galletas

En este momento, aquí y ahora, dame tu pensamiento más valioso. Pon en tu mente lo más importante. Puede ser una idea, un recuerdo, el cariño hacia algo o alguien; lo que sea que define el universo para ti y no lo dejes ir. Haz que se quede el mayor tiempo posible.

Con este pensamiento ultra valioso corre a la tienda y compra un paquete de galletas.

Paga con ese pensamiento.

¿Qué sucedió? ¿No lo aceptaron a cambio de un producto?

¿Por qué sería?

Este experimento lo puedes repetir con lo que sea: tu idea sobre política, tu religión, tu super urgencia, tus aspiraciones monetarias, el amor de pareja o los recuerdos que más atesores.

Todo eso que te hace sonreír, lo que te hace sufrir, tus deseos, todo lo que no te gusta y hasta tu personalidad… son pensamientos cuyo valor es cero. Los atesoramos y vivimos por ellos porque aseguran nuestro ego y afirman nuestras opiniones.

El el budismo zen, yoga e hinduismo es bien sabido que los pensamientos son solo una herramienta para navegar y sobrevivir en el mundo. Nos ayudan a entender lo que está cerca, a aprender y comunicarnos. De ninguna manera representan la realidad, solo nuestra personalidad.

La verdadera naturaleza de los pensamientos es el vacío (vacuidad). Son solo relatos que nos contamos y carecen de todo valor y de contenido.

En algún punto de la historia de la civilización olvidamos esto y ahora son la causa número uno de nuestra infelicidad, porque asumimos que son importantes.

En el momento en que un pensamiento se vuelve de valor, la mente lo toma para hacerlo crecer y no para. Es como cuando imaginas que ganaste la lotería: la mente no para de hacer planes y fantasías de lo que harás cuando cobres los millones.

Comprender esto es muy útil para la vida, independientemente de tu credo o cultura.

Así que cuando sientas que estás sufriendo por algo, pregúntate:

¿Puedo comprar galletas con este pensamiento?

La respuesta siempre será no, lo cual hará más fácil tener perspectiva de las cosas.

Los sentimientos se sienten. Si hay que llorar, lloramos.

Si estamos enojados, se siente la ira pero no se actúa.

Si estamos eufóricos, saboreamos cada instante.

Pero recordamos que cuando nos abrazamos a los pensamientos y opiniones, el sufrimiento comienza.

Este es un tema recurrente en el Budismo Mahayana y hay tratados completos sobre la naturaleza del pensamiento. Por eso recitamos el Sutra del Corazón, que nos explica que los pensamientos son flotantes, vacíos y que se deben ir. Termina con el mantra de La Perfección del Gran Sabiduría (Prajnaparamita):

Gate, gate, paragate, parasamgate, boji suaka

Se fue, se fué, se fué lejos, se fué muy lejos. ¡Regocijo en el Buda!