Recientemente The Guardian publicó un artículo sobre el nuevo libro del psicólogo inglés Graham Music. En The Good Life: Wellbeing and the New Science of Altruism, Selfishness and Immorality (La Buena Vida: Bienestar y la Nueva Ciencia del Altruísmo, Egoísmo e Inmoralidad), Music detalla cómo la ciencia ha registrado a lo largo de 40 años la forma en que el materialismo nos hace cada vez más y más infelices.
Según el autor, las personas centradas en lo material son infelices porque la civilización se alimenta del materialismo. Es un sistema hecho para devastar la personalidad. Entre más deprimido estás, más compras y más deudas te generas.
Entonces, al resumir nuestra persona a los bienes y basura que poseemos, suspendemos la humanidad y la compasión; que son los bloques básicos con los que se construye la felicidad.
El artículo también indaga sobre cómo la mente de los políticos es una mente enferma. Se necesita un grado muy alto de paranoia para soportar el odio colectivo y ser atacado por las personas a las que desangran. Los políticos desconfían de la gente, pero la explotan para obtener más poder y más bienes. Con el tiempo estas conductas generan un desequilibrio bioquímico que termina en grados de enfermedad cada vez más profundos.
Por otro lado, el psicólogo Tim Kasser, del Knox College en Illinois, Estados Unidos, destaca que si amas los objetos materiales, tienes menos probabilidad de amar a las personas y al planeta. Para él no es una coincidencia que el daño hecho al medio ambiente esté directamente relacionado con el aumento del materialismo. De igual forma, asegura que entre más sube el interés por los objetos, se incrementan el miedo a los extraños y la desigualdad. El dinero es un agente embrutecedor de la humanidad y una droga paranoica.
Como resultado tenemos una infección que devora la felicidad y la paz. La desigualdad erosiona la confianza entre las personas.
Cuando terminé de leer el artículo me quedé en silencio y asintiendo con la cabeza. El materialismo ha llegado a un grado tan devastador que preferimos comprar basura innecesaria antes de ayudar a alguien a poner comida en la mesa.
Hemos convertido la necesidad humana en un circo para el cual vendemos boletos muy caros. Si queremos pertenecer, necesitamos comprar. No hay más.
Por supuesto, siempre hay que ver las cosas por todos los lados posibles. No se trata de no tener bienes materiales. Se trata de encontrar el equilibrio entre lo material y lo espiritual para que nuestra vida sea plena y feliz. Tener lo suficiente para luego practicar generosidad y compasión hacia los demás.
El problema es que, como adictos, hay quienes no pueden tener suficiente. Más libros, más poder, más colecciones, más autos.
Posiblemente el mundo sería un mejor lugar si dejáramos de pensar tanto en nosotros mismos y nos ayudáramos más a ser felices.
Pero quién sabe. Quizá el que está mal soy yo.