Foto: Boston Review

Hay muchas razones por las que el budismo no es popular para el mundo occidental. Quizá la más grande de todas es el hecho de que en cualquier escuela budista no nos hacemos tontos; sabemos perfectamente que la responsabilidad de nuestra felicidad está en nuestras manos.

Y el el Budismo Zen esto es aún más brutal y honesto.

Sabemos que cada acto, por pequeño que sea, genera ondas por todo el universo. Lo que parece algo insignificante como llegar tarde o comer una manzana, repercute y afecta la realidad… que va más allá de nuestra comprensión.

Conjunta todas las culpas en una es una frase que podría ser el deleite de las religiones basadas en la culpa. Pero en realidad no se refiere a este tipo de culpa. Lo que buscamos es comprender que no hay culpas de ningún tipo cuando aceptamos la responsabilidad de cada pensamiento, palabra o acto.

Este eslogan nos recuerda que no podemos ir por la vida culpando al gobierno, al clima, a Mercurio o a la pareja. Seguro, hay personas que actúan con una mente engañada por la ignorancia y la avaricia, pero está en cada uno de nosotros saber hasta donde queremos engancharnos el el sufrimiento.

Lejos de parecer algo que nos condene a sentirnos mal o buscar cabezas para cortar, esta frase es liberadora porque nos impulsa a pensar que si todo lo que pasa en mi vida es afectado por mis acciones… ¿por qué no hacer lo posible por beneficiar a los demás? ¿Por qué no crear un estilo de vida que permita que todos a mi alrededor tengan una buena vida? ¿Para qué consumir o comprar lo que no necesito?

La mentalidad de conjuntar todas las culpas en una también nos lleva a la introspección y al aprendizaje. No importa qué tan ruda sea la situación por la que se esté pasando, hay mil lecciones que la vida pone bajo nuestra nariz. ¡Están ahí a nuestro alcance! Es cuestión callar la producción  de pensamientos chatarra para poder entender y aplicar lo aprendido.

Este eslogan es real para la transformación personal, pero también para las sociedades. Hoy más que nunca tiene un valor especial.

Si en lugar de buscar grupos a los que odiar, buscáramos grupos a los que ayudar, el mundo comenzaría a dejar atrás las divisiones y podría progresar más allá de la sociedad de consumo.

Pero uno siempre puede comenzar esta práctica de manera personal. En mi experiencia, esta mentalidad se contagia y alcanza a otros seres de formas que jamás imaginaríamos.

Hoy la responsabilidad por tu felicidad está en tus manos. ¿Qué harás con ella?

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