Estoy tomando café.

Maldito calor JAJAJAJA.

Pero qué le pasa. Oishhh.

Estoy comiendo [Inserte foto de comida].

Jacinto Romualdez te agregó SIN tu consentimiento al grupo de Amigos Olvidados de la Secundaria.

Acabo de encender la computadora.

Cleotilde te etiquetó en 23 fotos SIN tu aprovación.

Estoy muy ocupada. ¡Tengo mucho trabajo!

Hoy no he tuiteado.

Juan X te ha mandado 567  invitaciones a unirte a Turbo Granjita Inútil.

Comer gorditas de chicarrón me provoca gases. JAJAJA

Estos son sólo algunos de los miles de mensajes que a diario se despliegan en mis líneas de tiempo de las redes sociales.  Son cadenas  de caracteres que la gran mayoría de las veces no tienen conexión, lógica, contexto y carecen de interés alguno.

Otros son seducciones de servicios que demandan tu atención e invitaciones para iniciar conexión con gente que ya habías olvidado.

Sin embargo los leía todos y me metía de lleno, teniendo discusiones sobre cuál es el mejor lugar para arreglar zapatos en la ciudad.

Y es que las redes sociales resultan adictivas para cualquiera. Son como las piñatas del nuevo milenio: las golpeas un poco con la barra de scroll y cae un dulce. Este dulce significa recompensa inmediata al esfuerzo de mover el mouse y dejar de lado las cosas de real importancia. Y claro, el dulce es una unidad de 140 caracteres que reduce la comunicación humana a un simple aviso.

Sin duda Twitter y Facebook son una herramienta invaluable para conocer noticias de importancia, lo que pasa en otros lugares y para estar al día en los sitios web que leo. También son instrumentos magníficos para coordinar esfuerzos multitudinarios que pueden cambiar el destino una nación como Egipto o Libia (México, ¡ponte las pilas!).

Pero para muchas personas son la justificación perfecta para no terminar el trabajo real y para no mantener amistades en el mundo real. También hacen que nuestro margen atención se reduzca a tan sólo unas cuantas palabras/segundos, evitando que tengamos la paciencia como para leer un libro completo.

Todo este razonamiento viene porque desde hace un par de semanas comencé una reducción significativa de mi uso de redes sociales, esto debido a que por varios meses consecutivos los mensajes se incrementaron y las invitaciones fueron en aumento.

Administrar y digerir  tal cantidad de información comenzó a ser abrumante hasta que llegó el momento en el que me provocó cierta angustia, porque además uso Facebook  y Twitter para el trabajo con mis clientes. Nada grave ni que me quitara el sueño, pero sí lo suficiente como para evaluar mi consumo de estos sitios.

Y luego llegó este video que me hizo pensar mucho:

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=8UouP8cRYZ8[/youtube]

Haciendo una evaluación de varios días decidí ponerme a dieta estricta de redes sociales, con  los siguientes razonamientos en la mesa:

– No tengo 1,500 amigos. Tengo 10 y los tengo cerca en la vida real.

– Mi familia es pequeña y a los 5 los tengo al alcance por email y teléfono.

– Siendo budista, no me aferro al pasado. No me es atractivo discutir cómo se vestía el profesor de matemáticas de la secundaria o quién era novio de quién. De hecho he olvidado casi todo gracias a mi pésima memoria.

– Mi herramienta de comunicación número 1 es Gmail.

– Estoy al alcance de mis lectores en las discusiones de los blogs y por correo electrónico.

– La comunicación humana es maravillosa. ¿Porqué reducirla a 140 caracteres?

– No soy 140 caracteres, pero la gente me percibe así.

– Me es muy incómodo ser etiquetado en fotografías que ni siquiera recuerdo cuando fueron tomadas. Peor aún, cuando ni siquiera son aparezco yo.

– Es molesto que Facebook decida con quién y cómo compartirá mi información personal.

Tomando todo esto en cuenta reduje mi uso los servicios sociales en gran medida.

Sin embargo, y aquí está la dicotomía del infierno, necesito las redes sociales para trabajar con el Chocobuda y mis clientes. Así que bueno, la directiva es usarlos de manera profesional y no para matar el tiempo.

Cerraré  mi cuenta personal de Facebook ya que abrí una nueva que exclusivamente utilizo para trabajar.

En cuanto a Twitter, activé los avisos por correo para cuando alguien me busque directamente.

Y claro, no pienso renunciar de lleno a las redes. ¡Sería un grave error siendo comunicador/escritor/geek!  De vez en cuando, ¿porqué no?, un par de mensajes, fotos de comida y disfrutar charla informal no están mal.

Llevo dos semanas así y la verdad se siente bien. Es liberador.

¿Y tú? ¿Cómo manejas las redes sociales? ¿Eres adicta/adicto? ¡Grítalo en los comentarios!