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Tengo un super poder oscuro que mantengo en silencio porque me ha metido en problemas todo el tiempo desde que tengo memoria. En el pasado he sido repudiado por una sociedad de la que prometí reirme mucho.

Yo no sabía lo que pasaba pero cuando era niño mis padres se avergonzaban de mi y me reprimían. En las noches, mientras lloraba, los escuchaba riendo. Hablaban de «las cosas que yo decía».

Y es que mi super poder llega a ser incómodo porque me hace reír tanto que parezco loco al caminar por la calle.

Es el poder de poner nombres graciosos a las personas. He tenido amigos que al estar a mi lado han sido bautizados como El Patas, El Cacas, El Macaco, El Vainillo, La Daria… y los ejemplos no paran.

Yo soy esa incómoda persona que va por el mundo otorgando nombres nuevos de acuerdo a las áreas de oportunidad que veo en la gente. Es algo que sale del alma, pero nunca lo hago en mala leche y por lo regular la gente se ríe conmigo porque, a la vez, yo promuevo que se me pongan los nombres que sean. Siempre y cuando se mantenga el respeto mutuo y se promueva la amistad, por supuesto.

En mi vida he sido El Gordo, El Führer, El Chabelo, La Mole, El Choco, El Chelos, El Dodo, El Morex, El Mofles y hasta El Caireles. Estos sobrenombres le dan balance a mi super poder porque yo también me llevo mi merecido.

Al final todo mundo se ríe, se rompe la rigidez de las situaciones y se forjan amistades con buenos recuerdos.

Y todo comienza con el sentido del humor.

Llevar la vida con ligereza para aprender a reírse de las situaciones es una expresión hermosa de la vida humana. Nos une como grupo, nos da sentido de familia y hace que las penas se vuelvan más fáciles de pasar.

El sentido del humor es parte vital de la espiritualidad. No en vano hay ramas del yoga en las que los participantes pasan horas riendo de absolutamente nada.

Tener buen sentido del humor significa poner en práctica la creatividad para estar abiertos a la crítica y auto-crítica. Quien tiene buen sentido del humor entiende de forma natural la Impermanencia de las Cosas, porque sabe que la vida es muy corta como para no pasarla bien. Además, quien tiene buen sentido del humor gozará de mejor salud… pero además transmitirá buena salud para los que estén a su lado. Es un efecto curioso, pero que vale la pena observar.

Para el budismo moderno el humor es básico. ¿Quién no ha visto al Dalai Lama o a Mattieu Ricard riendo a carcajadas por cualquier cosa? No es que ellos mismos no se tomen en serio o que vean sacrificada su autoridad al reír. Es sólo que saben que parte de la Iluminación implica una buena risa todos los días.

Reír es parte muy importante de la espiritualidad porque promueve el bienestar físico y mental. Destruye apegos, oxigena el cerebro y tiene mil beneficios más. Pero aún más allá, la risa franca y en grupo tiene un rasgo muy especial: destruye el ego.

Cuando reímos con los amigos en una fiesta, ¿te has dado cuenta qué pasa con tu YO, con tu EGO? Por unos segundos éste desaparece por completo. Al estar riendo la mente se enfoca tanto en el nuevo objeto, que el YO queda desplazado y, de hecho, entramos en una especie de meditación profunda en la que nos convertimos en risa pura.

Esta es la razón por la que amamos a los comediantes y pasar la tarde mirando una película tonta. Nos perdemos en el humor y nos olvidamos del Universo, pero al mismo tiempo nos fundimos con el Universo mismo.

Por ello no es una coincidencia que muchas imágenes del Buda tengan una franca sonrisa como característica principal.

¡La risa es sagrada!

Y no es que al reír se trate de disminuir la seriedad de las situaciones. La muerte de un ser vivo, por ejemplo, siempre es lamentable y se respeta el duelo. El problema es que a veces la gente muere de forma muy graciosa y es casi imposible no reír. Uno hace lo posible por aguantar, claro.

Todo esto viene a mi mente porque llevo varios meses que incorporé la risa a mi ritual matutino. La he hecho parte de mi día y de verdad la experiencia cambia de forma radical.

Despierto, agradezco por estar aquí un día más, estiro la espalda y hombros, bebo agua, preparo café y veo un video corto (no más de 5 minutos) de algún comediante que me guste.  Así comienzo mi día con risa. Termino mi café mientras sigo estudiando el tema del mes.

He notado que mi sentido del humor ha incrementado, me es más fácil reír y, a pesar de que a veces la vida se pone dura, no la paso mal. (Existe mucha neuro ciencia que respalda esto.)

Reír es una práctica maravillosa que estamos olvidando o que sacrificamos porque nos tomamos demasiado en serio.

Intenta reír como parte de tus mañanas. Quizá descubras algo interesante.

Ahora ve al espejo. ¿Te has dado cuenta que tienes cara de pescado?