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Rápido, piensa en una decisión difícil que hayas tomado. La que sea, sin importar su naturaleza o resultado. ¿Recuerdas la angustia de tener qué elegir entre A, B o C?

A muchas personas nos cuesta trabajo decidirnos por que tan sólo de pensar en el esfuerzo que implica, nos congelamos en nuestro sitio. La posibilidad de equivocarnos es aterradora, así como la incertidumbre de las consecuencias que nuestros actos.

Llegar a sentirnos como perdedores  o comprobar que no somos tan inteligentes como nos habíamos auto-engañado, nos crea ansiedad.

Entonces preferimos no movernos y abrazarnos al status quo, lo que crea aún más angustia y sufrimiento a la larga.

Pero si miramos con curiosidad y de forma honesta el miedo que sentimos ante la toma de decisiones, veremos que siempre se ha debido a figuras creadas por nuestra imaginación.

Primero hay que entender que los conceptos error, problema equivocación son una creación de nuestro ego y cultura humana.

En el budismo no existen como figuras reales de la vida. Son solo etiquetas que ponemos a las cosas que rechazamos para poder odiarlas con más facilidad.

En contraste, si vemos con gratitud y mente de aprendizaje todas las decisiones que hemos tomado en nuestro camino, veremos que nunca ha habido mala opción, error o mal juicio. Hemos actuado como necesitábamos actuar para llegar a este punto de la vida. 

Hoy eres el resultado de todo tu pasado. Hoy estás leyendo estas líneas porque hace 20 años caminaste un poco a la izquierda, porque te separaste de alguien o comiste un chocolate extra.

Si puedes estar en paz con este aspecto de la aceptación, verás que la culpa y el arrepentimiento pierden poder sobre ti.

Eso no significa que no debas arreglar las cosas en caso de que hayas herido a alguien o que hayas creado situaciones de sufrimiento. Al contrario. Aceptar la calidad de tus decisiones te da la claridad de hacer arreglos, de aprender y mejorar para no traer más sufrimiento al mundo.

Las decisiones tomadas en el pasado son lo que son. No se juzgan. Se aceptan para aprender de ellas. Eso es todo.

Entonces ya se acabó el post. Todo lo que haga está bien y puedo ser un tarado egoísta sin tener que arrepentirme. Entendido. Gracias, Chocobuda.

 

No tan rápido.

Aún aceptando las consecuencias de tus actos del pasado, todos los días nos enfrentamos a toma de decisiones ególatras que necesitamos resolver.

El simple hecho de tener que tomar una decisión, es un proceso egoísta por naturaleza. 

Piensa en la calidad de tus decisiones. Hay que elegir entre un teléfono móvil y otro. Un auto u otro. Una persona o la otra. Un tipo de comida u otro. Un color de ropa o el otro. Un video juego o el otro. Un accesorio o el otro.

Quizá hay decisiones un poco más complejas que involucren la salud o la educación; al final todas las opciones que se abren ante ti son opciones porque sólo te sirven a ti. ¿Cuándo has pensado en el bien de los demás al elegir entre dos modelos de auto? ¡Nunca!

Cuando piensas en la calidad de tus actos y en cómo afectas a los demás, la toma de decisiones se vuelve más fácil. Si apelas a la compasión y a la generosidad, elegir se vuelve un proceso feliz y transparente porque hagas lo que hagas, estás siendo de utilidad al universo.

Así que aquí está la…

Guía Oficial De 1 Paso Para La Toma De Decisiones:

1. Elige la opción que a más seres vivos beneficie.

 

Cada quién decide lo que es moralmente más útil para su comunidad. Puede que comprar un auto nacional te parezca mejor que un importado. Quizá NO comprar un teléfono nuevo sea mejor para el planeta tierra. Ir por comida al mercado local podría ser mejor que comprar en el supermercado. Podría ser que dejar la relación que no te satisface sea algo virtuoso para mucha gente que no habías considerado.

La idea principal es que siempre que se abra una toma de decisiones, hay que mirar a los demás y pensar en cómo los afectaremos con nuestras acciones.

De esta forma, hagas lo que hagas, siempre estarás construyendo una mejor vida para ti y para los que te rodean.