budismo

 

Un querido amigo me ha preguntado:

Tengo una pequeña inquietud a propósito de la validez del buddhismo en la actualidad —algo que, personalmente no pongo en duda—, y es ¿cómo conjugarlo, introducirlo en mi activismo político? ¿Hay publicaciones, análisis, que se hayan hecho al respecto? Porque para mí, la expresión «anarcobuddhismo» tiene todo el sentido del mundo, pero me gustaría saber qué se cuece por ahí y tener más elementos de discusión

 

Como la respuesta es compleja decidí escribir esta entrada. Hay mucho qué decir y se han escrito cientos de artículos y libros al respecto, pero daré mi opinión personal con base en lo poco que sé.

A lo largo de la historia el budismo se ha tratado de mantener alejado de todo tipo de política o movimiento social. O al menos en teoría. El problema de los grupos budistas es que está lleno de humanos con ego (y ganas de conservar el pellejo), que siempre estarán dispuestos a pelear por que su opinión sea la ganadora. Las cosas han escalado al punto de que la violencia física entre escuelas budistas ha sido tema común, en especial en la trayectoria del budismo en China, durante la dinastía Song (960–1279 Era Común).

Es justo el caso de Hotei, el buda gordo de los chinos. Originalmente Hotei era un dios de la abundancia y la felicidad. Cuando el budismo llegó a China (50-70 EC) fue atacado por las prestigiadas escuelas taoistas y confucionistas, que dominaban el panorama y recibían el favor de los poderosos. Para conservar la vida, los monjes budistas tuvieron que admitir que Hotei era el Buda y aceptar las filosofías locales. Con el tiempo nació la leyenda de que Hotei había sido un monje Chan dedicado a ayudar a los demás.

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En Japón medieval los monjes Rinzai y Zen se alineaban con diferentes regidores para conservar la vida, también.

En la actualidad hay naciones como Myanmar en las que el budismo se ha mezclado con política y los resultados son cientos de muertos. Es lamentable.

Por otro lado también hay que mencionar que han habido maestros budistas que caen en las trampas de la política y viven por ella. Pero eso solo implica que son políticos que usan la bandera del budismo como instrumento de propaganda.

Y es que budismo y política son mutuamente excluyentes. Son las personas en el poder las que no recibían bien las ideas de paz y compasión del budismo. Entonces los monjes necesitan crear alianzas y acuerdos para que las escuelas continúen con recursos… y con vida.

La política es avaricia, conflicto, el descontrol que trae la pasión y hambre por el poder. El budismo es paz, protección de la vida, calma y renuncia.

De hecho, las escuelas modernas de Zen consideran a los políticos como personas enfermas.

Han habido gobernantes que intentan practicar algún tipo de budismo, pero tan pronto el poder y la opulencia tocan el corazón, se alejan para siempre del dharma.

Entonces, ¿cómo incluir el budismo en el activismo político? Hay que abandonar el activismo porque es un concepto excluyente y que evoca combate. Si lo que queremos es ayudar a los demás, crear sociedades justas y que afirmen la vida, hay que trabajar por el bien de los demás seres vivos, en equipo y bajo los preceptos de Gratitud, Compasión y Generosidad.

No hay banderas, partidos políticos, no hay ningún tipo de alineamiento. Solo avanzar un paso a la vez, un día a la vez, un ser vivo a la vez.

Finalmente «anarquía» tampoco comulga con el budismo. De ninguna manera. Anarquía es un estado social de desorden que rechaza todo tipo de control o autoridad.

El budismo es disciplina, autocontrol, renuncia. Es respeto y reverencia por los maestros que nos han dejado su conocimiento, dedicación y vida. Vivimos por reglas claras que son los Preceptos, las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Camino Óctuple; y juntos son la Vía que nos lleva a terminar el sufrimiento. De igual forma nos alineamos a la constitución de nuestros países, a las reglas de la sociedad… a menos, claro, que vayan en contra de la vida misma.

Algunas publicaciones y papers que he leído al respecto: