«Saludos, amigo mío. Todos estamos interesados en el futuro, porque es ahí donde tú y yo pasaremos el resto de nuestras vidas. Y recuerda, amigo. Los eventos del futuro te afectarán en el futuro. Estás interesado en lo desconocido… lo misterioso. Lo inexplicable. Por eso es que estás hoy aquí.»

Crislwell, Plan 9 From Outer Space (la peor película jamás filmada, del director Ed Wood)

Los seres humanos somos animales muy curiosos, a diferencia de otros mamíferos. A pesar de que nuestro cuerpo esté en un lugar, tenemos la capacidad de que la mente vuele a lugares muy lejanos, doblando el tiempo y el espacio para satisfacer al ego.

Hay quienes deciden vivir atascados en el pasado. Viven del recuerdo y la nostalgia de la música de sus años de adolescencia. Adoran el recuerdo de la novia o el novio de la secundaria. No sueltan sus discos de Caifanes o sus programas de televisión con los que crecieron. Atesoran nostalgia y sueños que jamás se cumplieron. Ven con alegría sus años anteriores y no dan crédito a ser felices por lo que son el día de hoy.

También hay quienes se han encadenado al futuro. Crean fantasías de lo que no ha pasado. Algunas son alegres, como ganar la lotería. Otras son nefastas y angustiantes como conflictos personales o problemas de trabajo. Se abrazan tanto al futuro que lo portan como una cadena en el cuello.

Algunos vivimos en ambos mundos y estamos preocupados de tiempo completo.

Todo esto lo escribo porque estas últimas semanas me he topado con amigos y alumnos que están angustiados por el futuro.

No saben qué pasará y han decidido abrazarlo y no ver que futuro es sinónimo de fantasía. Como no sabemos qué vendrá y como no agradecemos lo que tenemos hoy y aquí, vamos generando presión dentro de nosotros. Buscamos a toda costa asegurar el futuro.

Pero, ¿cómo podemos asegurar algo que no sabemos si pasará o no? Es imposible. Podemos anticipar algunas cosas, pero la vida siempre sigue su carrera y tiene sus propios movimientos. Son tan grandes que escapan nuestra comprensión.

Vamos tratando de controlar la vida como si tuviéramos algún poder real sobre ella. Entonces viene una de las actitudes más tontas del ser humano: tratamos de controlar una fantasía sobre algo que no ha sucedido.

No tiene nada de malo tener un seguro de gastos médicos, claro. Tampoco tiene nada de malo querer lograr un título universitario o un negocio propio.

Lo que nos vuelve infelices es abrazarnos a los objetivos y generar obsesión por ellos. Cuando esto pasa, estamos sujetos a olvidar que la Señora Impermanencia siempre puede llegar a demostrarnos quién manda. Y no, no somos nosotros.

Cuando el ego crece sin control y creemos que somos dueños de la vida, es cuando más sufrimos al entender que no poseemos nada. Ni siquiera el aire que respiramos.

En el budismo zen jamás hablamos de esperanza. De hecho, la destrozamos y la tiramos a la basura porque no nos sirve.

La esperanza es la fabricación de un futuro ideal al cual nos abrazamos. Es el rechazo absoluto del presente para cambiarlo por la idealización del futuro.

Esperanza es igual a fantasía. Invalida nuestro criterio y la capacidad de actuar el día de hoy.

Por supuesto, siempre podemos pensar en que las cosas serán buenas en los años venideros. Pero si no trabajamos por ello, jamás sucederá. Hay que plantearse un destino al que llegar, pero sabiendo que la vida cambia cada segundo.

El futuro se construye aceptando la vida como es aquí y ahora; para entonces trabajar con lo que tenemos hoy.