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Un día llegó a los oídos de Tokuzan, el estudioso, que un maestro budista iluminado en el sur de China había penetrado por completo la verdad contenida en el Sutra del Diamante.

Siendo el erudito que era, Tokuzan empacó todos sus libros y comentarios sobre el Sutra del Diamante. ¡Los documentos pesaban casi 150 kilos! A toda prisa salió para ir a escuchar a este nuevo maestro.

En el camino se detuvo a descansar y se topó con una anciana vendedora ambulante.

—¿Qué vendes?— preguntó Tokuzan.

—Tortas de arroz— respondió la abuela.

—¿Me venderías una?— quiso saber el estudioso.

—¿Para qué querrías una torta de arroz?

—Para refrescar mi mente.

La mujer miró los 150 kilos de libros de Tokuzan.

—¿Qué es todo eso que cargas?— preguntó ella.

—¿No has escuchado? Soy el experto más grande del Sutra del Diamante. No hay parte de él que no comprenda. Todos estos documentos son comentarios y notas sobre el Sutra del Diamante—, respondió el orgulloso académico.

—¿Puedo hacer una pregunta?

—Claro que sí.

—He escuchado que el Sutra del Diamante dice que la mente del pasado no puede ser tomada, que la mente presente no puede ser tomada y que la mente futura no puede ser tomada. ¿Qué mente quieres refrescar con mis tortas de arroz? Si me dices, te venderé una. Si no respondes, no te venderé ninguna torta de arroz.

Tokuzan se quedó perplejo y no pudo encontrar respuesta.

 


Esta historia es parte del Shobogenzo, el libro máximo del budismo zen (Japón entre 1231 y 1253). Master Dogen, el autor, la usa para explicar la diferencia de pensamiento entre teólogos y teóricos.

Sin entrar en muchos detalles diré que siempre me ha gustado mucho porque también nos explica que el intelecto nos sirve para entender el mundo que nos rodea… pero las cosas quedan realmente claras cuando las preguntas se dejan ir al viento y nos dedicamos mejor a observarlo todo sin juicios.