¿Quién es esta persona? [Choza de césped 5]

Luego de algunas semanas de pausa para pensar, continúo con mi estudio del poema zen Soanka o La ermita con techo de césped. La quinta línea nos dice:

El habitante de la choza vive aquí tranquilamente

En primera instancia esta línea sólo nos indica que la choza tiene a alguien viviendo dentro. Pero lo que intriga es que Master Shitou cambia el sujeto a tercera persona. La primera línea dice con claridad «[Yo] He construido una choza de césped…»

El poeta habla en primera persona, usando todo su ser en la frase para indicar que él y nadie más ha fabricado un refugio hecho de pasto.

Pero luego se deshace del YO para hablar de alguien más que no es YO. Es alguien que él mira desde lejos, como si fuera un ser vivo más en el universo. Habla de sí mismo como si fuera alguien más, sin relacionarse directamente con él.

Y esta es toda una enseñanza sobre el ego.

Para la psicología budista el ego es sólo una ilusión. Es una colección de historias a las que nos aferramos para crear una identidad, nuestra personalidad. Por supuesto que el ego es necesario. Es lo que nos hace levantarnos en la mañana, cuidar nuestra mente y cuerpo, salir a trabajar, descansar y relacionarnos con los demás. Necesitamos un ego sano y bajo control para cumplir nuestras metas y sueños.

Un ego sano nos permite amarnos y amar a los demás. Nos hace salir adelante y ser felices.

El problema es que el ego se puede inflamar con mucha facilidad cuando perdemos de vista (o ignoramos) que el ego lo hemos construido nosotros mismos y que nos hemos aferrado a él.

Un ego enfermo genera fantasías de poder, de auto-complacencia y de importancia. También crea miedos, inseguridades y tristezas que nos llevan a la depresión.

Pasar demasiado tiempo pensando en uno mismo nos lleva a ignorar a los demás y a pasar sobre ellos para cumplir nuestros caprichos y asegurar nuestras opiniones.

Pero al final, el ego es una ilusión. No es nada más que un puñado de historias que decidimos contarnos una y otra vez.

¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Hacia dónde voy? Son preguntas que todos nos hacemos, pero cuya respuesta no llegará mientras sigamos montados en el ego. Pasamos demasiado tiempo buscando afuera lo que siempre hemos tenido dentro.

Cuando meditamos el ego disminuye a la mínima expresión. Lo soltamos y lo dejamos flotar. Sólo así podemos ver de lejos al constructor de la choza. Mi choza. Tu choza. La choza de todos.

Cuando entramos en meditación profunda el ego desaparece por unos segundos y nos fundimos con el universo. No hay nada qué agregar y nada qué quitar. Todo lo que está está unido por la luz dorada de la existencia. Todo tiene un sitio y propósito. Todo está unido y todo cabe en la panza del Buda.

El constructor de la choza es un ser vivo más, unido a los millones y millones de seres vivos en el universo. No diferente a una bacteria, un simio o a una vaca. Todos los seres vivos somos un solo ser.

Pero el ego se interpone y siempre quiere más. No se conforma con una choza de pasto. Quiere casas, autos, relaciones, poder y mucho dinero.

¡Qué tontos somos! Si tan sólo pudiéramos vernos por afuera entenderíamos. Y seríamos libres de nuestras opiniones y de nuestros demonios.

El ego es una ilusión creada por el constructor de la choza de césped.

Al final de la línea, Shitou usa la palabra tranquilamente.

Cuando soltamos el ego llega la paz absoluta. Se acaban las tristezas, las decepciones, la infelicidad.

Entender hasta la médula que el ego es una fantasía nos hace ver nuestro lugar en el cosmos.

Y entonces entramos a la Tranquilidad.

La hiedra en nuestra vida [Choza de césped 4]

Continúo con mi estudio del poema zen Soanka o La ermita con techo de césped. La tercera línea dice:

Cuando terminé la choza, nuevas hiedras aparecieron.

Aquí Master Shitou nos cuenta que luego de mucho trabajo pudo terminar de construir su hogar. Pero justo al final se percata de que en el pasto han salido hiedras.

En la jardinería las hiedras son parásitos que no sólo hacen feo el jardín, sino que enferman a las plantas que ahí habitan. Les roban vida. No importa cuánto nos esforcemos en quitar la hiedra, al poco tiempo vuelve a salir.

Conozco muchas personas que se frustran, hacen berrinche y se enojan sobre manera por las hiedras y las plagas. Toman todas las medidas precautorias, investigan, se esfuerzan, trabajan horas en el jardín; todo para que a los pocos días llegue un batallón de pulgones a devorarlo todo. Y cuando los pulgones se van, regresa la hiedra.

Siempre regresa, así como la infelicidad y la frustración.

La casa del poeta ha sido terminada, pero está invadida por la hiedra. Quizá había quedado hermosa, pero la hiedra pone en riesgo todo, además de que mata la belleza de la vivienda.

Nuestra vida y todo lo que hacemos es la Casa de Césped. La construimos con mucho esfuerzo, la moldeamos hasta que quede justo como la queremos y luego descansamos un momento. Cuando volteamos la cara hay algo que lo destruye todo.

¿Cuántas veces no nos ha pasado? Luego de horas de estudio, reprobamos el examen. Planeamos el viaje ideal y se descompone el auto en media carretera. Cuando somos más felices con la pareja, pasa algo que envenena la relación. Cuando más hermosos nos sentimos, nos damos cuenta que estamos envejeciendo. Cuando estamos disfrutando más al abuelo, ¡se le ocurre morir!

La vida está llena de hiedras, pero somos tan pretenciosos y egocéntricos que decidimos ocultar las cosas feas bajo la alfombra. Nos centramos tanto en lo que nos conviene, que ignoramos el hecho de que la vida es dinámica y cambiará nos guste o no.

Y justo porque estamos tan enamorados de nuestro ego, rechazamos la Impermanencia de las Cosas. La odiamos. No queremos pasar por ninguna especia de cambio que modifique el estado actual. ¡Lo queremos todo porque somos los reyes del universo!

Pero no lo somos. El universo no está para cumplir nuestros caprichos. Somos nosotros los que debemos aportar al universo. Eso es toda una lección de humildad que pocos están dispuestos a reconocer.

Quizá Master Shitou se sintió enojado y lleno de frustración al ver que su hogar había sido invadido por las plantas parásitos.

Pero entonces nos regala la cuarta línea del poema:

Ahora sigue en pie, cubierta por la hiedra.

Imagino que el maestro debió haber pasado un mal rato. Pero luego decide ver la realidad para reconocer que a pesar de la hiedra, la choza no se ha derrumbado.

Esto me hace recordar una sabia frase: los problemas se resuelven contigo o sin ti. ¿Entonces para qué sufres?

Cuando aceptamos la vida como es, cuando sabemos que todo está en movimiento y que nada dura para siempre; es mucho más fácil aceptar el cambio.

La enseñanza de la Aceptación tiene muchos críticos en el mundo capitalista porque piensan que el budismo es conformismo y mediocridad. ¡Nada más lejos de la verdad que eso!

No es que debamos dejar de tomar las riendas de nuestra vida. No se trata de dejarnos vencer para esperar la muerte. No, para nada. Se trata de adaptarse al cambio sin oponer resistencia, sin juicios y caminar un paso a la vez. Con integridad y sabiduría porque sabemos que nada viene sin esfuerzo.

Quizá es molesto tener que quitar la hiedra una y otra vez, pero el jardín siempre estará ahí majestuoso y mucho más grande que cualquier cantidad de hiedra que pueda nacer.

Porque la hiedra es parte del jardín y siempre será así.

La muerte es parte de la vida. No existe libertad sin entender que también hay opresión y esclavitud en el otro extremo. La felicidad no la podríamos entender sin la amargura y la tristeza.

El universo está en equilibrio todo el tiempo. Pero somos tan ciegos y tontos que queremos que siempre nos beneficie invariablemente.

La choza de césped tiene hiedras. Pero Shitou sabe que son parte de la choza.

Y la choza permanece.

 

Disfruta tu siesta (y lo que eres, lo que tienes) [Choza de césped 3]

Sigo con el estudio del poema zen Soanka o La ermita con techo de césped.

La segunda línea es hermosa por su simpleza y elegancia:

Después de comer, me relajo y disfruto una siesta.

Shitou Roshi nos dice que luego de trabajar en la construcción de su choza de pasto, hace una pausa para comer y dormir, presumiblemente por la tarde. Está satisfecho por haber edificado su hogar, tiene la panza llena y llegó el momento de relajarse.

Está satisfecho y se relaja.

¿Cómo se puede estar satisfecho por tener una choza de pasto? ¿Acaso no le importa que el viento la derribe? ¿Cómo es posible que se relaje y duerma cuando no tiene nada para comer mañana? ¡Qué horror!

Esta línea del poema va en contra de lo que somos en la civilización humana, que nos lleva a siempre desear más. Parecería que el concepto de paz no puede existir sin que dependamos de miles de cosas materiales y seguros de vida.

Basamos nuestra tranquilidad en ilusiones de seguridad y de plenitud. Queremos todo más grande, más ruidoso, más colorido y más divertido.

Vivimos en un pináculo cultural y tecnológico sin precedentes. ¡Lo tenemos todo! Pero somos más infelices e ingratos que nunca y hemos olvidado cómo descansar sin tener que estar mirando la pantalla del teléfono. Eso genera estrés y angustia a niveles que no queremos reconocer.

Pero el poeta se da cuenta de ello y mejor hace una pausa. Shitou vivió en un tiempo en el que los emperadores y muchos monjes construían monumentales mansiones para demostrar quién era más santo. En realidad no hemos cambiado nada.

Shitou está contento con lo que es, con lo que está. No desea nada porque está satisfecho con lo que hay, con el presente, con sus logros.

El Maestro no necesita reconocimiento, seguros de vida, iPhone, música, juegos de video o siquiera una pareja. Sólo tiene una choza de pasto, el cielo y lo que la Madre Tierra le da.

Quizá mañana no tenga qué comer. Quizá mañana enferme. Quizá mañana muera. No lo sabe y no está interesado en saber porque mañana será otro día, y se presentará como un manto en blanco para que el pincel de su vida escriba la historia.

Pero eso no importa. Lo que importa es hacer una pausa y disfrutar la tarde.

Esta línea es muy significativa para mi porque describe mucho de lo que ha sido mi vida en los últimos años. Dejé atrás los títulos, los empleos grandilocuentes, la búsqueda por reconocimiento. En el pasado está la tradición familiar, el apellido y las tradiciones.

Dejé las marcas y ahora visto camisetas, las más baratas. Sólo compro zapatos cuando los actuales están destrozados. Afeito mi cabeza porque dejé atrás la pretensión de la belleza.

Soy el más afortunado de tener un techo sobre mi cabeza, pero no poseo escrituras de una casa. Mi hogar es tan grande que no tengo palabras para describirlo. Mi hogar está hecho de pasto, de cielo y todos los seres vivos cabemos en él.

No tengo nada más que lo necesario para vivir y un poco de comida para un par de días. Pero estoy rodeado de personas maravillosas y dedico mis días a ayudar a los demás.

Vivo con el Buda en mi corazón, con el Dharma en mi mente y con la Sangha en el mundo.

Y nunca había sido más feliz.

Al igual que Master Shitou, a diario construyo una choza de césped y después de comer duermo una siesta.

El verdadero valor agregado [Choza de césped 2]

Estos días he estado estudiando el poema zen Soanka o La ermita con techo de césped y comienza con una línea muy poderosa:

He construido una choza de césped donde no hay nada de valor.

La choza de pasto o césped es tu casa, mi casa. Mi cuerpo y el tuyo. Es el universo. ¿Porqué todos son una choza de césped? Porque el césped es débil, se pudre, se seca y regresa a ser parte de la vida.

Nuestros cuerpos estarán aquí tan sólo un fragmento de segundo del Calendario Cósmico. Son sólo un frasco hecho de un cristal muy débil. Si lo cuidamos mucho, el frasco durará muchos años. Si no lo cuidamos, el frasco se romperá fácilmente. Pero no importa cuánto empeño pongamos, el frasco se romperá y se integrará al flujo constante del universo.

La fortaleza más imponente construida por el hombre se derrumbará porque no podrá soportar el paso del tiempo.

Todo lo que tenemos, lo que somos y todo lo que amamos es impermanente.

El Buda decía que «Todo lo que llega debe irse. Acepta esto en paz y todo estará bien».

Cuando no entendemos que todo es transitorio, es fácil caer en la trampa del valor.

Damos valor a las cosas, nos abrazamos a él y pensamos que siempre será así.

Tal es el caso del oro, por ejemplo. Éste metal es simplemente un pedazo de planeta tierra. No es diferente al carbón o la piedra caliza. Hemos sido nosotros quienes hemos dado valor a esta roca y vamos cometiendo atrocidades por su obtención y control.

También damos valor a las personas, a las relaciones y a todos los objetos que nos rodean. Suena inocente, pero la realidad es que una vez que algo tiene valor para nosotros, comenzamos a construir dependencia y apego. Y en contraste; si a algo le damos valor negativo, hacemos hasta lo imposible para alejarnos de ese objeto.

El Patriarca Shitou Xiqian nos dice en la primera línea de su poema que: todo en la vida es transitorio y que no hay nada de valor en ella.

Entender esto nos libera de muchas cargas emocionales y nos lleva a la felicidad porque sabemos que este día terminará. Sabemos que ésta relación terminará. Sabemos que este helado de chocolate llegará a su fin.

Y justo por que las cosas acaban, hay que estar en paz con lo que hay y con la vida como es. Hoy vivimos, trabajamos amamos y ayudamos. Sólo hoy.

Nada es tan valioso como estar aquí, sin agregar nada y sin quitar nada. Éste es el verdadero valor agregado.

La ermita con techo de césped [Choza de césped 1]

El Patriarca Shitou Xiqian (700-790 DC) fue un maestro Chán que sentó las bases del budismo zen como lo conocemos.

Una de sus más grandes obras es el poema La ermita con techo de césped, que plasma prácticamente todo el conocimiento zen en un sólo lugar.

Como toda la poesía zen, para comprenderlo se debe leer poco a poco, meditando con cada línea para penetrar en la sabiduría.

Con mis pobres conocimientos me he atrevido a traducirlo para su estudio y poder compartirlo con ustedes.

La ermita con techo de césped

He construido una choza de césped donde no hay nada de valor.
Después de comer, me relajo y disfruto una siesta.
Cuando terminé la choza, nuevas hiedras aparecieron.
Ahora sigue en pie, cubierta por la hiedra.

El habitante de la choza vive aquí tranquilamente,
no está atorado dentro, afuera o en medio.
En donde vive la gente común, él no vive.
Los reinos que ama la gente común, él no ama.

A pesar de que la choza es pequeña, contiene al mundo entero.
En diez pies cuadrados, un viejo ilumina formas y su naturaleza.
Un bodhisattva del Gran Vehículo confía y no tiene dudas.
Aquellos que no entienden o los tontos se preguntan:
¿Esta choza perdurará?

Si perdura o no, el dueño original está presente,
sin divagar al sur o al norte, al este o al oeste.
Está firme en su estabilidad, que no puede ser superada.
Una ventana brillante bajo los verdes pinos,
Ni los palacios de jade o torres bermellón se pueden comparar con ella.

Tan sólo con estar sentado meditando, todo entra en calma.
Y así, este monje de la montaña no entiende nada.
Vivir aquí ya no da libertad.
¿Quién acomodará con orgullo los asientos para los huéspedes?

Da vuelta a la luz para que brilles por dentro, luego regresa.
No se puede encarar o dar la espalda a esta vasta e inconcebible luz.
Conoce a los maestros ancestrales y estudia su instrucción.
Reúne césped para construir una choza y no te rindas.

Deja ir esos cientos de años y relájate por completo.
Abre tus manos y camina inocente.
Mil palabras y una miríada de interpretaciones,
están sólo para librarte de obstrucciones.
Si quieres conocer a la persona inmortal dentro de la choza,
no separes de este saco de piel y huesos el aquí y el ahora.