Somos muchas cosas al mismo tiempo. Trabajadores, empleados, maestros, ingenieros, burócratas, escritores, diseñadores, constructores, cocineros, médicos, comerciantes, militares, políticos, clérigos, corredores, economistas o pilotos.

Cumplimos tantos roles como hay estrellas en la noche. Somos madres, padres, amigos, amantes, enemigos, guías, villanos, familia, legión, fans, antagonistas, rivales, confidentes o aprendices.

Pero cuando eliminamos todo eso, ¿qué queda?

No somos los que estudiamos. Tampoco lo que hacemos día con día. No somos de la manera en que los demás nos perciben.

Al soltar las etiquetas y las máscaras auto impuestas, lo único que resta es el vacío.

El verdadero Yo que se integra al flujo imparable del universo.

Y nos damos cuenta de que no somos nada en especial.

Así llega la liberación.