Después de mucho tiempo de considerarlo, por fin borré mi cuenta personal de Facebook.

Y tan pronto di el clic final sentí como un manto de paz cayó encima de mi. La red social por excelencia jamás me gustó, no la disfruté y sólo la mantenía para ser políticamente correcto con las personas que me habían agregado a lo largo de los años.

Intenté trabajar con ella para proyectos personales y para ponerme en contacto con la familia lejana. Entre más la usaba, más me daba cuenta del tiempo que se pierde ahí y de la redundancia de mensajes. Es la tierra de la no productividad.

También me percaté que poco a poco se convirtió en el nuevo MetroFlog, donde se publican imágenes con texto que pretenden ser protesta, chistes o un medio para cambiar al mundo.  No lo logran en ningún caso.

Me resultó muy curioso cómo las cadenas de «si no pasas este mensaje, Dios te odiará», mutaron al nuevo medio para llenar a un más los timelines de basura.

No quiero ofender a nadie con lo que voy a decir, pero para un minimalista, Facebook es el reino de la información chatarra. Hay muy poco que realmente quiera leer. Cada vez que lo abría me inundaba un torrente inmenso de fotos de gatos y comida, mensajes sin contexto e imágenes como las mencionadas arriba.

Quizá esto es lo más significativo. Practicar el minimalismo implica tener la conciencia para detectar cuando ya ha sido demasiado de algo.

En los últimos días había bloqueado casi todos los mensajes de mis contactos y me quedé con los blogs que usualmente leo; y que de cualquier forma leo en su propio sitio.

Con todo esto no quiero decir que soy un neo-ermitaño y que viviré en una montaña. Todo lo contrario. Estoy en contacto con mis amigos y familia todo el tiempo. Es sólo que mis redes sociales principales son el correo electrónico y Google Plus. Son totalmente privados, sigo y me siguen personas cercanas y compartimos información de interés mutuo.

Mi otra red social es este blog, por supuesto. Los comentarios y los correos que recibo de todos ustedes son lo que me acerca y mantiene vivo al Chocobuda.

Por último, tengo que decir que no puedo decir adiós 100% a las redes sociales. La página de Facebook  y la cuenta de Twitter siguen vivas, y son un buen medio para estar en contacto con lectores.

Al final de todo esto, creo que lo más importante de las redes sociales no son las fotos de gatos, sino las relaciones estrechas y sinceras con las personas.

Y esas se mantienen con el corazón y con cariño, no con un sitio web.