NOTA: Este post es con motivo del Blog Action Day 2013. 

En tiempos en los que la violencia y el egoísmo son tan enormes que llevan a las naciones a masacrar a su propia población, nunca está de más recordar que existe algo llamado Derechos Humanos.

Derechos como la equidad, no ser discriminados o vida sin violencia; son a menudo pasados por alto en pro de un beneficio personal. Por todos lados vemos cómo se pasa por encima de la gente, cómo se destruyen vidas, conciencias y futuros con tal de obtener algo.

Y no, no estoy hablando de gobiernos. Estoy hablando de nosotros mismos.

Somos los ciudadanos del mundo, las personas que navegamos las calles y llenamos restaurantes, las que violamos los Derechos Humanos una y otra vez.

No tratamos igual a un indígena que a una persona blanca.

No respetamos las formas de pensar ni religión de otros. Odiamos al que es diferente o tiene formas de pensar no alineadas con las nuestras.

Robamos el cable, el internet y la música en cada oportunidad que podemos.

Quebrantamos la ley cuando nos conviene, pero somos los primeros en gritar «¡Injusticia!», cuando la ley nos da lo que merecemos.

Torturamos y masacramos mentes usando esquemas, berrinches y manipulaciones.

Odiamos a la mujer, a las personas con discapacidad y tratamos de ocultar que existen personas del mismo sexo que se aman y que han decidido consagrar sus vidas entre sí.

Rompemos los Derechos Humanos cuando nos pasamos una luz roja, cuando insultamos a alguien y cuando envidiamos.

Mentimos, alardeamos y nos cegamos ante el dolor ajeno; y siempre tenemos justificación que nos reivindica como superiores.

Al actuar así, perdemos toda capacidad moral de exigir a nuestros gobiernos que los Derechos Humanos sean respetados.

Pero vamos más allá. Perjudicamos nuestros propios Derechos Humanos cuando violamos nuestra mente y cuerpo. Cuando no le damos importancia a la nutrición o decidimos estupidizarnos con sustancias como alcohol o drogas.

Al no respetar los Derechos Humanos básicos, nos dañamos a nosotros mismos. Y es un error terrible porque nos volvemos insensibles al sufrimiento, no sólo de personas, sino de todos los seres vivos.

Un perro, una hormiga o un hongo tienen el mismo derecho de existir que nosotros. Entonces, ¿porqué nos sentimos justificados al matarlos? ¿No deberíamos sentir un profundo agradecimiento y respeto hacia todas las formas de vida que coexisten con nosotros? Cada alimento que llega a nuestra mesa debería ir acompañado de una plegaria de agradecimiento por los seres que han dado su vida para mantener la nuestra.

¿Porqué no declara una Carta de Derechos Universales Para los Seres Vivos?

Los puntos serían muy sencillos y fáciles de aprender: respeto absoluto a la vida, derecho a la libertad, a no sufrir, al agua y aire limpios, al alimento saludable y a la paz.

Con nuestra atención plena, generosidad, amor inflexible y compasión, estos Derechos Universales se cristalizan cada vez que practicamos el altruísmo y dejamos de comportarnos como imbéciles egoístas.

Creo que vale la pena hacer un esfuerzo para practicarlos.

Pero puedo estar equivocado.