Para México, el principio de noviembre marca la celebración del Día de Muertos. Publicaremos 2 artículos relacionados al tema, para cerrar con una meditación escrita para dejar ir el dolor de la muerte de un ser querido.

Tenemos una relación muy extraña con la muerte.

Podemos imaginar la muerte de alguien que odiamos, somos indiferentes ante el deceso y sufrimiento de personas en otros países, nos reímos cuando hacemos bromas al respecto, vestimos ropa con motivos alusivos, celebramos las muertes espectaculares en el cine, comemos dulces en forma de cráneos y jugamos video juegos donde el genocidio es parte inherente del entretenimiento.

La muerte está por todos lados, y lo sabemos.

Nos pasamos una vida preparándonos inconscientemente para enfrentarla, pero cuando llega, nos convertimos en pequeños bebés que lloran por la pérdida y el miedo.

No importa cuánta muerte consumamos en la vida, la realidad es que nunca estamos preparados para ella.

Creemos que somos inmortales y jamás podemos ver la muerte como una posibilidad inminente.

Nunca tenemos las agallas para aceptar que todos morimos, que todo termina y que en este momento estamos muriendo. Vamos directo hacia ese momento en el que no despertaremos jamás.

La muerte y la impermanencia de las cosas son parte de nosotros. Y está en nuestras manos aprender a estar en paz con la idea.

El miedo a la muerte está cimentado en el miedo a dejar de existir y a perder la identidad, nuestro lugar en el mundo.

En el budismo podemos ver nuestra propia muerte mucho tiempo antes de que llegue. Entrenamos para aceptar la impermanencia en los cambios que sufre todo lo que nos rodea. Apreciamos la llegada de la edad y afrontamos la pérdida de juventud.

Sabemos que la belleza y salud que tanto presumimos, son tan sólo una ilusión que nos hacía sentir cómodos. En algún punto se convertirán en vejez y enfermedad.

El dharma nos ayuda a aceptar el hecho de que vamos a morir, y es justo eso lo que le da valor a cada momento que pasamos vivos en este mundo.

Aprendemos, reímos, caemos, lloramos y hacemos todo lo posible por aprovechar la única oportunidad que tenemos para ser felices. Sabemos que mañana podríamos no despertar o que podríamos morir en los próximos segundos. Nadie lo sabe. Pero esa es la razón por la que tiramos los apegos a la basura.

Al morir no nos llevaremos el auto, los títulos, las casas, ni el poder. Llegamos vacíos y nos vamos vacíos.

Entonces, ¿no es mejor vivir y aceptar las cosas como son?

Y no, no voy a tocar el tema del renacimiento (mal llamado reencarnación). Hasta que se tenga evidencia científica y se pueda replicar en condiciones controladas, el renacimiento es una idea que vive en la fantasía.

Lo que tenemos es la realidad pura y cruda. Vamos a morir. Ese es el final de nuestra película, y lo sabemos.

Pero con el entrenamiento entendemos que la muerte es ese estado donde vivimos en la memoria de otros.

Justo por eso no es el final.

No hay adiós.

Sólo buenos recuerdos.