B de Buda [El abecedario del Choco Buda]

B de Buda [El abecedario del Choco Buda]

Hace algún tiempo trabajé en una oficina en donde la única decoración que había en mi escritorio era un pequeño rupa (estatua del Buda). Ya sabes, en los escritorios de todos los demás reinaba en caos y el mío sólo estaba la compu y el Buda.

La gente que llegaba, miraba todo y se sorprendía de que no había ni un solo papel, así que centraban su atención en mi pequeño Buda.

-¿Lo puedo tocar?- decían todos, como si se tratara de una figura mística o de un dios pagano que mereciera todo su respeto.

Y con eso comprobé que hay mucha ignorancia y conceptos erróneos al rededor del Buda. Por eso hoy seguimos con el Alfabeto del Choco Buda y nos toca la B de Buda.

Es importante decirles que hay tomos completos sobre la vida del Buda. Esto es debido a que hay mucha evidencia histórica real. Así que esta no es una biografía autorizada y mucho menos completa. Es sólo una breve explicación y les recomiendo mucho leer fuentes más profundas.

Hace unos 2,500 años, en Nepal, vivía un joven llamado Siddhartha Gautama, que era hijo de un importante noble que tenía un mini imperio y poder militar. Como todos los padres con poder, este hombre quería que al morir, su hijo heredara todo. Así que lo sobre protegió y Siddhartha llevaba una vida muy, muy cómoda.

En su experiencia, el joven nunca pasó hambre, ni nada desagradable. Tenía los mejores médicos de su tiempo, así que cuando se enfermaba no la pasaba mal y se recuperaba rápido.

En su adolescencia lo casaron con una hermosa mujer y su vida continuó como todo un junior de cualquier barrio acomodado.

Sin embargo, Siddhartha cuestionaba mucho y se preguntaba demasiadas cosas sobre la vida. Así que a la edad de 29 años desafió las órdenes de su padre y salió del palacio por primera vez, con la ayuda de uno de sus sirvientes.

En estas salidas clandestinas experimentó los Cuatro Encuentros: vio un anciano, un hombre enfermo y un hombre muerto. Esas tres visiones lo hicieron pensar en que la vida no es perfecta, que todo envejece y deja de existir. Y su mundo cambió porque era todo lo contrario a lo que su padre lo había hecho creer.

El cuarto encuentro fue cuando vio a un sadhu, un hombre santo que renunció a todo lo material por dedicar su vida al estudio y la meditación.

Los Cuatro Encuentros cambiaron su vida para siempre. Comprendió que el ser niño rico lo estaba cegando de una realidad mucho más profunda y que necesitaba salir a vivirla. Entonces renunció a su vida de noble, a su esposa y sus lujos para buscar sentido a su existencia.

Al principio, Siddhartha adoptó la vida ascética de los sadhu, pero al estar al borde de la muerte por inanición entendió que para buscar la verdad no podía abandonar el cuerpo y cambió sus métodos.

A los 35 años, luego de mucho tiempo de meditación a la sombra de un árbol de higo, alcanzó la iluminación. Y se dio cuenta de que en la vida existen el dolor y el sufrimiento, que siempre tienen una causa, pero que también pueden cesar.

Pero lo más importante, que todo en el universo envejece, se descompone y muere.

Es importante decir que «iluminación» en el budismo no se trata de algo mágico. Significa llegar al conocimiento supremo.

De ahí en adelante, el Buddha o Buda («el que despertó»), se dedicó a compartir lo que había descubierto, generando cientos de seguidores y de pensadores que después crearían sus propias corrientes del conocimiento.

A la edad de 80 años, el Buda murió de malaria por comerse unos sopes en mal estado.

¿Ven? No hubo seres mágicos, ni profecías, ni ángeles, ni rayos de luz provenientes del cielo, ni reencarnación. Toda la basura mágica que se le atribuye al budismo fue puesta después por personas que necesitaban creer en algo supremo.

El Buda era un gran pensador, crítico y analista. Pero, sobre todas las cosas, era una persona normal que vivió, envejeció y murió.

Toda la parte mística fue agregada años después por personas que necesitaban creer en la magia.

Así que ya lo saben. Si el Buda fue capaz de darse cuenta de que todo en el universo muere y que lo material también, ¿cuál es su pretexto para comprar todo lo que anuncian en los medios?

Practiquemos el Con-Su-Mismo

Practiquemos el Con-Su-Mismo

Por Momo
de El Espejo de Momo

Platicando con amigos gracias a internet, analizábamos las condiciones laborales que se dan en algunas maquiladoras que se encuentran en diferentes países del llamado Tercer Mundo.

Las condiciones son, por decirlo amablemente, infrahumanas: salarios que no merecen ese nombre, horarios de tiempo completo (todo el día) parando solo para comer y ¡dormir!, y espacios de trabajo que no cumplen con las regulaciones mínimas.

Pero, ¿por qué se dan esas condiciones?

La respuesta ha sido tema de innumerables tésis y tratados, pero al final todo se reduce a la demanda de estos productos por los consumidores. Vamos, el consumismo.

Si compráramos sólo lo que necesitamos y no más que eso, cambiaríamos la tendencia consumista y aliviaríamos un poco esta situación.

Entonces, les alentamos a hacer uso de una nueva versión de consumismo: con su mismo coche, con su mismo pantalón, etc.

Demos un uso más inteligente y racional de las cosas y así tendremos menos necesidad de comprar, comprar y comprar.

Un saludo.

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Nota choco budista: Entender que sólo debemos comprar lo que necesitamos y llevarlo a la práctica real, corresponde a Visión y Acción Correctas, que son parte del Camino Óctuple hacia una vida tranquila.

No dejarnos influenciar y no encapricharnos lo que la mercadotecnia intenta implantar en nuestro cerebro, corresponde al desapego, que una de las bases del budismo.

Antes del amanecer: un tiempo para ti

Antes del amanecer: un tiempo para ti

Sabemos, de ante mano, que hoy nos enfrentaremos al insoportable tráfico, al pésimo café de la oficina/cafetería de la escuela, a los chistes estúpidos de López y la hipocresía de los jefes.

Hay que empezar el día de la mejor manera y sin que la serie de factores adversos nos hagan caer desde temprano. 

¿Qué tal empezar el día un poco antes?

Si tu hora de despertar es a las 6:00 AM, mañana despierta a las 5:30 AM. Levántate, prepara un café perfecto, justo como a ti te gusta y tómate unos minutos para disfrutarlo. Pon la música que más disfrutas a volumen bajo. O toma una revista y hojéala. O, como yo, usa ese tiempo para escribir algo.

Si eres choco budista, también podrías meditar unos 10 o 20 minutos.

Esa media hora es para ti solo. Nadie más en el día podrá invadirla y te servirá para arrancar de la forma más placentera tu día.

A de Aceptación [El abecedario del Choco Buda]

A de Aceptación [El abecedario del Choco Buda]

Este post pertenece a una serie de artículos que asocian una letra del abecedario con una palabra vinculada a la búsqueda de una vida tranquila. 


Cada vez que pasamos por una experiencia que nos hace sentir incómodos o infelices, sufrimos.

Por ejemplo el tráfico. Pasar dos horas sentado, moviéndote en tu auto por ventanas de 2 metros cada 10 minutos, es altamente frustrante e incómodo. No importa qué tan buena sea la música que tengas en el auto y qué tan bien esté tu aire acondicionado, la realidad es que dedicarle 2 horas a no hacer nada más que avanzar un poco para llegar a tu destino, es una actividad que poco contribuye a tu paz mental.

Sin embargo, poco puedes hacer para remediar el problema. El parque vehicular del los países en desarrollo siempre aumenta y no para de crecer jamás. Entre muchos costos para la vida, el costo del tráfico es un alto precio que tenemos que pagar por vivir en una ciudad. 

Por más berrinche y furia callejera generes a diario, el problema sólo se hará peor. No lo puedes cambiar.

Así son las cosas.

Cuando entiendes cómo funciona tu realidad y dejas de luchar contra ella, la vida se vuelve mucho más cómoda. A eso se le llama aceptación. 

El hecho de aceptar tu vida como está ahora y sólo fluir con ella, sin resistencia, te quita muchos toneladas de las que te gusta cargar en los hombros. La vida se vuelve mucho más amable y, casi de manera automática, sonríes mucho más.

Ahora es importante notar que aceptación no es igual a mediocridad. El tomar la vida justo como está, sin pelear contra la realidad, no significa que aceptes la derrota y te sientes a esperar la muerte. 

Aceptación significa entender que las cosas no van a cambiar y tomar esta realidad como punto de partida para construir algo que te haga feliz. 

Siguiendo con el ejemplo del tráfico: ya comprendimos que no podemos escapar de 2 o 3 horas de manejo para llegar al trabajo o escuela.  Así es como funcionan las grandes ciudades. Ahora, ¿qué tal si en lugar de frustrarnos o enojarnos con todos los demás conductores, convertimos esas 2 horas en una experiencia didáctica? 

Yo aprendí mandarín básico mientras manejaba hacia la oficina y aprendí un poco más de japonés, gracias a la magia del podcast

¿Qué tal un buen audiolibro? En la red hay muchísimos audiolibros gratuitos que puedes bajara a tu reproductor de MP3 o quemar en CD para escuchar en el auto. También puedes escuchar muy buenos programas geeks.

Si no tienes auto y usas transporte público, ¿haz considerado que esas dos horas son muy buenas para leer un libro?

Creo que entiendes la idea. Cuando hay una situación adversa e incómoda que no puedes cambiar, en tus manos está dejar de sufrir por ello y buscar la oportunidad para convertirla en una plataforma de creatividad.

A eso se le llama aceptación.
Mini guía para dejar ir el pasado

Mini guía para dejar ir el pasado


«Deja que los muertos descansen y que el pasado quede en el pasado.»
Capitán Jean-Luc Picard, USS Enterprise NCC-1701-D

Esta es una máxima en mi vida: aferrarte al pasado es como abrazar a un perro rabioso. En cualquier momento te va a morder el trasero. 


Pero, por desgracia, decir «no te aferres» o «deja ir el pasado» es mucho más fácil de decir que de lograr. Y es que en esta sociedad con fuertes cimientos católicos, el dejar ir las cosas es lo que nunca se nos enseña. Desde niños se nos instruye a luchar por y a agarrarte a las cosas que te hacen feliz. De igual forma nos urgen a nunca olvidar a los muertos, a tener rencor y a tomar venganza por cosas que no tienen importancia.

Aun así, con todo ese cúmulo de ladrillos emocionales en nuestra espalda, llega el momento en el que tenemos que decir adiós a las cosas, personas o situaciones. 

Y aquí es donde el Budismo brilla porque buena parte del dharma (enseñanza) se basa en la comprensión de la impermanencia de las cosas. En español: nada es para siempre.

No importa qué tan bien te la estés pasando ese fin de semana en la playa, al final llegará el lunes y tendrás que dejar todo atrás.

Quizá amas con todo tu ser a tu pareja y duren muchos años, pero al final uno de los dos morirá.

Si estás en el mejor empleo del mundo y está cambiando tu vida, en algún momento las cosas cambiarán y te verás sin él.

El nuevo celular que compraste tiene todo lo que deseas. Qué bueno y disfrútalo porque la próxima semana saldrá el nuevo modelo y hará polvo a todos los demás.

En este momento todo está perfecto en tu vida. Estás sano, con buen empleo y en la mejor relación del mundo. Pero tú sigues creciendo, envejeciendo. Y no eres eterno.

¿Me doy a entender? Todo tiene un final, bueno o malo, contigo o sin ti. Y mucho del sufrimiento mental que nosotros mismos nos provocamos es porque nos abrazamos a no terminar con una experiencia que nos hace felices.

Es como los niños que se la están pasando bomba en el parque y hacen el berrinche más grande del universo cuando les informan que es hora de regresar a casa. Los adultos no somos diferentes a eso.

Para poder dejar ir las cosas, personas y situaciones, y evitarnos el proceso de duelo que viene con la ruptura, lo único que podemos hacer es comprender que todo va a cambiar. No es cuestión de si llegará o no el final. Es cuestión de cuándo.

Entender esto, personalmente, ha sido un trabajo de toda mi vida y, con frecuencia, sale a flote el niño berrinchudo que traigo dentro. Ahí es donde comprendo que mi reto personal es domarlo, hacerle ver que el berrinche no lleva a ningún lado, y comprender que todo termina.

Y justo ese conocimiento de la impermanencia es el motor que te hace amar mucho más todo lo que vives. 

Todas las personas que conoces (padres incluidos), todas las cosas que posees, las memorias que tienes, la casa sólida y bien construida a la que llamas hogar, el mejor auto, la relación más increíble, el planeta en el que vivimos… Todo, absolutamente todo, va a terminar y a cambiar.

Si esto lo aprendiéramos desde chicos, ¿te imaginas la cantidad de dolor que evitaríamos? 

Entonces, después de todo esto, la mejor manera de dejar ir el pasado es no abrazarte a él. 

Si viviste los mejores días de tu vida en los 80’s, qué bueno. Esa década nos dejó muchas cosas importantes. Pero no hay ninguna razón para que sigas escuchando la misma música, te vistas igual y (Hollywood, te estoy viendo) sigas celebrando remakes de todo lo que fue. Ahora tenemos mejores propuestas creativas, hay mucho mejor música y la tecnología está en su pico.

El pasado ya terminó. Entiende que lo que sucedió antes, bueno o malo, es lo que te llevó a ser quien eres. Aprecia las lecciones aprendidas y enfócate sólo en lo que sucede hoy. 

Acepta y entiende que el mejor lugar para estar es hoy, con todos los retos y goces que implica.

Para dejar ir el pasado tenemos que comprender que todo termina. Y justo por eso, vivir con intensidad, lograr lo que te hace feliz y amar con todo el corazón, cobran un mejor significado.

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Nota choco budista: La Impermanencia de las Cosas (anicca) es una enseñanza que dejó el Buddha hace más de 2,500 años. Aprenderla es todo un arte, pero cada vez que logramos dominar la urgencia por el apego al pasado, estamos a un paso más de lograr una vida tranquila y verdaderamente feliz.

Entender que tu realidad es esta y que hoy es el mejor día para estar vivo, se llama Aceptación. Nos ayuda a tener un mejor sentimiento de la realidad y a enfocarnos en este momento.