El budismo siempre ha estado muy mal comprendido en al cultura occidental. Se le asocia con un misticismo que en realidad no tiene, y esto es en buena parte debido a que los libros de budismo ocupan siempre un espacio en las librerías esotéricas. En ellas podemos encontrar ángeles, yoga, cuarzos y budismo.
Parece broma, pero así es como funciona. Esto genera problemas para los monjes budistas porque la gente crea expectativas irreales. Pero somos personas normales con problemas normales, es solo que decidimos entrenar el camino del dharma, para vivir por los preceptos dejados por el Buda y todos los maestros.
Una parte muy importante de nuestro entrenamiento, es el desarrollo de hábitos. En los templos zen de todo el mundo se siguen horarios estrictos en los que la repetición hace que las formas, cantos, rituales y zazen se vuelvan instintivos.
Por supuesto, el entrenamiento monástico no es para todos. Lo que sí funciona para todas las personas, a todo nivel, es el desarrollo de ciertos hábitos que mejoran la vida.
Vestigios históricos nos indican que Shakyamuni Buda (el Buda histórico) no era un ser mágico. Tampoco fue enviado por los dioses y no tenía nada de especial.
Era un tipo normal con necesidades normales, aunque definitivamente era muy inteligente. Eso lo llevó a una vida de estudio, introspección y de enseñanza; que se traduce en una sola palabra: disciplina.
El Buda era una persona que desarrolló hábitos poderosísimos, documentados en el Sumanagala-Vilasinia (Los hábitos diarios del Buda). Le ayudaron a cuidar su cuerpo, mente y su relación con el universo.
Muchas de estas prácticas nos fueron transmitidas a la comunidad monástica para ser practicadas a diario.
Son de tanto valor, que me parece ideal que más personas los incorporen a su vida. No son rituales complejos, ni versos en idiomas extraños. Son hábitos prácticos que promueven la introspección y la calma mental.
1. Posee sólo lo necesario
El Buda nació en la nobleza y rodeado de lujos. Conforme iba creciendo entendió que los bienes materiales, a pesar de que algunos son necesarios, la mayoría son insatisfactorios.
Cuando tienes algo que cubre un capricho y es novedoso, terminará siendo sustituido por el siguiente artículo que te dicte el deseo.
Pero muchos hemos encontrado que comprar poco, estar conscientes de los impulsos y entender lo vacío que es el materialismo, trae la paz mental.
Sí, leíste bien. Tener pocas cosas, tranquiliza los nervios.
Algunos monjes budistas van por la vida con unas 20 cosas.
No se trata de que dejes de comprar para siempre. Se trata de que seas tú quien controla el impulso por comprar.
Es más fácil de lo que crees. Sólo pregunta con honestidad: ¿Realmente necesito esto? Casi siempre la respuesta será no.
2. Cultiva la generosidad
Ser generosos no es una cuestión de moda o de que los demás nos vean como héroes.
Es el acto más noble y humano que existe porque si somos generosos, estamos promoviendo un mundo en el que vale la pena vivir.
Además, la generosidad es un hábito que tiene recompensas gigantescas. Cuando ayudas a alguien sin esperar nada a cambio, estás cuidando a la humanidad en general.
Te hace compasivo, comprendes a los demás y pateas al ego lejos de ti. La depresión se aminora, la tristeza se va y vienen sentimientos de satisfacción y armonía.
Ser generosos no es difícil. Cede el paso. Sonríe a todos y saluda. Regala algo de comida a quien tenga hambre. Dona un poco de dinero a alguna institución en la que creas.
Al final del día, tus actos y tu pensamiento serán purificados con el fuego de la bondad.
3. Medita
Nunca me cansaré de promover la meditación.
Es la disciplina mental por medio de la cual enfocamos la mente a una sola cosa. Nos enseña a soltar lo que no vale la pena. Nos da cimientos para ser mejores fomentando la generosidad y la compasión.
¿Cómo comenzar a meditar? Aquí hay algunas ideas.
4. Sigue a los sabios
Llega el momento en la vida en el que debemos aceptar que no lo sabemos todo. De hecho, muchos somos bastante tontos, a pesar de poner todo el empeño 😀
Cuando entendemos esto, es el momento de buscar un maestro.
¿Necesitas aprender una nueva habilidad para tu trabajo? Busca a algún experto que te enseñe por medio de un curso, libro o charla.
¿Quieres cocinar mejor? Sigue a algún chef que comparta sus conocimientos.
¿No sabes cómo correr sin lastimarte? Encuentra a algún maratonista que te inspire.
Cuando caminamos a la sombra de un sabio, sus conocimientos nos benefician. Pero más allá, estamos ablandando el ego porque reconocemos que siempre hay alguien que es mejor.
El Buda siguió a muchos maestros, por años y años. ¿Porqué tú no?
5. Vive en silencio
Este mundo moderno que hemos creado, nos impulsa a generar ruido todo el tiempo. Hablamos de más y escuchamos de más; lo que va llenando la mente de basura. Para muchos, el hecho de sentarse tranquilo por 1 minuto, sin ruido y sin distracciones, parece tan difícil como correr un maratón.
Si creemos que estamos siendo afectados por los actos de otros, estallamos en gritos y ruido que cancelan nuestra inteligencia. Creamos ruido para nosotros y para toda vida que nos rodea.
El algún punto del camino olvidamos que el silencio es un millón de veces más poderoso que todos los lenguajes juntos. Esto es porque el silencio es natural para la vida, pues es armonía y equilibrio.
Nuestro ruido solo contamina y evita que pensemos con claridad.
Para los monjes budistas, el habla es una herramienta y un arma. Por eso lo usamos con cuidado y somos meticulosos en lo que diremos. No nos enganchamos en chismes, evitamos mentir y respetamos el derecho al silencio de todos los seres vivos.
Si aprendes a apreciar el silencio, apreciarás más la vida que te rodea y serás más útil a los demás. Es posible si comienzas sentándote sin hablar por 1 minuto al día. No necesitas más.
—
Pero Chocobuda, todo esto es muy difícil de lograr.
Claro que no lo es. Sólo hay que decidir hacerlo y entender que los beneficios son mucho más grandes. No sólo saldrás ganando tú.
El universo se beneficia con tu práctica.
Si quieres tomar el control de tus hábitos, ven a Shojiki, el taller de hábitos.