamos hacer lo que sea para ajustar cuentas, para hundir a quien nos hizo algo o simplemente por placer de destrucción.

Todo esto viene porque en los últimos días he visto y reflexionado sobre los millones de dólares que gastamos en educación. Los padres ponen a sus hijos en los mejores colegios, cursos, actividades extraescolares y parecería concurso por ver quién gasta en el mejor colegio de la ciudad.

Y lo que me hace pensar es la idea de que toda la educación y sabiduría del universo no sirven de nada si no hay compasión en nuestros corazones.

Sé que se escucha como telenovela de Telemundo, pero es real. Toda la sabuduría y cultura que pueda tener una persona no son útiles si no nos hacen más inteligentes a la hora de ver el mundo y de relacionarnos con los demás.

¿De qué me sirve tener toda la Enciclopedia Británica en mi cerebro, si no soy capaz de dejar de discriminar a los que no son iguales a mi? ¿De qué me sirve haber viajado si no soporto a las personas que no comparten mi religión?

La capacidad de abrir el corazón para aceptar las demás culturas e idiosincrasias, sin importar nuestro marco de referencia y cultura, se llama compasión.

Esto es porque la compasión no se limita a sentir lástima, sino a tomar acción. Y por pequeña que sea la actividad, cooperamos para un mejor mundo.

El budismo comprende el equilibrio que debe haber entre sabiduría y compasión. En la antigüedad y a lo largo de Asia, los pueblos representaron a la compasión con la cara de la boddhisatva, Guanyin.

Habiendo sido una mujer normal estudiante del budismo en la antigua China, Guanyin,  Avalokiteshvara (en India), Kannon (en Japón); dejó toda una escuela del budismo enfocada a la compasión. Con el paso de los siglos la gente comenzó a recordarla y verla como la cara de la compasión universal.

Con frecuencia se le representa como una figura de mil brazos y manos, que significan tus manos y las mías. Es decir, que la compasión es responsabilidad de todos.

Acumular conocimiento y experiencia es sin duda agradable, pero es mucho más agradable cuando pones tu sabiduría al servicio de los demás y de forma desinteresada.

Si únicamente te dedicas a aprender y a acumular sin compartir, te conviertes en una persona arrogante y que no es de utilidad a la humanidad, por más genio que seas.

Abre tu corazón a las necesidades de los demás. Comparte lo que sabes.