Respeto a la propiedad ajena [Los Cinco Preceptos 3/6]

Respeto a la propiedad ajena [Los Cinco Preceptos 3/6]

Uno de los comportamientos humanos que más curiosidad me despierta, es el del robo.

No importa cuánto nos esforcemos, todos en algún momento de nuestra vida hemos robado algo. Robamos post-its o clips en la oficina, servilletas en un restaurante, dinero a nuestros padres, descargamos propiedad intelectual de la red, evadimos impuestos, usamos señal wi fi ajena, nos volamos* lo que sea con el pretexto de que somos más inteligentes… y lo peor es que nos justificamos creyendo que tenemos la razón.

Robamos. Esa es la cruda verdad. Lo hacemos todo el tiempo. Pero cuando nos llega a suceder y nos afecta, entonces sí nos parece algo antiético. Decimos que es violencia, que el crimen ha subido.

Cuando un político desaparece dinero o cuando una autoridad nos soborna, nos sentimos víctimas y clamamos por justicia y equidad.

El acto de robar es perturbador. Es irónico que  robar roba tranquilidad para la víctima, y roba honestidad y honor para el culpable.

Todos sabemos que está mal y lo detestamos.

Pero, ¿porqué lo seguimos haciendo? Hay cientos de razones.

Seguimos usando lo ajeno porque muy en el fondo nos sentimos justificados. Si hay alguien que tiene más y mejores cosas que nosotros, en secreto lo odiamos.

Tomamos algo que no es nuestro porque ahí está. Porque hay oportunidad de no ser descubiertos.

En ocasiones es por pobreza extrema y porque hay una falta de oportunidades tajante, lo que obliga a alguien a tomar algo que realmente necesita.

Robar obedece a la avaricia, que es parte del Apego, uno de los Tres Venenos de la mente.  Junto a la Ira y la Ignorancia, son los causantes de la infelicidad.

Como sea, el robo es real y hace que la sociedad se estanque, sin poder avanzar hacia una mejor cultura.

En el budismo, el segundo de los Cinco Preceptos dice:

Entreno para no tomar lo que no se me ha dado.

Habla sobre la la propiedad ajena y el derecho a la nuestra. Si algo no se nos ha dado libremente, no hay porqué robarlo ya sea en secreto, por fuerza, con engaños o fraude.

De la misma forma, aprendemos a no utilizar el dinero para comprar cosas que le pertenecen al público o a otras personas.

En un sentido más amplio, este precepto también significa que no tenemos que evadir nuestras responsabilidades. Si un día en la oficina somos negligentes con nuestro trabajo, entonces estamos robando tiempo que deberíamos pasar resolviendo nuestros pendientes.

Para detectar el robo es necesario poner atención a nuestro comportamiento y detenernos en seco antes de que suceda. Así nos damos tiempo para pensar en las consecuencias de lo que estamos por hacer.

Estas preguntas pueden ser de ayuda: ¿Perjudico a alguien? ¿Me sentiré bien si lo hago? ¿Me gustaría que me lo hicieran a mi?

No importa qué tan seductora sea la idea de tener cable gratis, robarlo a un vecino es inmoral y con seguridad tú de indignarías si fueras la víctima.

Practicar con este Segundo Precepto también incluye practicar la generosidad, que es una virtud que elimina el robo. Un practicante da al pobre y al enfermo porque entiende que ellos tienen necesidades más grandes.

Ser respetuoso de otras personas también es un rasgo de la generosidad.

Lo mismo aplica para atender las necesidades de nuestros padres, maestros y amigos. Ofrecer consejo y refugio a quien lo necesita.

Creo que si pudiéramos detener el acto de tomar lo ajeno, podríamos estar listos para una mejor humanidad.

¿Tú has robado algo? ¿Te sientes cómodo haciéndolo? ¿Cuál ha sido tu pretexto?

*Volar: modismo mexicano para robar. «Me volé un libro» implica robo, pero justificado con inteligencia y humor. Apunta a una superioridad imaginaria del culpable. Lo sé, es muy lamentable.

Este es el segundo artículo de una serie sobre Los Cinco Preceptos. Para ver las entradas anteriores, clic aquí.

Respeto a la propiedad ajena [Los Cinco Preceptos 3/6]

Respeto absoluto a la vida [Los Cinco Preceptos 2/6]

Como ya lo hemos hablado antes, el budismo nos da una serie de preceptos éticos que nos sirven para llevar una vida de honor y tranquilidad.

La primera de estas declaraciones es:

Acepto no tomar la vida de ningún ser vivo.

Ya sé que hay muchos factores qué discutir a este respecto. Antes de que los fundamentalistas de los derechos animales y los alimenticios me ataquen, explico:

El fondo de este precepto es respetar absolutamente la vida, en todas sus formas. Para el budismo tradicional, que es el que yo practico, el respeto a la vida corresponde a no matar seres vivos por deporte, placer o entretenimiento.

Con esto dicho, el precepto de respeto a la vida es lo que nos mueve a tener siempre una conducta ética.

Vivimos con este pensamiento como eje rector de nuestras acciones y cuando entendemos que cualquier acción, por pequeña que sea, pone en riesgo una vida inteligente, tratamos de pensar mucho antes de hacerlo. O simplemente desistimos.

Pero el respeto a la vida no sólo se queda en el «no matarás». Va mucho más allá porque nos impulsa a ser cariñosos, compasivos y protectores de todo tipo de seres con los que compartimos el planeta.

Entendemos que somos parte de un ecosistema al que estamos poniendo en riesgo y que necesita que actuemos para detener el daño que hemos causado y que, por ende, nos perjudica.

Afirmamos la vida con risa, salud, aire, amistad y compasión. Podemos entender el sufrimiento y tomar una postura activa para ayudar a mitigar que los seres pasen por momentos difíciles.

Todo esto suena perfecto, pensarás querido lector, pero por desgracia este precepto parece estar descompuesto en estos tiempos.

Entre más leo las noticias, más veo que nuestro deporte favorito es el andar extinguiendo la vida por todos lados.

Lo positivo de esto es que está en nuestras manos poner un fin a esta cadena de muerte. ¿Cómo? Entendiendo que todo lo que hacemos repercute en la vida de los demás y tomando responsabilidad de nuestras acciones. Apelando al sentido común y la compasión.

Entendamos que el planeta no nos pertenece, que somos tan sólo una especie más en un sistema enorme del que abusamos. Entendamos que esta posición privilegiada no durará para siempre y que cada árbol o animal que destruimos nos repercute de manera directa.

Y es tan fácil. Sólo hay que detenerse y usar esa sandía que llevamos por cabeza.

Este es el segundo artículo de una serie sobre Los Cinco Preceptos. Para ver las entradas anteriores, clic aquí.

Respeto a la propiedad ajena [Los Cinco Preceptos 3/6]

Los Cinco Preceptos de la ética budista [Los Cinco Preceptos 1/6]

 

En los pasados artículos han surgido comentarios y me han escrito correos que me han hecho reflexionar. Muchas de las preguntas que surgen son con respecto a la naturaleza de nuestra conducta y a cómo adaptarnos ante cambios que están fuera de nuestro control y de cómo reaccionamos causando el menor daño posible a nosotros mismos y a la sociedad.

A pesar de que la respuesta radica en aplicar el sentido común (que no es el más común de los sentidos) y en la regla básica del filósofo y buen amigo Momo, hay que portarse bien, a veces necesitamos una guía que nos ayude a entender porqué hay que tener buena conducta y porqué debemos ser responsables con todo lo que hacemos.

Y es que muy pocas personas comprenden que la vida se comporta como un pacífico estanque de agua. Si arrojas una piedra a un pacífico estanque, esta creará ondas. Las ondas se expanden y al chocar con los objetos, crean nuevas ondas que rebotan y regresan a su punto de origen. Estas ondas mueven toda e agua y poco a poco el estanque regresa a la calma.

Por supuesto, las ondas son nuestras decisiones. Todos los cursos de acción o de inacción que tomamos afectan el universo a nuestro al rededor.

Ya sabemos que estás loco, Chocobuda. Pero en buena onda, ¿en qué te afecta que yo tenga 3 novias al mismo tiempo y que salga a emborracharme los  fines de semana? En mucho. No es que yo sea la víctima directa de tus excesos, pero cuando engañas a tus parejas y abusas de tu cuerpo al emborracharte, estás creando olas que afectan a tus amigos, familia, a los conductores en la calle (si es que conduces en estado de ebriedad), al medio ambiente, con varias parejas al mismo tiempo incrementas tus posibilidades de enfermedades sexuales, y un largo etcétera de factores.

Las malas decisiones de una persona, el egoísmo, el autosabotaje, los celos, la ira, el engaño, la mentira, el asesinato; todo ello contribuye a una peor ciudad, a un país que no sale de donde está y a una humanidad que sangra con la indiferencia de todos.

Creo que queda claro el punto. Hay que portarse bien, pero hay que tener una guía de cómo hacerlo.

La humanidad ha creado códigos de ética y moral desde el principio de la historia registrada, así que si tú guías tu vida con alguno de ellos, felicidades. Sólo pregunta si en realidad lo sigues de todo corazón.

A mi me funciona mucho la ética budista con sus preceptos y su manera tan dura y objetiva de ver la vida. Los comparto.

Los Cinco Preceptos o Pañca-Silani

A reserva de que los veamos uno a uno en artículos posteriores, los cinco preceptos con los que rijo mi vida son:

1. Entreno para no tomar la vida de cualquier ser vivo

2. Entreno para no tomar lo que no se me ha dado

3. Entreno para no tener una conducta sexual dañina

4. Entreno para no hablar con rudeza y falsedad

5. Entreno para no intoxicar mi mente con sustancias

Todos ellos en su totalidad forman una vida realmente tranquila y sin culpas. La parte difícil es aplicarlas y estar consciente cuando estamos haciendo lo contrario… que puede ser con mucha frecuencia.

En próximos artículos los analizaremos uno a uno.

De todo corazón, les aconsejo que los lean con atención y los analicen. Creo que pueden encontrar mucha sabiduría en palabras sencillas que pueden mejorar no sólo su vida, sino el mundo en el que vivimos.

 

 

 

 

 

E de Ética y su única regla [El abecedario del Choco Buda]

E de Ética y su única regla [El abecedario del Choco Buda]

ADVERTENCIA: Este es un tema pesado, aunque traté de hacerlo no tan clavado. Si quieren algo leve, sin complicaciones y que también habla de ética, dar clic aquí.

Hablar de ética en tiempos donde las balas vuelan, la corrupción es cotidiana y el crimen se convierte en una opción de trabajo real para millones de jóvenes, es muy peligroso. Hay riesgo de caer en lugares comunes y clichès que no llevan a ningún mensaje.

Y es que los valores éticos cambian de acuerdo a cada país, cultura y comunidad. Conozco pueblos en México que se dedican a elaborar fuegos artificiales, a pesar de que están prohibidos en la ley. La economía de estos lugares está sostenida por la venta de pólvora y la cantidad de gente mutilada por accidentes es alarmante. Las autoridades lo saben perfecto, a tal grado, que ellos mismos compran fuegos artificiales prohibidos a los lugareños, con la concebida extorsión siempre aplican.

En la Ciudad de México existen comunidades que no sólo viven del crimen, sino que, entre todos, se cuidan y protegen de las autoridades. Roban, venden drogas, desmantelan autos y linduras por el estilo.

Entonces, ¿cómo hablar de ética en un mundo violento y carente de principios? Peor aún, ¿cómo podemos definir la palabra ética? ¿Bajo qué marco de referencia la aplicamos? ¿El del crimen? ¿El de los traficantes de drogas? ¿El del político que quiere más poder y dinero? Es muy difícil, la verdad.

Y justo por eso, este artículo lo escribo desde un punto de vista personal. Cada quien aplica la ética como más le funciona y a mi me funciona pensar que aun existe bondad y cariño en el ser humano. Y no, no me estoy auto engañando.

La ética es una rama de la filosofía que ayuda a elegir entre conceptos como bien y mal, noble e innoble, justicia e injusticia. Y de verdad no es necesario seguir mil tomos filosóficos al pie de la letra porque todos llegan a una simple conclusión:

Si lo que estás por hacer causará daño a alquien, no lo hagas. PUNTO

Esta regla, por supuesto, aplica para nosotros mismos.

¿Estás a punto de comprar un aparato electrónico robado? Piensa bien las consecuencias. Comprar algo así promueve el crimen y es muy posible que la próxima víctima seas tú.

¿Llegó el fin de semana y piensas ponerte hasta el chipote en alcohol? El único perjudicado eres tú.

¿Vas a mentir por llegar tarde al trabajo? Quizá todo el teatro de montar una mentira te salga bien, pero las mentiras se olvidan. Caerás por tu propio peso y serás tu propia víctima.

Tienes en una relación estable, pero tu compañero de oficina te está seduciendo y caes en la tentación. ¿No crees que alguien saldrá muy lastimado/lastimada de esto?

Y de verdad que hay mucho qué decir para mi porque el budismo tiene tomos y tomos sobre ética. Pero eso es algo que a cada quien nos toca descubrir y ver hasta dónde podemos doblar nuestras propias convicciones.

Ética budista

El budismo tiene este mismo principio, el de no dañar a nadie, dividido en los Cinco Preceptos. Los entrenamos a diario y están en forma de lista para hacernos conscientes de que existen y de que siempre que se pueda los apliquemos.

No, no es una lista de mandamientos divinos, son reglas de sentido común que se aplican para la vida en cualquier sociedad y apelan al sentido común, más que a factores infernales.

1. Entrenar para evitar tomar la vida de algún ser. Este es, para mi, el punto más controversial y lo analizaremos con profundidad en un post futuro. Básicamente nos dice que, en la medida de lo posible, no hay que matar.

Si te ensucias las manos y la mente como para matar un humano, para divertirte con las corridas de toros o peleas de gallos, tu ética y calidad humana disminuyen. El dolor ajeno, aun de un animal, persona o planta, nunca es divertido.

2. Entrenar para evitar tomar lo que no se te ha dado. Robar tiene graves consecuencias legales e internas. Las legales las conocemos, pero las internas son peor.

Si robas una vez y te sale bien, tu realidad se distorsiona y comienzas a pensar en que es correcto lo que haces. Se transforma en tu estilo de vida y te sientes justificado. Si no me creen, vean cómo actúan miles de jóvenes que roban a diario.

Además al robar, siempre dañamos a alguna persona. Por fuerza.

3. Evitar tener una mala conducta sexual. Los machitos mexicanos me odian cuando hablo de esta regla, pero el tener 10 parejas al mismo tiempo no es un símbolo de poder, sino de estupidez.

Para el budismo, la conducta sexual no sólo implica lo que sucede en la cama, sino nuestras relaciones interpersonales y de pareja. Por ejemplo, el tener un compromiso con alguien, no nos da derecho a coquetear con otra persona a escondidas. Eso es una mala conducta sexual porque estamos dañando a alguien más.

Y por supuesto abarca lo que sucede en forma íntima. Digamos que todo vale si las partes involucradas están 100% de acuerdo en lo que está por suceder. Si existe duda, forcejeo, chantaje o extorsión, entonces estamos dañando o estamos siendo dañados.

4. Entrenar para no hablar con falsedad. La principal víctima de las mentiras son quienes las emiten. Y en esa medida se dañan a ellos mismos.

Quizá decir una mini mentira para justificar un retraso en el trabajo está bien, pero después viene otra mentira. Y otra más. Con el paso de los días se olvidan y teminamos cayendo en nuestra propia red de falsedades.

De entre muchas cosas que funcionan mal de nuestra cultura es que se nos enseña a mentir y a justificarnos desde niños. Hay industrias, como la del maquillaje, la mercadotecnia y publicidad, que funcionan a base de mentiras.

Como siempre, si al hablar estás dañando a alguien, olvídalo. Es mala idea. Mejor afronta tus acciones. Al final te va a dar más tranquilidad.

5. Entrenar para no consumir sustancias tóxicas que envenenan el juicio. El abuso de sustancias tóxicas tiene demasiadas consecuencias como para ser, siquiera, una opción. Por desgracia somos muy pocos los que pensamos así y existe toda una cultura sobre el consumo desmedido de alcohol y drogas.

Este precepto sólo nos indica que no usemos tóxicos que nublen nuestro juicio. Digamos que una cerveza está bien, pero no abusar de ella al punto de tener que dormir en la acera.

Estos Cinco Preceptos son muy importantes porque, como mencioné, no son reglas divinas, sino de sentido común. Existen 3 preceptos más, pero esos son aplicados por monjes y no los veremos aquí.

El budismo es llamado El Camino de En Medio, porque el Buda se dio cuenta que irse al extremo, ya sea espiritual o de abuso, sólo trae consecuencias inmediatas para uno mismo.

La recomendación es que siempre estemos justo en la mitad, por difícil que parezca.