Anoche mis sentimientos eran de tristeza absoluta cuando vi los resultados de los conteos rápidos de la elección presidencial en México.

Pero no estaba triste por la victoria del PRI, sino por la gente misma. Nadie lee ni recuerda la historia. A nadie le importa. Parecería que esta nación necesitaba regresar a 70 años de oscuridad.

Estoy seguro que no hubo fraude. Hubieron despensas, tinacos gratis, gorras, tortas y bebidas para millones de acarreados*. Ellos ejercieron su voto y vendieron su nación y el futuro, a cambio de un mini premio.

Mi desilusión y corazón roto es por los mexicanos sin memoria, sin ética y sin valores.

Mi tristeza es por la eutanasia de un pueblo.

Con todo, la realidad es perfecta como está. La acepto así.

Mi Master dice: nos sentamos** con lo que hay.

Aun con el reto de ser parte de una sociedad que prefiere el futbol y las telenovelas, a la libertad; es el material que tengo para construir mi vida justo como la quiero.

Está en mis manos trabajar diario, mejorar mi mente, ayudar, ser generoso, educar y ver siempre hacia adelante.

Como sociedad debemos estar alertas al nuevo gobierno. Exigir que trabajen y pedir cuentas. Proteger y luchar por la libertad de expresión y de prensa. Es lo que la gente inteligente haría.

Cumplir las Cuatro Promesas del Bodhisattva nunca había tenido tanto sentido como hoy:

Ayudar a todos los seres vivos, aunque estos sean incontables.
Destruir los autoengaños, aunque estos nunca terminen.
Ver la realidad, aunque esta no tenga límites.
Caminar por el camino a la iluminación, aunque esta nunca llegue.

*Acarreados: Gente que sigue al rebaño, que se dejan manipular, que siguen a un jefe sin pensar y sin cuestionar.

**Sentarnos a meditar, a hacer zazen.