Hace unos días en Twitter alguien me hizo este comentario/pregunta:

No entiendo porque la espalda tiene que estar recta si se supone que todo está en la mente.

La respuesta simple es: La espalda se tiene que mantener recta para evitar contracciones de las vertebras que compriman órganos internos. Es la postura más cómoda y natural en la que no tensamos los músculos y nos permite enfocarnos más en la meditación. También nos sirve para estar conscientes del cuerpo y no quedar dormidos, así como para producir menos dióxido de carbono, lo que hace que pulmones y corazón se relajen. LINK

Sin embargo, antes de responder en Twitter, decidí pensar un poco porque había algo más bajo el polvo.

El comentario está fundado desde el punto de vista occidental de que la mente es diferente al cuerpo. Para nosotros, ambos son entidades separadas y que debemos mantener a parte. La mente es una criatura extraña que vive en algún reino fantástico por sí misma. El cuerpo es el envase que nos sirve para navegar el mundo.

Pero al final, son dos conceptos que se deben separar. Y así nos lo enseñan desde niños.

Y este pensamiento divisorio es la base de muchas fallas de la cultura humana.

Queremos bajar de peso mortificando al cuerpo, pero seguimos alimentando la mente con basura, la cual produce pensamientos basura. Entonces nunca se detiene el deseo ni la adicción por la comida poco nutritiva.

Los políticos se aferran al poder y al dinero creyendo que en esto encontrarán paz. Satisfacen sus impulsos físicos (cuerpo) por un momento, pero la mente sigue deseando más y más. Esto los lleva al sufrimiento, por supuesto, y a seguir deseando aún más. La avidez nunca se detiene.

Buscamos ir de vacaciones para que el cuerpo descanse, pero la mente está atorada en la oficina o un millón de preocupaciones creadas por nosotros mismos.

Necesitamos demostrar a los demás que somos exitosos por medio de nuestras posesiones materiales, pero dentro somos un caos lleno de miedos, deseos y aversiones.

Y así funciona la cultura humana. Mantenemos la mente tan alejada del cuerpo, que es virtualmente imposible reconciliarlos. Es ahí cuando buscamos satisfacciones momentáneas o drogas.

Para muchas filosofías ajenas a nosotros, la espiritualidad comienza entendiendo la comunión perfecta que debe existir entre cuerpo y mente. Para los navajo, para el yogacara, hinduísmo y budismo, existe el concepto de cuerpomente.

En el budismo zen estudiamos el Namarupa, que es todo nuestro ser completo con mente, sueños, ideas, conceptos, piernas, ojos, oídos, boca, creencias, esperanza, opiniones, estómago… Todo está unido. Cuerpo y mente son una unidad que funciona en armonía. Y si no lo está, hay enfermedad y dolor, lo que nos lleva a sufrir.

Esta es la razón por la que en el zen meditamos caminando en kinhin. Por esto existen disciplinas hermosas como el Aikido, Tai Chi o  Falun Dafa, en donde la mente y cuerpo se mueven en sincronía perfecta. Sin juicios, sin barreras, pero con disciplina y control; haciendo fluir pensamientos y energía.

Meditar es traer la mente de regreso al cuerpo para mantener esta relación sagrada. Es promover el funcionamiento armónico para entender nuestro lugar en el universo y para trabajar por todos los seres vivos.

De nada sirve tener el cuerpo en un concierto de rock, cuando la mente está distraída sufriendo por el pasado.

En zazen mantenemos la espalda recta, al mismo tiempo que la atención es recta, la respiración es recta y nuestra unión con el silencio es recto.

Cuerpomente es uno, siempre lo ha sido y siempre lo será. Entre más los separemos, seguiremos cometiendo los mismos errores una y otra vez.

Por ello practicamos zazen. Por ello la espalda siempre es recta.