Es común que los monjes budistas, sin importar la tradición, tomen un concepto como estandarte para que sea la base de la práctica personal.

Algunos se dedican a la protección de los animales o al ambiente, otros se dedican al cuidado de los adultos mayores, muchos a la enseñanza del dharma, otros al activismo político y algunos toman caminos como enseñar a la gente a sembrar su propia comida. Digamos que el eje rector de nuestra práctica es siempre pensar en beneficiar a la comunidad.

Al principio de 2014, en meditación profunda, saltó a mi atención el común denominador de los problemas de la humanidad. Sé que no es nada nuevo para muchos, pero el frijol que llevo por cerebro comprendió que en todas las culturas, en todos los países, en todas las eras de la historia, la falta de compasión ha sido constante y produce personas que siempre buscan su beneficio, aunque en ello se destruyan vidas o culturas enteras.

No entender el concepto básico de la compasión obliga a las personas a la mentira, a la traición, a la avaricia, al poder…. y muchas otras situaciones que afectan a todos por igual.

Así pues, al ver la realidad de México, España, Venezuela, Argentina y de muchos otros lugares donde llega este blog, entendí que es vital que alguien promueva la compasión como objeto de práctica y como forma de vida. No de forma religiosa, sino de manera práctica y laica.

Conforme pasaron los meses fui meditando más sobre esto, tratando de transmitir y enseñar el valor de la compasión. Pero me di cuenta que estos esfuerzos no sirvieron de mucho porque la compasión no comienza en el exterior. La compasión comienza con uno mismo, cuidando del cuerpomente como el templo precioso que es. 

Muchos amigos me han preguntado mi opinión de lo que pasa en México con los estudiantes desaparecidos y con los actos criminales de mi gobierno. Como mexicano, claro que tengo una opinión. Pero como monje budista zen me doy cuenta de que los problemas no son sólo mexicanos. El conflicto sucede en todas las naciones y culturas. Dar una opinión centrada en México sería limitante y disminuye el enfoque de mi práctica budista.

No hay mexicanos, españoles o venezolanos. Hay seres humanos en sufrimiento y todos necesitamos compasión. Ésta es la razón por la cual el budismo zen jamás ha comulgado con política o con el capitalismo. Siempre vemos a los seres vivos como un TODO. Todos somos un solo ser llamado Buda. Y no hay nadie más importante o poderoso que otros. Todos somos Buda, todos somos preciosos.

Este pensamiento es el que me lleva a siempre enfocarme en las cosas positivas cuando escribo en redes sociales. No, no soy ingenuo ni infantil. No, tampoco soy un tonto que promueve el new age. Sé muy bien lo que pasa y me duele mucho.

Sin embargo, alguien necesita detener un poco el torrente de odio que circula por doquier. En mi muy tonta manera, lo intento lo mejor que puedo.

Las situaciones sociales actuales son el resultado de que la gente en el poder borró la compasión de su mente. Los empresarios y los políticos ven a las personas como peones de su juego de ajedrez personal. Si mueren 43, 300 o 25,000 seres humanos, no les importa en lo más mínimo. Si la epidemia de obesidad destruye nuestra especie, no importa mientras se sigan vendiendo bebidas azucaradas.  Las personas somos sólo un objeto más en su cruzada por la avaricia.

Todo esto ha tomado masa crítica en los últimos meses. Estamos más conectados que nunca y tenemos más plataformas para quejarnos y esparcir nuestro odio, que cancela la compasión en la mente de los afectados.

Así tenemos este sistema eterno de acción-venganza-acción-venganza que ha demostrado no funcionar. Confundimos justicia con venganza muy fácilmente. ¡Viva la revolución! ¿Correcto?

No. La revolución no funciona. Nunca, y la historia respalda mis palabras.

Lo que funciona es la evolución social cimentada en la cultura, educación y, por sobre todas las cosas, en la compasión. Este tipo de cambios sociales toman tiempo porque primero debemos comenzar con nosotros mismos para luego educar a los jóvenes en compasión. Entonces en el futuro tendremos políticos y empresarios con la mente abierta a la humanidad.

Ahora, aquí tenemos un grave problema: No podemos pedir compasión ni respeto a los demás, cuando no respetamos nuestro propio cuerpomente.

Tomar las calles para derrocar un gobierno no sirve de nada porque el siguiente gobierno será igual o peor. Las personas que lleguen al poder serán igual de despiadadas y sedientas de control; no distintas a las anteriores.

La evolución social comienza dentro de nuestro cuerpo, en la mente. Comienza con el amor propio y el respeto absoluto por uno mismo. Buena alimentación y meditación son claves para el respeto. Entender el concepto de respeto profundamente, hasta la médula, nos dará la capacidad de enseñarlo y pedirlo a los dirigentes.

Mientras sigamos consumiendo drogas, alimentándonos con basura, robando, mintiendo, traicionando, manipulando y violando, no estaremos jamás en capacidad de pedir respeto de nadie.

En la medida de que estemos dispuestos a comprar un nuevo teléfono móvil por mera vanidad, en lugar de un kilo de comida para quien lo necesita, estaremos igual de torcidos.

Somos las primeras víctimas de nuestra falta de compasión. Lo que hacen los políticos es sólo el reflejo de lo que somos y de cómo nos hemos educado.

Con todo esto dicho, llego al objetivo principal de este post.

Hace un par de meses, también en meditación profunda, comprendí porqué estamos incapacitados para practicar compasión. No la entendemos.

Es lindo hablar de compasión, sin duda. Es lindo motivar a las personas a donar a una causa noble y da mucho material para memes bonitos. Pero esto no significa que de verdad comprendamos lo que es.

Entendí que la base de la compasión es la gratitud.

No, no basta con decir «gracias». Para practicar compasión se requiere entender el concepto de gratitud en lo más profundo del ser.

(Pacheco alert!) Durante esta meditación pude sentir cómo la vida está interconectada a través de las eras, lo mucho que nos necesitamos mutuamente y lo mucho que nos debemos. El que yo esté hoy escribiendo es gracias al trabajo de millones de vidas que pavimentaron el camino para mi existencia. Y si hay una palabra que deba salir de mi todo el tiempo es GRACIAS. Sí, en mayúsculas.

Hay una luz dorada bañando y tocando todo el universo, nos conecta y nos vuelve dependientes. Mis actos y omisiones afectan a todos los Universos, así como los tuyos tocan mi vida también.

Todos somos el Buda. Todos somos BUDA. Uno sólo, sin división, en silencio y en sincronía. Y nos debemos nuestra mutua existencia.

Cuando se comprende la gratitud de forma profunda, la compasión llega sola porque abrimos el corazón para entender que todos los seres vivos somos capaces de sufrir y necesitamos ayuda.

Todo ello me llevó a investigar sobre gratitud a nivel filosófico y neurológico. Así nació mi #RetoDeGratitud que practiqué durante 1 mes y cambió mi vida. Es un hábito maravilloso que estará incorporado en el siguiente taller de hábitos, Shojiki.

Desde entonces el eje rector de mi práctica son la gratitud y la compasión, valores en riesgo de ser olvidados.

Pero ya fue suficiente. Si llegaste hasta aquí, gracias por leer.

En el siguiente post lanzaré el #RetoDeGratitud para que todos puedan practicarlo.

Foto: Lyn Randle