Por estos días estoy me estoy preparando para ir a un cónclave de mi orden budista. Será fuera de México (más sobre esto en el siguiente post) y la he pasado entre listas, estudios, trabajo pendiente y zazen. A este evento acudirán compañeros monjes de varias partes del mundo y serán días de entrenamiento rígido y enfocado.

Para mi es una oportunidad única de aprender y convivir con personas interesantísimas que llevan 20 o 40 años sirviendo.

Hablando por teléfono con mi padre, que tiene un nacionalismo fanático y enfermizo por México, me dijo muy serio y ceremonioso…

-Espero pongas el nombre de México muy en alto.

Con toda amabilidad le dije que el budismo zen no funciona así. No voy a un concurso o a algún certamen. Voy a estudiar junto a personas que han consagrado su vida a servir a la humanidad. Son una inspiración para mi. Eso es todo.

Por supuesto mi padre no tomó bien esta respuesta. En su imaginación, es mi deber hacer propaganda para que México sea bien visto por el mundo; y además competir para que yo sea el mejor de todos los asistentes.

La llamada terminó, pero debo admitir que terminé molesto y un poco asqueado por la idea.

Gracias a que la gente pone en alto el nombre de su país, es que la humanidad está torcida. ¿Ser el mejor? ¿Pero en qué?

Una y otra vez la historia nos demuestra que las barreras y las fronteras no funcionan. Entre más nos esforzamos por mantener esta mentalidad divisoria, más sufrimiento nos causamos.

Tenemos esta ilusión de orgullo patriota que nos intoxica y corroe nuestra capacidad de compasión.

Las grandes guerras de la humanidad, el machismo, todos los crímenes de odio, todas las bombas israelíes que caen sobre Gaza, el racismo, los malos gobiernos, los narcos… todo ello es derivado de que en nuestra mente separamos el YO del USTEDES.

Este ego inflamado es el que nos empuja a tener más, a querer más poder y a pisotear a los demás.

En Aikido, mi amada arte marcial, aprendemos que cuando hay competencia y separación, alguien siempre sale herido. Es decir, para que exista un ganador, alguien tiene que pagar el precio y ser humillado o pisoteado.

Morihei Ueshiba O’Sensei no creía en la competencia. Él promovía la paz por medio el trabajo en equipo para el avance comunitario. Son valores que incorporé a mi práctica y son parte de mi tonta cruzada por promover la compasión.

Si te has preguntado porqué las cosas no mejoran, piensa que entre más levantes las divisiones entre los seres vivos, jamás avanzaremos como especie.

Es hora de empezar a destruir la palabra YO y reemplazarla por TODOS NOSOTROS.