No estaba en mis planes…
Nunca imaginé que fuera así…
Pensé que sería diferente…
Me rompió el corazón…
No sé qué es lo que hago mal…
¿Por qué me hizo esto?
Buscaba algo más…
Me la paso bien con ella/él, pero…
Siempre me pasa lo mismo…
No he encontrado al hombre/mujer/ser ideal…

¿Te puedes identificar con alguna de estas frases?

Todas ellas las he escuchado y leído en los últimos meses; provenientes diferentes personas en distintos países. Son amigos que me han pedido algún consejo sobre sus relaciones amorosas.

En todos los casos he hecho lo mejor posible por ayudar, pero siempre sentí que había una pieza que me faltaba por comprender.

Durante zazen de hoy por la mañana tuve este momento de ¡Eureka!, en el que entendí que todas esas frases e historias tienen algo en común.

Es una caraterística muy importante de todos nosotros, miembros de esta cultura hiper materialista:

Vemos el amor de pareja como un negocio personal del que debemos obtener cosas para hacernos sentir bien.

Por favor lee de nuevo las frases de arriba. ¿Notas un patrón? Cada una de ellas tiene la palabra YO incluida en alguna forma.

En todos los casos, nadie de las personas con las que he hablado me dio siquiera una pista de que estaban interesados en la felicidad de la pareja.

Todos esperamos ser felices recibiendo detalles y demostraciones de cariño. Todos queremos que la pareja sepa de memoria el guión imaginario que hemos escrito, y que se apegue a él. Exigimos que el otro se acople a las fantasías del futuro que generamos en la maceta. Incluso queremos que alguien cumpla las expectativas que creamos en el pasado.

Pero a la hora de la verdad, cuando enfrentamos la realidad de por qué no funcionan las cosas, sentimos que el universo nos ha fallado.

Cuando llega la ruptura nos sentimos ofendidos en el orgullo y la autoestima se va al traste. Queremos venganza, echamos culpas, pedimos razón y sentido al sufrimiento.

Jamás nos detenemos a pensar que la falla radica en el egoísmo desorbitado que practicamos diario.

El amor no funciona así. Nunca ha sido una inversión personal en la que se reciban frutos de cariño.

El amor es mucho más simple y se aleja de esquemas personales.

Para Shakyamuni Buda, el amor era el camino a la liberación. Incluye ver siempre por el bien y felicidad de todos los seres que nos rodean, practicar compasión y generosidad absolutas y sin cuestionamiento.

Para poder amar es necesario aceptar a la persona como es; sin agregarle nuestra basura mental que viene en forma de expectativa, planes y fantasías.

De igual forma, él nos decía que las relaciones basadas en el deseo, apego, confusión y manipulación; jamás conocerán la libertad que trae el amor.

Hasta que no practiquemos compasión y generosidad para ver por la felicidad de la pareja, estaremos condenados a tropezar sin cesar con el rabo de nuestro ego.