Luego de algunos años de preparación, de muchas dolorosas caídas, aprendizaje, sueños olvidados, enfrentamientos con mi ego y algunos litros de café; el domingo 9 de junio recibí la ordenación como monje Soto Zen junto con otros dos compañeros.

Mi maestro tuvo a bien confiar en mí lo suficiente como para dejarme usar la kasaya (ropas del Buda) y el koromo, para afeitar mi cabeza y comenzar a caminar el largo camino del dharma y el servicio a todos los seres vivos.

La ceremonia fue sencilla, y llena de palabras sabias y amorosas por parte mi maestro.

Afirmé de nueva cuenta mis votos de bodhisattva, pero esta vez agregué nuevos que sólo atañen a los monjes ordenados.

Juré respeto absoluto para la Triple Joya: Buda, Dharma y Sangha.

Debo proteger la vida y la paz, ayudar y ser guía a quienes lo pidan… al mismo tiempo que debo cuidar mi cuerpo para ser de utilidad el mayor tiempo posible en esta vida. Como un Jedi Knight de la vida real (lo siento, no te ibas a ir sin una referencia geek).

Recibí el nombre de Hondou Kyonin, «El que corre por el Camino, cooperando y con paciencia».

Aunque suene a un logro inmenso, la ordenación de un nuevo monje Zen dista mucho de ser un privilegio. En realidad quiere decir que de forma voluntaria, estoy aceptando ser la plataforma que usarán los demás para salir adelante y crecer.

No soy una autoridad. Nada en especial. No soy un experto y puedo estar 100% equivocado en todo lo que digo y escribo.

Soy el eslabón más elemental de la cadena de la vida. Ese es mi propósito.

Gracias por leer. Si tienes preguntas, para eso están los comentarios 🙂