Rompamos las leyes de la física conocida en este momento. Aquí y ahora imagina un mundo en el que nada puede ser destruido.

En este mundo fantástico nada es corroído por el tiempo. Los engranes de las máquinas nunca se desgastan, el agua y el aire limpio jamás se terminan. El combustible no se acaba, los árboles son para siempre, las montañas jamás se derrumban y allá arriba, en el espacio, el sol brillará por siempre.

Aquí el trabajo nunca se acaba, siempre hay cosas qué hacer. Jamás hay descanso. ¿Para qué detenerse si todo sigue funcionando y todo requiere nuestra atención inmediata?

En este mundo maravilloso nadie muere. Tus abuelos, los abuelos de tus abuelos, las personas que amas, tus hijos, todas las personas que giran en tu vida siempre estarán ahí.

En una palabra, este lugar se llamaría Permanencia.

Pero en Permanencia todos sufren de hambre. Las plantas no pueden ser destruidas, por lo tanto no hay cosechas. Tampoco hay ciclos del aire, agua, y el ecosistema florece de forma permanente, llenándolo todo de fauna y flora que no deja construir ciudades ni comunidades.

Los nacimientos y la población mundial crecen sin control, haciendo que el espacio se acabe día a día.

Existe un perenne desastre ecológico porque nuestras máquinas no dejan de echar contaminantes a la biosfera.

A pesar del eterno trabajo, nadie lucha por salir adelante. Tampoco nadie está interesado en aprender. ¿Para qué? Si la vida es eterna y ni siquiera pueden comer.

Pero lo peor es que la naturaleza humana siempre es la misma. El amor dura para siempre, pero también la ignorancia, la avaricia y la ira; que son los Tres Venenos que empobrecen nuestra especie.

Y el dolor nunca se va. El dolor permanece en Permanencia…

Ahora tómate unos momentos para pensar lo que acabas de leer.

¿Verdad que no es buena idea que las cosas permanezcan? Ya sé que es un ejemplo absurdo, pero sirve para ilustrar mi punto.

Si la lógica nos dice que la permanencia es nociva y que podría ser un GRAN problema para la realidad como la conocemos, ¿entonces porqué nos obstinamos en imaginar que todo es eterno?

Y es que en nuestra cultura se nos educa para perpetuar lo que está de moda. Los edificios modernos están hechos para nunca derrumbarse. Los autos mejor construidos del mundo jamás desaparecerán. Nos aferramos a la idea de que la juventud durará para siempre. Y también pensamos que el amor y las personas durarán por siempre.

¿No me creen? ¿Qué tal el ejemplo de una nación en este planeta que pensó que serían intocables e invencibles hasta el final de los tiempos? Esta nación vio hace 10 años cómo todos sus valores eran derrumbados junto con un par de edificios insignia del capitalismo.

Si una nación puede ser hecha pedazos… ¿qué pasa con las personas?

La realidad es que nosotros, los individuos, somos susceptibles de ser destrozados también. Tanto en nuestro cuerpo como en nuestro corazón. Somos más frágiles de lo que queremos admitir y nos enganchamos a la idea de que todo lo que somos y lo que nos gusta durará para siempre.

Nuestra mente vive en ese mundo alterno llamado Permanencia.

Y nada está más lejos de la realidad.

Lo que somos, lo que hemos aprendido, nuestras relaciones, nuestros monstruos tecnológicos, los amores, las pasiones y el dolor: nada permanece.

Si esto está dentro de la misma tela de la que está tejida la vida; si esto lo sabemos desde chicos, ¿porqué queremos que las cosas duren para siempre?

Entre más nos aferramos a no perder el status quo y a no ver la realidad, más sufrimos cuando nos enfrentamos a la muerte y a la pérdida.

Justo por ello, hay que ser muy inteligentes para entender que la impermanencia de las cosas es lo que rige al universo y lo que le da sabor al poco tiempo que estamos en este planeta.

La risa, los besos, los logros, la tristeza y nuestras pasiones están aquí sólo por un instante. ¿No es mejor vivir bien sin perderse en el drama?

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