Hace un par de semanas una persona remarcó que el hecho de que no me enoje significa que tengo alguna especie de disfunción o de problema psicológico.

Por supuesto ese comentario me hizo pensar mucho. No tengo un problema emocional… al menos no en ese sentido. Lo que pasa es que soy budista. 🙂

Desde que comencé a entrenar budismo de forma más seria, hace unos 6 años, me he dado cuenta de que han habido muchos cambios en mi comportamiento. No los expondré, pero sí diré que más o menos tiene ese tiempo que no me enojo. O al menos no como antes.

Y bueno, claro que me enojo. ¡Soy humano! Pero mi enojo actual es muy distinto. No es explosivo, no destruyo cosas y no alzo el volumen de mi voz. Y por supuesto me mantengo lo más lejos posible de causar daño.

El enojo es Ira, que junto a la Ignorancia y al Apego, es uno de los Tres Venenos del budismo.  Ellos son los agentes principales de la infelicidad.

Considero que el enojo es como un virus porque se comporta como tal en nuestra mente. Nos invade, nos vuelve violentos, distorsiona la realidad de forma que todo lo vemos de la peor manera posible; y lo peor, se contagia.  Ahora que lo pienso, la ira nos vuelve zombies, como los de las películas: nos contagiamos del virus y buscamos esparcirlo por todos lados mordiendo y devorando cerebros de quién se deje.

Algunos estudiosos de la psicología budista consideran que el enojo viene cuando la mente no está en calma, no es ecuánime y tiende a exagerar las cosas. Con esto, es muy fácil perder la paciencia, dando como resultado las fricciones que vemos a diario.

Pero quizá el punto de origen de la ira es nuestro gran ego. A veces nos sentimos tan importantes y tan necesarios para el universo, que cualquier fuerza que se oponga a nuestra voluntad, enciende la hoguera. Ahí es cuando soltamos el control y de pronto la vida se convierte en este ecosistema que nos agrede por todos lados.

Sin duda alguna, la Ira es una fuerza tremenda con la que tenemos qué vivir.

Con todo lo anterior como base, el practicante sabe que las palabras del Buda son más que sabias:

Aferrarte a la ira es como tomar un carbón encendido para arrojarlo a alguien. Quien se quema eres tú.

Así como todos nuestros actos tienen consecuencias, nuestras emociones también. La Ira siempre tiene víctimas, por más que lo neguemos. A veces la víctima son los demás, pero casi siempre el primer caído es uno mismo.

El enojo es la semilla del pleito. Pero para que este suceda se necesitan dos partes dispuestas a pelear. Si uno de ellos decide no morder el anzuelo, entonces el pleito deja de existir.

Mi relación con la Ira es muy simple, en realidad. Cuando la detecto simplemente la acepto, entiendo que está ahí y que estoy enojado, pero dejo que pase a través de mi. No me aferro a ella y no la alimento. Esto me permite ser objetivo lo más posible para admitir mis errores, ver cuando exagero las cosas y evitar dañar a quien me rodea.

No estoy diciendo que soy un santo y que soy invulnerable. Todo lo contrario. Soy un tipo normal. Es sólo que ya no me enojo por cosas pequeñas o tan fácilmente.

Entrenar budismo no significa que erradicaremos el enojo para siempre. Sólo implica entrenar la mente y darnos elementos para practicar la Paciencia, la Gentileza y la Compasión. Escribiré al respecto en el próximo artículo.

Y tú, ¿cómo vives el enojo?

La segunda parte de este artículo está aquí.