Tiene mucho que no escribo un post de esta naturaleza, pero este pasado fin de semana resultó ser interesante y lleno de experiencias que me gustaría compartir. Son notas cortas que podrían generar artículos completos en el futuro. Pero como memoria es tan impermanente, prefiero escribirlo todo antes de olvidarlo.

Flor de loto y paciencia

Años de obesidad destruyeron mis rodillas (y espalda) y hacer zazen en flor de loto me era imposible. Pero a más de 4 años de haber tomado el control de mi salud y a 2 de practicar yoga, lo estoy logrando. Aun duele un poco hacerlo por largos periodos de tiempo, pero no tengo prisa.

El viernes por la noche medité por 4 horas en media flor de loto y no me fue nada mal. Poco a poco la postura burmesa ser irá yendo. 🙂

El universo nunca ha tenido prisa por cumplir metas u objetivos. Los únicos tontos que usan reloj somos nosotros.

Un día a la vez. Una sesión de yoga a la vez.

 

Uji, tiempo-es

Luego de años de no entender el concepto de Tiempo de Dogen Zenji, al fin tuve la claridad de sentirlo hasta la médula durante zazen.

Para Master Dogen (creador del Budismo Soto Zen) el tiempo no se mide en minutos o segundos. Tiempo-es (Uji) es una sola palabra compuesta por la etiqueta tiempo y el verbo ser. El tiempo es indivisible del presente y no se puede separar de lo que es. Un instante en el tiempo-es contiene todo el universo completo en donde todo tiene su lugar y su correlación. No puedes quitar nada del tiempo-es porque nada es tan poderoso.

El tiempo-es es esto. Es lo que estás leyendo, lo que sientes, lo que te rodea. Y no dura más que un salto de átomo.

Es perfecto en su impernanencia y en su totalidad. Un instante de tiempo-es contiene al universo completo, que será reemplazado por el siguiente universo. Somos una secuencia de universos, pero somos tan pequeños y tontos que creemos que un reloj puede medir su magnitud.

Una vez que sientes esto hasta la médula, la vida se convierte en un lugar mucho más cómodo. Nada urge. Nada es para siempre. Todo está donde tiene que estar.

 

El chico en calzoncillos

Caminando por la calle vi algo inusual. Un joven en calzoncillos, torso desnudo, estaba parado en una esquina con un letrero que decía algo como «Hago esto porque necesito aprender a aceptarme como soy y a no sentir vergüenza por mi cuerpo».

Él se acercó a mi y a mis amigos y nos dijo que era un reto personal y que le era muy difícil.

Lo abracé y le dije: «Eres hermoso. No tienes nada de qué sentir vergüenza. Todos somos hermosos; la fealdad nace de adentro».

Cruzamos algunas palabras más y nos despedimos.

 

Vacuidad

Una parte vital de mi entrenamiento como monje zen incluye leer lo más que pueda de neurociencia reciente. Los misterios del cerebro y la mente son base para el dharma.

Quizá uno de los conceptos centrales de las enseñanzas de Buda sea el hecho de que todo lo que nos rodea está vacío. Nada en el universo significa nada. Las cosas, los seres vivos, los planetas… Todo está porque necesita estar ahí. Somos nosotros los que creamos los significados y las etiquetas. Son útiles para entender lo que nos rodea, pero terminamos abrazándonos a nuestras opiniones para hacernos sufrir.

Una roca no tiene opinión de sí misma. Nosotros somos los que inventamos la palabra roca para poder relacionarnos con ella. La roca tiene una naturaleza de vacío intrínseco.

Una vez más la neurociencia demuestra lo que el Buda enseñó hace más de 2,500 años. Nuestro discurso interno, preferencias y opiniones son disparadas 1 o 2 segundos después de que el instinto dicta lo que hay que hacer.

Es decir, el ego, nuestra personalidad, es sólo una ilusión creada para hacernos sentir importantes.

Si tenemos esto en cuenta, el manejo de nuestras emociones y sentimientos siempre será más fácil (que es justo la parte medular de Heisei, el taller de emociones).