La primera parte de este post está aquí.

Hace mucho tiempo había un niño que se enojaba con mucha facilidad. Su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que sintiera ira, clavara un clavo en la cerca de madera.

El primer día el niño pegó 37 clavos. Pero con el paso del tiempo el número de clavos iba disminuyendo. Descubrió que era mucho más fácil aguantar su mal temperamento, que introducir clavos en la madera.

Llegó el momento en el que el niño no se volvió a enojar. Con orgullo le dijo a su padre, quien le pidió ahora que por cada día que no se enojara, sacara un clavo de la cerca.

Las semanas pasaron hasta que el chico pudo decir a su padre que ya no quedaba ningún clavo. 

El padre lo tomó de la mano y lo llevó a la cerca.

-Lo has hecho muy bien, hijo. Pero ahora mira todos eso hoyos la cerca. Ya nunca será la misma. Cuando dices palabras con ira, dejan cicatrices justo como estas. Puedes encajar un cuchillo a un hombre y sacarlo, pero no importa cuántas veces pidas perdón, la herida seguirá ahí.

Este pequeño relato budista sirve como marco para hablar hoy de cómo controlar el enojo.

Es importante remarcar la palabra controlar. En ningún momento estoy diciendo eliminar. Somos humanos y el enojo llegará. Es parte de nosotros.

Pero hay una diferencia muy grande entre sólo sentir ira, que aferrarse a ella.

Para poder soltarla hay que hacer un trabajo consciente de tiempo completo. No es fácil, pero sí es posible.

A continuación algunas sugerencias:

1. Admite que estás enojado

Puede que suene tonto, pero muchas veces decimos que no estamos enojados cuando por dentro somos un volcán en erupción. Justo porque estar enojado es incómodo e incluso llega a doler físicamente (gastritis, jaqueca), evitamos decir que la ira tomó posesión de nosotros.

No es un secreto que es virtualmente imposible controlar algo que negamos.

Para evitar esto hay que estar conscientes de nuestras emociones. Cuando un sentimiento de ira surja, no hay que suprimirlo ni negarlo. Hay que observarlo y aceptarlo por completo. Decir con honestidad estoy enojado, es lo correcto.

2. Enojarte es TU responsabilidad y de nadie más

Lo más fácil del mundo es no hacernos responsables de nuestras emociones. No tienes idea cuántas veces he escuchado la frase él/ella me hizo enojar, y la verdad es que me impresiona cuántos de nosotros estamos dispuestos a no entender que somos 100% responsables de nuestras emociones.

Tú eres quien decide estar feliz, triste o enojado.

Puede que en el camino encuentres personas que actúan como a ti no te conviene o con malicia, pero ellos son como son.

Es muy importante dejar claro que la ira es creada por tu propia mente. Sin embargo, tenemos que contemplar la ira para entender su origen. La ira nos reta a ver dentro de nosotros. La mayoría del tiempo la ira surge como auto defensa. Nace de miedos no resueltos o cuando el ego es grande.

En tus manos está simplemente aceptar a las personas como son y moverte hacia adelante.

3.La ira es auto indulgente

La ira es como aquella compañera de escuela: desagradable, pero seductora. Cuando estamos enojados es irresistible buscar la culpa en otras personas. Con ello protegemos nuestra ira y la alimentamos.

El budismo nos enseña que la ira nunca está justificada. Nuestra práctica es para cultivar el amor incondicional a todos los seres vivos y estar libres de apegos. Y la frase todos los seres vivos incluye a quien golpeó tu auto a la salida del estacionamiento, al compañero de trabajo que inventa rumores y a tu primo traicionero.

Es por esto que cuando estamos enojados debemos ser extremadamente cuidadosos en entender que nuestra ira puede lastimar a otros.

También debemos asegurarnos de entender que la ira es pasajera y no hay que aferrarse a ella. Nuestro ego no es tan importante.

4. Cómo dejar ir la ira

OK, ya aceptaste la ira. Ya sabes que está ahí. También detectaste la causa real. Pero aun así sigues enojado. ¿Qué sigue?

La paciencia.

Ser paciente no sólo significa aguantar a que el dentista te atienda. Significa saber entender el valor del tiempo y saber esperar cuando es necesario.

En realidad practicar la paciencia es:

  • Tomar el tiempo para hablar hasta cuando estemos seguros de que no causaremos daño.
  • Esperar para no afectar la realidad con nuestro bagaje interno (cucarachas mentales, pues).
  • Aguardar para que la otra persona pueda hablar, sin que la atropellemos con nuestra agresión.
  • Usar el cerebro para no sobre actuar nuestras reacciones.

5. No alimentes la ira

Sé que es muy difícil estar en calma cuando el tsunami de emociones está causando una revolución por adentro. La ira nos llena de esa energía nuclear que nos mueve a hacer algo, lo que sea para sacar la furia.

Cerramos los puños y golpeamos la mesa. Rompemos revistas. Azotamos la puerta. Y peor aun, llegamos a golpear gente.

En nuestra pequeña mente ilusa creemos que sacamos el enojo así, pero es todo lo contrario.

Cuando expresas la ira con violencia física o verbal, sólo la estás alimentando aun más. Agregas carbón al fuego. Y de pronto esta se hará mucho más grande que tú.

La medicina para la ira es practicar la compasión.

6. Medita

Meditar te da la capacidad de desarrollar tu paciencia a niveles que no imaginaste posible. También te ayuda a poder dejar ir las cosas a tiempo, antes que te causen daño.

Con la práctica, la compasión llega sola. Es un proceso del que hablaré en futuros artículos.

Por el momento nunca me cansaré de decirlo: siéntate y medita.

Yo sé que la ira depende de muchos factores y que hay ocasiones en que la ofensa puede ser grande que simplemente la ira es una fuerza de la naturaleza difícil de controlar.

Pero nosotros, nuestra mente, es mucho más poderosa.

Cuando te enojas te conviertes en una persona fea, a la que todo mundo huye.

¿Tienes algún remedio para la ira?