Sin importar la batería de quejas que escucho y leo todo el tiempo, vivimos en una época emocionante y que no para de sorprender.

Comparado con el mundo que teníamos después de la Segunda Guerra Mundial, parecería que vivimos una fantasía futurista en la que disponemos de tecnología que sólo podía ser posible en la imaginación. Desde cosas que damos por hecho como la refrigeración en casa, hasta la realidad de tener una estación espacial volando sobre nuestras cabezas, la ciencia y los avances en comunicación no paran.

Cada día al encender mi computadora, agradezco a los miles de científicos e ingenieros que han trabajado innumerables horas para que ver mi correo mientras escucho Kitaro en streaming, sea un proceso transparente y automático.

De todo este gran universo de tecnologías disponibles, quizá el que más quiero es la Web. Esta es una de las innovaciones más significativas en la comunicación humana desde que Gutemberg inventó la imprenta.

Gracias a la web (que no es lo mismo que Internet) me gano la vida y tengo un trabajo decente, me comunico con familia y amigos, escucho música, veo películas y series, compro libros y juegos, hago operaciones bancarias y leo noticias.

Pero lo más importante de todo: la web me da una plataforma para el crecimiento personal. Es el lienzo donde doy forma  mi creatividad y es el lugar en el que comparto un espacio virtual con la comunidad budista a la que pertenezco (sangha).

El Chocobuda existe gracias a esta maravillosa interconexión de textos, medios e imágenes.

Para el budista urbano contemporáneo, la web no sólo es un medio de comunicación, sino que es el templo moderno por excelencia.

Aquí acudimos a conferencias, compartimos con la sangha, nacen y florecen relaciones, leemos y escuchamos el dharma y nos sentamos a meditar juntos. Trascendemos el tiempo y el espacio. Estamos en contacto directo con los maestros que viven en otros países. No sólo los leemos, sino que interacuamos con ellos.

En la web crecemos y buscamos llenar el hueco espiritual porque entendemos que del otro lado de una página de texto o un video, está el trabajo de cariño de una persona creativa que decidió dejar un poco de su talento para la comunidad.

Pero al final, así como en otros medios de comunicación, lo que hace a la web ser lo que es, es la humanidad misma.

A todos los que hacen posible este sueño del futuro, gracias.