La música es una de las expresiones humanas más sublimes.

Desde que nacemos escuchamos piezas y canciones que nos acompañan en cada momento de nuestra vida.

La alegría se goza más con ritmos rápidos y felices. La tristeza se vive con más comodidad con un buen soundtrack que la acompañe.

Acumulamos música en la casa y la llevamos con nosotros en nuestros gadgets. Jamás nos despegamos de ella.

Nos acompaña hasta la tumba.

Pero, ¿te has percatado de que la música siempre es externa a ti? A menos que seas músico de carrera, buscas música que ha sido compuesta por otras personas o interpretada por algún profesional.

Como estamos distraídos con sonidos ajenos, nos prohibimos escuchar la mejor música de toda: nuestra música interna.

Somos seres que vibran, se mueven y generan ritmos que laten con la vida. Aun en el silencio profundo de la meditación, formamos pequeñas notas que suenan en la sinfonía del cosmos.

Cuando apreciamos la música del silencio interno, nos liberamos para poder escuchar al viento, las estrellas, las ciudades y su caos vial, el ladrido de un perro, y hasta el armonioso sonido de una construcción.

La música es la vida.

Nosotros somos música.

Y tú eres la nota más importante.

Zazen es el instrumento que nos permite interpretarla.