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En la entrega anterior vimos cinco malos hábitos que pueden destruir tu felicidad. Mentir, manipular, procrastinar, ser negativos o tardarnos en todo; son conductas que sangran tu felicidad.

Para continuar, expongo algunos más:

6. Lenguaje obsceno

Mi maestra de literatura afirma que el lenguaje obsceno es un atentado contra el idioma castellano. Coincido al 100% porque nuestro idioma es tan rico, que cuesta trabajo no sucumbir ante la pereza de conocer más vocabulario para expresarnos. Pero más allá de eso, las maldiciones corrompen  nuestra relación con el universo debido a su carga de odio. Sí, leíste bien. Cuando dices «el puto lápiz», estás hablando con odio sobre el objeto. Lo calificas y lo denigras, cuando en realidad te está prestando un servicio. Quizá suena inocente, pero tu cerebro detecta el odio de tus palabras y comienza a etiquetar así a todo lo que te rodea. Mejor lee y aprende a expresarte de forma amable. Te aseguro relaciones personales más pacíficas.

7. Adicción a las redes sociales

Perder el tiempo, como lo mencioné antes, es delicioso. La mente adora estos espacios en los que le das miles de textos sin sentido, porque no hay esfuerzo alguno para digerirlos. Twitter y Facebook son una piñata de información. Les pegas con un clic y sueltan premios de mensajes inútiles en su mayoría. Esta simplicidad es la que los vuelve adictivos y nos hace olvidar el valor de mirar frente a frente a nuestros amigos verdaderos. Son herramientas de comunicación poderosas cuando se saben usar, pero nos encanta navegar la corriente interminable que nos presentan. Si pasas más de 1 hora al día en las redes sociales, tienes un problema de adicción.

8. Mal lenguaje corporal

Muchas personas no creen que esto sea un problema porque todo mundo lo hace. Rodar los ojos hacia arriba o hacer muecas cuando alguien te dice algo; tronar la boca cuando no crees lo que te dicen; apretar de más la mano de alguien que te salda; sentarte mal en un sillón ajeno; caminar con la espalda encorvada por pura pereza; no mirar a tu interlocutor a los ojos… todos esos son ejemplos de mal lenguaje corporal. Aunque creas que a nadie le importa, es un mal hábito que genera asperesas en tus relaciones personales.

9. Síndrome del lobo solitario

Pensar que no necesitas a nadie, que estás solo contra el mundo y que tú solo puedes cambiar el universo, expone lo grande que es tu soberbia. Hay dos malas noticias con este hábito: el ego crece y obtendrás lo que buscas. Te quedarás muy, muy solo porque a nadie le gusta estar al rededor de un soberbio egolatra. Aceptar con humildad cuando necesitas ayuda y pedirla no te hace ver menos macho. Te hace trabajar en equipo y fomentar relaciones sanas con los que te rodean.

10. Berrinches

Hacer berrinches por todo lo que no puedes obtener o porque el mundo no reacciona a tu gusto, te afecta más de lo que crees porque estableces una relación de control y frustración con lo que te rodea. Implica un rechazo absoluto a la realidad y el único que sufre eres tú. A nadie le importa que llores porque no puedes tener la nueva iPad, créeme. Pero a todos les importa cuando eres caritativo y ayudas a los demás. Hacer berrinches es un hábito de los peores porque al igual que el anterior, es el camino más certero a la soledad.

Estos son solo algunos de los malos hábitos que podemos tener. Creo que la mayor parte del tiempo los practicamos sin dolo o sin siquiera imaginar que estamos afectando a los demás. Nuestro ego hace que la razón se nuble y no podemos ver que todas nuestras acciones tienen consecuencias, ya sea buenas o malas.

Siempre hay personas que sufren por nuestra apatía, ignorancia o malas intenciones.

Corregir estas conductas puede ser tan sencillo como poner atención a nuestras acciones y pensar siempre en los demás. Pero hay hábitos tan incrustados en nuestra conciencia que es necesario tomar pasos extra para modificarlos.

Nótese el término: modificar.

Los malos hábitos no se pueden eliminar porque las redes neuronales necesarias para su ejecución ya están establecidas en nuestro cerebro.

Todos los hábitos obedecen un ciclo básico:

  • Detonante: lo que nos impulsa a actuar.
  • Procedimiento: el hábito en sí (morderse las uñas, fumar, mentir).
  • Recompensa: es el premio por ejecutar el procedimiento.

Siguiendo este modelo es posible iniciar hábitos de cero. Por medio de la disciplina y la repetición los hábitos quedan grabados en nuestra personalidad.

El problema con los hábitos negativos, como fumar, es que el ciclo ya está en nuestro cerebro. Ya existe información que fluye por estas conexiones neuronales. Dejar el hábito es virtualmente imposible. Lo que sí podemos hacer cuando entendemos este ciclo, es modificar el procedimiento. En lugar de fumar podemos ir a caminar 10 minutos, por ejemplo.

Somos seres de hábitos. Más de lo que nos gustaría aceptar. Cuando nos esforzamos en entenderlos, cosas buenas comienzan a suceder.

¿Tienes algún mal hábito que quieras modificar? ¿Olvidé alguno? ¡Comenta!