ADVERTENCIA: Si te ofende hablar de temas religiosos, no leas esta entrada.

Hace unos días por una calle cercana pasó una procesión católica que llevaba una virgen de un templo a otro. Habiendo crecido en un ambiente lejano a la religión, me intrigó mucho este acto de fe de cientos de personas, ya que nunca había visto algo igual.

La gente va por el mundo cargando una estatua de porcelana del punto A al punto B, rezando y arrojando pétalos de flores. Los vecinos pintaron sus casas, limpiaron la acera y colocaron adornos.

Y esto me hizo pensar mucho.

¿Qué mueve a la gente a depositar su tiempo, energía y aliento en una figura que no tiene nada de divino? Ya sé que me responderán que la fe mueve montañas, pero ¿en realidad los hace mejores personas? ¿En realidad creen que rezar les va a dar mejor calidad de vida?

Yo creo que no.

Una figura de porcelana, es una figura de porcelana. No tiene vida ni poderes mágicos. Por lo que vi, esta virgen es como Santa Claus para adultos: si le rezas mucho y te portas bien, te concede lo que le pidas.

Esto se une con el rescate de los mineros en Chile. La gente altamente religiosas dice que fue un milagro, cortando de tajo el hecho de que  haber recuperado a estas personas ilesas de la profundidad de la tierra, es una de las hazañas más grandes de la ingeniería, de la ciencia y del trabajo humano.

El ser humano es quien decide su propio destino. Somos nosotros quienes por medio del estudio, trabajo y constancia, logramos lo que queremos hacer.

Ser puros en nuestros actos, ser amables con los demás, amar con intensidad a todos, perdonar y soltar el pasado son los cimientos para una vida tranquila.

Como he escrito en otros artículos, no hay un dios, vírgenes, hadas, duendes, energías cósmicas que nos guíen.

Nosotros elegimos.