Muchos de nosotros pasamos la vida pensando en el momento en el que nos cambió la vida.

Para algunos fue obtener el trabajo ideal. Para otros fue la graduación de la universidad. Quizá algunos fijen su memoria en un accidente o la muerte de alguien amado. También podría ser una separación o ruptura de relaciones. Puede ser que un movimiento social importante nos marque para siempre.

Nos aferramos a ese recuerdo porque sentimos que nos define y que marcó una división en la vida.

Sea agradable o no, el asumir que una situación pasada nos define es caminar por terreno resbaladizo. En algún momento tropezaremos.

Es importante reconocer el valor del pasado y verlo con gratitud. Se aprenden las lecciones que se debe aprender y se sigue hacia adelanta.

Pero si nos sorprendemos atesorando o detestando algo de lo que ya no tenemos control y que solo vive en nuestra mente, debemos trabajar en dejar ir.

Por otro lado muchos nos sentimos vacíos por dentro porque creemos que no hemos tenido una experiencia así de trascendente. Y entonces buscamos activamente vivir lo que sea que parezca importante.

Ya sea que nos aferremos al pasado o busquemos una experiencia, la realidad es que estamos viviendo en pleno el hecho de que la vida es insatisfactoria cuando no vemos lo que está.

Ninguna experiencia que vivamos, nada de lo que nos aferremos ha cambiado la vida. El sentido de trascendencia es algo inventado por el ego humano cuando nos negamos a aceptar que la vida es lo que es. La vida, la existencia, el tiempo; todos son perfectos.

Somos nosotros los que buscamos, los que se aferran, los que están dispuestos a destruir a los demás con tal de obtener y de lograr. La mente que divide y que hace diferencias entre el YO y el NO-YO es la que nos hace estar insatisfechos con lo que existe a nuestro alrededor.

La vida es dinámica. El universo siempre está en movimiento. Cada instante de tu vida es EL momento que cambia el futuro.

La sonrisa de un desconocido, la caricia de una amigo, los problemas de pareja y de trabajo y el simple hecho de abrir tus ojos a un nuevo día. Todo ello es el mejor momento de tu vida. Cada instante en el tiempo es un universo completo, tan efímero y tan sutil, que nuestros dedos y la mente jamás podrán atraparlos por completo.

Cada experiencia no puede ser descartada por nuestro ego, pues nos perdemos de la vida como es.

El momento que cambió tu vida es aquí. Y ya se fue.

El momento que has estado buscando es este instante en que lees estas líneas.

La mejor experiencia de tu vida es este latido, esta inhalación, este parpadeo.

Todos los días, nada en especial.
Solo decir sí a mi mismo.
Nada qué elegir, nada qué descartar.
No hay llegadas, no hay partidas.
No hay personas púrpuras,
ni montañas sin polvo.*
Ejerzo mis poderes ocultos y sutiles,
mientras acarreo agua y leña en el hombro.

–Master Pang Yuun

Páng Jushi (740–808, China), conocido como el Laico Pang, fue un maestro del budismo Chán que pasó a la historia porque demostró que se puede ser monje sin estar recluido en un monasterio. Vivió una vida ejemplar aplicando y enseñando el Dharma durante su peregrinaje por China. Su obra poética es digna de ser preservada para el estudio de cualquier interesado en el budismo zen.

*No hay personas púrpuras, ni montañas sin polvo. Personas púrpuras es  una referencia a los nobles y aristócratas que tenían acceso a la Ciudad Prohibida. El nombre completo de esta construcción es Zijin Cheng.

Zi tiene muchos significados, todos implican nobleza y superioridad, como celestial, emperador o estrella púrpura (la estrella del norte).

Jin significa prohibido.

Zijin Cheng es La Prohibida Ciudad Púrpura.

Entonces personas púrpuras se refiere a los nobles que tenían acceso a la Ciudad y trato especial.

Toda la frase implica que nadie debe ser tratado mejor que nadie. Nadie es más especial, pues todos tenemos polvo y una parte oscura, con polvo. Es decir, todos somos lo mismo, todos somos uno.