El amor es un sentimiento importantísimo para la humanidad. Por amor estamos decididos a hacer lo que sea, incluso morir. Ha alimentado corazones y mentes a lo largo de la historia. Ha nutrido extensos estudios y textos que intentan explicar su naturaleza para poder manejarlo mejor.

Cada 14 de febrero celebramos el amor y la amistad con regalos, chocolate, arrumacos y buenos deseos. Es la causa de nuestras pasiones y de nuestro sufrimiento. Y es, en gran parte, el culpable de nuestros problemas de sobre población.

O eso es lo que pensamos porque la verdad es que simplemente no podemos comenzar a comprender el amor.

Al hablar de amor lo primero que pensamos es lo más básico: la familia, la pareja y los amigos. Es una especie de amor que alimenta la cultura humana, pero es el tipo de amor más simple y dañino que existe.

Pero Chocobuda, el amor es lo más maravilloso y se siente re-bonito acá adentro. Sobre todo cuando mi Gertrudis me da besos por todos lados. ¿Cómo es posible que sea dañino?

Para algunas escuelas de Budismo Mahayana existen dos clases de amor. El amor simple y el amor universal.

El amor simple, el que celebramos el 14 de febrero, es tóxico porque está basado en la posesión y el apego. Es cuando la palabra YO fundamenta todas nuestras acciones y entablamos relaciones con las personas por que nosotros somos los que nos sentimos bien. Edifica el ego.

Entonces en nombre del amor manipulamos, mentimos, «conquistamos» y tomamos el control de las personas. Por supuesto que esto es una ilusión ya que todos somos independientes, pero vamos por el mundo asumiendo que somos quienes movemos los hilos de las relaciones.

Aquí viven el deseo, el apego, la esperanza y las fantasías de todo tipo. Es decir, se trastorna nuestra apreciación de la realidad y nos mudamos a este mundo ilusorio que invalida la inteligencia.

Así amar se convierte en un templo al ego en donde depositamos en otros la responsabilidad por nuestra felicidad. Generamos apegos enfermos donde no podemos estar bien sin ver o tocar a la persona, ya sea hijo o pareja.

Si algo le pasa al objeto de nuestro amor, quedamos devastados. Curiosamente, si lo mismo le pasa a alguien más, miramos todo con insensibilidad y no hacemos nada más que seguir con nuestra vida.

Este tipo de amor es centralizado y divisorio. Sólo amamos a los que están e nuestro bando, nuestra familia o equipo. La mente divisoria nace aquí, junto con la desigualdad y las diferencias. El pensamiento es «yo amo a mis padres, pero no a los tuyos»; «yo ayudo a los de mi equipo, pero odio a los contrarios»; «yo amo a los de mi religión, pero detesto a los que creen en otra filosofía».

Sobra decir que el amor simple es la semilla del sufrimiento, el deseo y el odio.

En contraste, el budismo se inclina por cultivar el amor universal. Éste es un tipo de amor perfecto en donde todo el universo es contemplado como una unidad sagrada y completa.

Esta otra clase de amor tiene dos partes: metta y karuna.

Metta o amor gentil, es el amor por todos los seres vivos del universo, olvidando especies, etiquetas, religiones, política, fronteras, colores de piel y generos. Es entender que todos los seres vivos somos capaces de sufrir y que todas las lágrimas son saladas. Metta es querer con toda el alma la felicidad para todos los seres sintientes, bajo la inteligencia de que no hay nadie mejor o por encima de nadie. Todos somos uno.

Karuna es compasión (budista), que es la serie de acciones que nos mueven a buscar la felicidad y bienestar de todos los demás. Es una postura proactiva por hacer lo mejor en beneficio de otros.

Practicar amor universal abre la mente a la diversidad, a la cultura y libera al objeto de nuestros sentimientos. Con este amor entendemos que todos los seres son libres e impermanentes. Y justo porque nada dura para siempre, valoramos las relaciones personales como las joyas más hermosas.

El amor universal brinda felicidad a todos por igual, tanto para el que da como para quien recibe.

Un padre que practica amor universal educará hijos libres y llenos de compasión. Verá por igual a sus hijos que a los hijos de su vecino porque entiende que todos son seres vivos al mismo nivel, dignos de ser cuidados y de recibir guía y ternura.

En cambio, un padre que ama con apegos y vendas emocionales, manipulará a sus hijos para conseguir lo que él quiere. Sufrirá la impermanencia de forma épica cuando los hijos se tengan que ir, mueran o no reaccionen como él imaginó.

En la pareja el amor universal crea gratitud y bienestar. Amos saben que juntos son un solo ser que camina un paso a la vez y hacia el mismo lado. Trabajan por el crecimiento mutuo. No hay manipulación ni intenciones ocultas. La sexualidad es parte importante, pero el respeto y la comprensión son la base.

Pero una pareja de amor simple se comporta con base en la mentira, manipula, traiciona y cada uno busca afirmar su lugar en el universo a costa del otro. La sexualidad es en muchos casos lo único que los mantiene juntos.

El amor universal es infinito porque es continuado y transmitido de un corazón a otro. Cada acto de compasión, cada sonrisa, cada detalle de amistad incondicional, son un paso adelante.

El amor universal es perfecto porque es desinteresado y da felicidad a todos los seres vivos. Y es tan fácil como comenzar a practicarlo.