Luego de algunas semanas de pausa para pensar, continúo con mi estudio del poema zen Soanka o La ermita con techo de césped. La quinta línea nos dice:

El habitante de la choza vive aquí tranquilamente

En primera instancia esta línea sólo nos indica que la choza tiene a alguien viviendo dentro. Pero lo que intriga es que Master Shitou cambia el sujeto a tercera persona. La primera línea dice con claridad «[Yo] He construido una choza de césped…»

El poeta habla en primera persona, usando todo su ser en la frase para indicar que él y nadie más ha fabricado un refugio hecho de pasto.

Pero luego se deshace del YO para hablar de alguien más que no es YO. Es alguien que él mira desde lejos, como si fuera un ser vivo más en el universo. Habla de sí mismo como si fuera alguien más, sin relacionarse directamente con él.

Y esta es toda una enseñanza sobre el ego.

Para la psicología budista el ego es sólo una ilusión. Es una colección de historias a las que nos aferramos para crear una identidad, nuestra personalidad. Por supuesto que el ego es necesario. Es lo que nos hace levantarnos en la mañana, cuidar nuestra mente y cuerpo, salir a trabajar, descansar y relacionarnos con los demás. Necesitamos un ego sano y bajo control para cumplir nuestras metas y sueños.

Un ego sano nos permite amarnos y amar a los demás. Nos hace salir adelante y ser felices.

El problema es que el ego se puede inflamar con mucha facilidad cuando perdemos de vista (o ignoramos) que el ego lo hemos construido nosotros mismos y que nos hemos aferrado a él.

Un ego enfermo genera fantasías de poder, de auto-complacencia y de importancia. También crea miedos, inseguridades y tristezas que nos llevan a la depresión.

Pasar demasiado tiempo pensando en uno mismo nos lleva a ignorar a los demás y a pasar sobre ellos para cumplir nuestros caprichos y asegurar nuestras opiniones.

Pero al final, el ego es una ilusión. No es nada más que un puñado de historias que decidimos contarnos una y otra vez.

¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Hacia dónde voy? Son preguntas que todos nos hacemos, pero cuya respuesta no llegará mientras sigamos montados en el ego. Pasamos demasiado tiempo buscando afuera lo que siempre hemos tenido dentro.

Cuando meditamos el ego disminuye a la mínima expresión. Lo soltamos y lo dejamos flotar. Sólo así podemos ver de lejos al constructor de la choza. Mi choza. Tu choza. La choza de todos.

Cuando entramos en meditación profunda el ego desaparece por unos segundos y nos fundimos con el universo. No hay nada qué agregar y nada qué quitar. Todo lo que está está unido por la luz dorada de la existencia. Todo tiene un sitio y propósito. Todo está unido y todo cabe en la panza del Buda.

El constructor de la choza es un ser vivo más, unido a los millones y millones de seres vivos en el universo. No diferente a una bacteria, un simio o a una vaca. Todos los seres vivos somos un solo ser.

Pero el ego se interpone y siempre quiere más. No se conforma con una choza de pasto. Quiere casas, autos, relaciones, poder y mucho dinero.

¡Qué tontos somos! Si tan sólo pudiéramos vernos por afuera entenderíamos. Y seríamos libres de nuestras opiniones y de nuestros demonios.

El ego es una ilusión creada por el constructor de la choza de césped.

Al final de la línea, Shitou usa la palabra tranquilamente.

Cuando soltamos el ego llega la paz absoluta. Se acaban las tristezas, las decepciones, la infelicidad.

Entender hasta la médula que el ego es una fantasía nos hace ver nuestro lugar en el cosmos.

Y entonces entramos a la Tranquilidad.