¿Te ofendió el título de este post? La verdad es que a mi también, pero para efectos dramáticos, no había uno mejor.

De toda la vida he sido una persona extraña y me asumo como tal. De hecho, soy extraño incluso dentro de mi propia familia. Y una característica básica de la cultura familiar es el lenguaje. Cada familia tiene sus propios códigos y sus formas de enviar/recibir los mensajes.

Mi familia tiene una manera demasiado coloquial para hablar que a veces es llevada a al extremo. Me refiero a que el uso de malas palabras o groserías es tal, que no se conoce otra manera de hablar.

Si a mis padres les quitara las groserías, sólo quedaría: a, ante, para, con y desde.

Siempre, desde niño, he evitado usar groserías a toda costa. Claro, soy visto como pretencioso y pedante. Incluso me llaman «santurrón» con mucha frecuencia, lo cual estoy muy lejos de ser.

Según los expertos del lenguaje, las malas palabras son necesarias para expresar frustración, acentuar una broma o chiste e incluso ayudan a mitigar el dolor cuando nos golpeamos o tenemos accidentes.

Pero también denotan falta de vocabulario y cultura lingüística; y remarcan pereza a la hora de buscar expresiones más complejas para construir mejores mensajes.

Con todo esto dicho y usando la comprensión budista, podemos decir que el lenguaje nunca es inocente. Todo lo que decimos lleva una intención y un propósito.

Si decimos algo por «accidente», en realidad no hay accidente de por medio. Existe una clara intención de comunicar algo.

Odio en tus palabras

Cuando usamos groserías como adjetivos calificativos estamos poniendo una carga de odio, una etiqueta que descarta las bondades en nuestra habla. Es atacar al universo con nuestras palabras.

Es como vivir de tiempo completo donde todo debe ser insultado.

Una televisión se convierte en la puta televisión. Un lápiz, inocente y útil, se convierte en el pinche lápiz*… Podría llenar páginas enteras con ejemplos, pero creo que el punto es claro.

Al impregnar nuestra comunicación con pequeños fragmentos de odio, nuestro corazón también se va llenando de él. Poco a poco, a lo largo de años.

Llega el día en el que ya no puedes hablar sin odiar y, a la vez, ya no puedes ver la vida de manera amable.

Hay personas cercanas a mi que simplemente no pueden disfrutar nada porque viven en un mundo repleto de insultos, y que los insulta de regreso. Se sienten atacados y ellos atacan gratis, sin razón alguna.

Habla amable

Una de las fases del Noble Camino Óctuple se llama Habla Correcta, y nos pide que el habla sea amable, clara, honesta y veraz.

Creo que nada hay de malo en usar groserías como parte de nuestro discurso cotidiano, siempre y cuando estas no reemplacen al vocabulario y no sean usadas como insultos gratuitos. Existen chistes e historias que no podrían ser relatados sin ellas.

Al final, todos podemos decir pendejadas y ser felices con ello. ¿O no?

*Pinche: Palabra cuyo su uso es todo un misterio. En México, implica un insulto que remarca las fallas de una persona, situación u objeto. Aunque también puede ser utilizada para remarcar cualidades.