La semana pasada, por Twitter, me compartieron un meme con una cita de Andrew Carnegie que decía:

«El secreto de mi éxito fue rodearme de personas mejores que yo.»

Y me hizo pesar un par de días antes de responderlo.

A pesar de que en el fondo ya lo había considerado y nunca lo había puesto en palabras, me di cuenta de lo inhumano y torcido que es el concepto de éxito.

Según el diccionario, éxito significa:

  • Cumplir una meta o propósito.
  • Obtener popularidad o ganancia.
  • Lograr prosperidad.

En los tres casos, éxito es una palabra que sólo cultiva al ego, produce deseo, avaricia y desigualdad. Cosas que irremediablemente llevan al sufrimiento. Esto es porque el concepto está fundado en la mente divisoria, en la que el universo es diferente de la persona, pero que además, está segura de que el cosmos y todas las criaturas que lo habitamos, estamos a su servicio.

Es decir, para que yo tenga éxito, necesito haber cumplido u obtenido cosas que nacieron del deseo y avaricia. En el concepto capitalista de éxito, significa haber pasado por encima de todos para lograrlo. Sí, aunque lo neguemos, el capitalismo está basado en el abuso a los seres vivos y al planeta mismo.

La sed por el éxito se deriva de un rechazo completo de la vida como es, al miedo a la infelicidad. Es una ilusión auto impuesta en la que haremos lo que sea para sentirnos exitosos. Es la lucha para obtener más cosas y más objetos. Todo para pertenecer a ese club privado en el que se desprecia al que no ha podido cumplir sus metas.

Éxito implica victoria, otro concepto tóxico. Necesariamente un vencedor es alguien ávido de poder/control/dinero o de auto-afirmación; es una persona que detesta su vida como está y hará lo que sea para cambiarlo, pasando por encima de alguien más.  Es decir, sufre.

En contraste, el perdedor es alguien que sufre porque no pudo derrotar a alguien más y es despreciado por los demás; principalmente por sí mismo.

En todo caso, la idea de éxito crea divisiones entre las personas.

La cita de Andrew Carnegie dice que se rodeó de gente mejor que él, así las utilizó para aprender y subir a su nivel.

El éxito lleva al sufrimiento de todos quienes giran en torno a él.

Cuando alguien llega a tener éxito va a desear retener lo obtenido. Al ser exitoso, entonces tendrá hambre por más éxitos y victorias. Es un círculo infinito generador de divisiones, abusos y desigualdad.

Por esa razón renuncié al éxito hace muchos años, cuando mi práctica budista y de aikido me dejaron en claro todo esto.

En aikido no hay competencias ni torneos, a diferencia de otras artes marciales. Ueshiba Morihei O’Sensei (creador de esta disciplina) afirmaba que las victorias y los éxitos van en contra de la humanidad. Siempre es mejor avanzar todos juntos hacia el mismo lugar.

En el Dhammapada, el Buda nos dice:

La victoria (éxito) engendra enemistad. Los vencidos viven en la infelicidad. Renunciando tanto a la victoria como a la derrota, los pacíficos viven felices.

Dentro de mi corazón, sé que las palabras de los dos maestros son verdad y vivo por ello.

Renuncio al éxito. Lo hago rotundamente y convencido de que no es el camino a la felicidad.

Por ello vivo un día a la vez. Acepto y agradezco lo que hay, lo que es. Y trabajo con y para los demás.

Es bueno no ser exitoso.