Este poema fue escrito por un monje soto zen japonés que nunca reveló su nombre. Aparece en el libro Japanese temple Buddhism, por Stephen Grover Covell.

Creo que describe a la perfección al monje zen contemporáneo. Estoy agradecido y movido hasta las lágrimas.

Es lo que soy.

Soy monje.
Uso mi atuendo, mi mala en la mano izquierda, monto mi bicicleta.
Voy de mi casa a la casa de mi feligrés para entonar un sutra.
Soy monje.
Estoy casado y tengo un hijo.
Bebo sake, como carne.
Como pescado, miento.
Pero sigo siendo monje.
Un monje sucio, muy sucio.
Cuando llamo a un feligrés y acepto su caridad,
¿es eso robar?
Ah, ¿y los Cinco Preceptos que dejó Shakyamuni?
Los he roto todos.
Pero sigo siendo bodhisattva.
Camino la Senda del Bodhisattva.
Deposito mi confianza en el Dharma y me siento en flor de loto.
Vivo en el Dharma, vivo entre la gente.
Dentro de la vida sin fin practico El Camino.
De la mano de otros practicantes,
ando por esta pacífica senda que no tiene igual.
Es el Camino de la Verdad, el Camino del Bodhisattva.
Soy inmundo y he roto todos y cada uno de los Cinco Preceptos,
pero… pero gracias al Dharma, me fundiré con los Budas.
Ese Camino. Ese Camino del Bodhisattva.
Estoy parado en ese Camino.