El ser humano está lleno de regalos y milagros que ha decidido ignorar porque siente que el universo le debe algo. Está seguro de que se merece todo lo que tiene tan sólo por haber nacido. Por supuesto es un error que no discutiré en este post, pero sí me centraré en uno de los regalos más maravillosos al que nunca ponemos la atención debida: el lenguaje.

Por el simple hecho de haber nacido en esta especie, tenemos el hardware adecuado para que nos podamos comunicar. Aprendemos el lenguaje y códigos de nuestros padres y comenzamos a relacionarnos con el universo a través de la palabra. Hablamos, leemos, escribimos y vamos construyendo la personalidad de acuerdo a cómo entendemos nuestro idioma. Incluso hay personas que reciben doble o triple regalo porque tienen acceso a hablar más idiomas.

Nuestra relación íntima con la lengua es la que forma nexos con quienes nos rodean, pero también forma nuestra personalidad.

El uso de la palabra YO en las lenguas romances es muy pesado, a diferencia de varias lenguas asiáticas (japonés, cantonés, malayo, tailandés) en donde hay más relevancia a conceptos como NOSOTROS, TODOS y TODO. O simplemente el YO se usa de forma circunstancial y no como sujeto de todas las frases.

El español está lleno de YO por todos lados. ¿Has puesto atención a cómo te relacionas con el universo? ¿Te has escuchado hablar?

Todo el tiempo usamos la palabra YO en todas sus variantes: mi, me, mío. También conjugamos los verbos en relación a cómo afectan nuestra vida: como, hice, haré, amo, odio.

Nada de malo en usar YO como parte de nuestra lengua, claro. Lo necesitamos para expresarnos. Pero cuando toda nuestra cultura está centrada en YO y olvidamos TODO y NOSOTROS, es cuando estamos en problemas.

Cultivar el ego como lo hemos hecho produce prácticamente todos nuestros problemas. Si existe un concepto de YO, entonces surge el concepto de ELLOS, ESO, AQUEL. Es grave porque genera una mente divisoria que se centra en las diferencias entre YO y NO-YO.

Así, lo que está fuera de mi no me concierne. Lo que no soy yo, puedo ignorarlo. Lo que no me pertenece, lo puedo odiar. Lo que es diferente a mi, lo puedo usar y lo puedo odiar.

Te propongo este ejercicio. En un papel escribe 3 cosas que hiciste hoy en la mañana.

Tu lista quedaría muy parecida a la mía:

  1. Me desperté
  2. Bebí agua
  3. Preparé café

Ahora escribe la misma lista sin usar YO. Sí, sé que es difícil, pero esfuérzate un poco. Podría quedar algo como esto:

  1. Despertó
  2. Bebió agua
  3. Preparó café

Sí, sé que parece extraño, pero este ejercicio te dará idea de lo mucho que está gravado el YO en nuestra relación con el universo.

S.S. Dalai Lama dijo en un discurso que «el culto al ego genera confusión e ignorancia porque promueve el apego a nosotros mismos». Y tiene toda la razón. Entre más nos centramos en nosotros mismos, perdemos la perspectiva de que existen otros seres vivos a quienes les debemos nuestro lugar en el espacio. Peor aún, dejamos de cuidarlos y de atender sus necesidades por seguir mirándonos al espejo.

 

En el mismo discurso, S.S. menciona un estudio hecho en Nueva York donde se descubrió que las personas que basan su habla en términos auto-referenciales son más propensos a tener problemas de salud y muerte temprana. No es de sorprender puesto que al estar centrados en ellos mismos, sufrían más por sus propios apegos y aversiones; lo cual genera tensión y depresión.

Entonces el Reto número 4 del Chocobuda es:

Elimina el YO de tu habla por 1 día

¿Cómo? Poniendo atención a tus pensamientos y a tus palabras. Aquí una lista de ejemplos y su cambio por una frase no auto-referencial:

Tengo hambre > Hay hambre

Estoy muy ocupado > Hay cosas que hacer

Te amo > Existe el amor

Me duele > Hay dolor

Tengo frío > Hace frío

Cuando ponemos la palabra YO en las situaciones de la vida, estamos asumiendo que somos los dueños de las cosas y del universo. No eres dueño del frío y no eres el único con frío en el universo. No tienes patente sobre el hambre humana, el hambre aplica y es una necesidad de todos los seres vivos.

¿Qué se logra con este ejercicio?

  1. Poner atención al presente porque estarás atento a tu mente y habla (eso es un WIN por sí mismo)
  2. Ver lo ególatras que somos
  3. Entender que lo que nos afecta a nosotros también afecta a los demás
  4. Por ende, se comienza a construir empatía con los seres vivos
  5. Al no centrarte en ti, los apegos se vuelven pasajeros y se minimizan
  6. La tristeza y la soledad se van porque dejas de enfocarte en tu propio trasero

Inténtalo por 1 día. Te aseguro que aprenderás mucho de ti.

Y su puedes, repite el reto muchas veces y notarás beneficios maravillosos.

Por supuesto, te invito a compartir tu experiencia en los comentarios.