Soy un entusiasta del café. No por la adición a la cafeína, sino porque realmente disfruto el sabor y la cultura que existe alrededor de esta bebida milenaria.

Me gusta leer sobre la historia del café, nuevas formas de saborearlo y a lo largo de los años, he hecho muy buenos amigos que comparten este pasatiempo.

Nada más agradable que comenzar mi día con una taza de café fresco y dejar que el aroma inunde la casa. Poner la cafetera con grano recién molido es parte del ritual matutino. Hasta que la cafetera se descompuso.

Así pues, habiendo leído las bondades de la prensa francesa, decidí reemplazar mi vieja Sunbeam por una cafetera que no usa tecnología alguna.

Desde el primer día entendí porque la prensa francesa tiene tantos adeptos. Respeta todos los sabores y aceites del grano, no quema la bebida y da control absoluto sobre el proceso. Para ser una cafetera sin tecnología, resultó darme una de las mejores experiencias.

Con el paso de los días comencé a notar muchas cosas de mi nuevo proceso. Me era inevitable comparar mi vieja cafetera de americano con la prensa.

La máquina normal de goteo, la cafetera americana, es una maravilla de la ingeniería que permite tener la bebida de manera rápida y sin complicaciones. Pones agua, un filtro de papel, café molido, agua y presionas un botón. Es un proceso sencillo, a prueba de todo y muy conveniente. Minutos después, uno puede comenzar a tomar cantidades industriales de café.

A pesar de que hay máquinas americanas que dan una bebida de buena calidad, el proceso industrializado hace que buena parte del alma del café se quede en el filtro de papel y sea tirada a la basura junto con los posos.

Normalmente estas cafeteras queman la bebida unos minutos después porque la jarra descansa sobre una resistencia eléctrica que la mantiene caliente.

Si uno no es cuidadoso, la máquina americana puede arruinar el café en un segundo. Se vuelve demasiado amargo.

Es una gran solución para la cultura de la recompensa inmediata. Estamos acostumbrados a tener lo que queremos en el instante que lo deseamos. No nos gusta esperar ni un segundo, por eso hemos desarrollado toda una civilización en torno a no dejar descansar la mente.

Todo tiene que estar YA y no estamos dispuestos a desperdiciar tiempo. Es mejor pasar 10 horas en Facebook, que dedicar 10 minutos a un libro, porque Facebook da mini mensajes que no requieren esfuerzo para ser comprendidos. Es un medio muy rápido.

Y es que esa es la palabra clave. Rápido. Más veloz. Más grande.

Sin embargo, en esta búsqueda de la recompensa inmediata perdemos la esencia de las cosas.

Una novela se lee despacio, se disfruta. Una tarde escuchando música es de lo más reconfortante que hay. Una caminata por el parque es una celebración de la vida.

Pero nunca tenemos ni el tiempo ni la paciencia.

En cambio, la prensa francesa es una máquina de baja tecnología que fabrica las mejores tazas de café. Pero su proceso requiere esfuerzo, tiempo y atención.

Hay que calentar agua en la estufa, cuidando que no hierva. Mientras, se muele el grano sin dejarlo demasiado fino. Se ponen en el vaso de la prensa dos cucharadas de café por taza de agua. Luego agregamos el agua, primero sólo un poco para dejar que el café se moje. Después se vierte el resto y se coloca el émbolo. De forma inmediata comienza el conteo del tiempo de infusión: sólo 4 minutos.

Mientras transcurre ese tiempo, se puede hacer cualquier mini tarea o simplemente se puede uno quedar junto a la prensa, percibiendo cómo los aromas comienzan a hacerse más y más intensos.

Cuando el café está listo, se baja el filtro del émbolo, y se sirve. La bebida resultante tiene cuerpo. A pesar de usar el mismo grano que uso para la otra cafetera, ahora el sabor es afrutado y con toques de madera y chocolate. Como nunca hay calor directo con la prensa, el café no se amarga. Su sabor penetra con mucha suavidad el paladar y la nariz.

Para usar la prensa francesa con éxito se requiere amor por la bebida, comprensión del grano, cuidado a cada paso del proceso, pero sobre todo, tiempo y dedicación.

Las cosas en la vida que más toman tiempo en elaborarse, son usualmente las más hermosas.

Ver un bosque en otoño es una imagen muy bella, y esta no se logra con oprimir un botón. La Madre Tierra ha tardado billones de años en fabricar su estado actual, con detalle y cuidado.

Las amistades y relaciones que duran para siempre son las que atendemos con cariño día con día, a lo largo de muchos años. Es virtualmente imposible hacer amigos duraderos respondiendo un tweet.

Bajar de peso implica trabajo diario y la inteligencia para dejar de comer lo que nos hace daño. Llegar al peso ideal puede llevar un par de años, pero cuando llegas a donde quieres, el sentimiento de victoria es inigualable.  No existe un botón, té o medicamento maravilla que supla a la constancia.

Vivimos en un mundo endeudado porque todos quieren tener cosas aquí y ahora, sin pensar por un momento en los intereses o clima económico.

La paciencia es una virtud que nos ayuda a ver las cosas como son, a entender que nuestro ego a veces no puede ser tan grande como nos gustaría.

Saber esperar tiene todo tipo de recompensas, haciendo que nuestra estancia aquí sea placentera y respetuosa con los demás.

El café hecho en prensa francesa es todo eso. Es una maravilla producto de la paciencia, cariño y dedicación.

Con todo esto dicho, la bebida que resulta no es perfecta, es más bien sucia. En la taza se pueden ver sedimentos y se sienten en la lengua. Pero la vida no es limpia. También hay tristeza, desilusión y dolor.

La vida es un paquete completo que incluye cosas buenas y malas. No podemos rechazar lo que no nos gusta, tenemos que aceptarlo y seguir con ello, para construir la realidad a partir de ahí.

Los sedimentos vienen junto con la bebida. No los puedo hacer a un lado. Los tengo que aceptar, junto con todo lo demás. Así son las cosas, así lo acepto.

Y al final, hay que limpiar la prensa. Aquí no hay filtros, hay que sacar los posos con una cuchara, cuidando no dañar el cristal del vaso. Hay que lavar el vaso y el émbolo para dejarlos listos para la próxima. Igual que la vida.

Mi prensa francesa es una gran maestra zen. Debió haber estudiado con el Buda y Dogen Zenji.