La oficina minimalista

La oficina minimalista

En la cultura oficinal existen muchos mitos y leyendas urbanas. Algunas personas aseguran que trabajar más de 12 horas es lo adecuado para demostrar productividad. Otros cuentan que mal comer o comer poco es lo que caracteriza a una persona comprometida con el trabajo. El homo reunionis es aquella criatura que disfruta de las juntas de más de 3 horas.

Pero quizá uno de los mitos más populares es el del Escritorio Desordenado.

Por alguna razón que rebasa la lógica, se piensa que entre más papeles y caos existan en un escritorio, más productiva o creativa es la persona.

Y nada puede estar más lejos de la verdad.

Una oficina en caos lo único que hace es generar angustia. Afecta la productividad, nubla el juicio y provoca grandes cantidades de estrés.

Al tener pilas de carpetas, notas y hojas, vamos saturando el medio ambiente en que trabajamos. De pronto no podemos encontrar las cosas y nos engañamos pensando que «se ve desordenado, pero sé dónde está todo».

Quizá esa afirmación sea correcta. Lo que no podemos ver es que la saturación nos cuesta la salud.

Por un lado está la parte física del desorden. Los papeles apilados son superficies perfectas para que el polvo se acumule. Y como son documentos que creemos utilizar, jamás se limpian.

Pero la parte más afectada es la salud mental. El cerebro, aunque no lo notemos de manera consciente, registra y cataloga toda la información que le llega por medio de los sentidos.

Cuando sometemos a la mente a que catalogue papeles, adornos, fotos, facturas, herramientas, artículos de papelería y todo lo que puedas tener en la oficina; la estamos sometiendo a que trabaje de más. Esto afecta la productividad porque le estamos alimentando de basura y pierde el tiempo ordenándola y tratando de saber dónde está todo.

Un minimalista sabe de estos inconvenientes y se ocupa en siempre tener las superficies planas libres de saturación.

Podemos trabajar, ser creativos y productivos en ambientes limpios y frescos.

Al ordenar todas nuestras herramientas de trabajo, ya no perderemos el tiempo buscando el lápiz o un sello.

Pero parecería que el orden es una ofensa. Es como si nos doblegáramos ante un tirano.

Nos revelamos por medio de mini desafíos que nos hacen sentir importantes, y por un asunto de ego, olvidamos cultivar la salud mental.

Contra todo lo que podamos pensar,  ser minimalistas no es tan difícil. Es cuestión de entender que coleccionar cosas sin sentido, repercute en la felicidad.

Pero es cuestión personal, a fin de cuentas.

¡Me super URGE!

¡Me super URGE!

¡Me super URGE! es una de las frases más comunes en las oficinas en México.

Implica que algo es de suprema importancia… pero en superlativo, exagerado y expandido. Si el conflicto no es resuelto o la petición no es atendida en tiempo inhumano, habrán serias consecuencias.

Y claro, es una de las oraciones más estúpidas que jamás escuché.

Cuando alguien lanza esta gema lingüística, por lo regular lo hace para:

  • Fingir que está trabajando más que tú.
  • Para exhibir su pequeño nivel de poder.
  • Para declarar su incompetencia y su pobre planeación.
  • Para compartir su miseria y tensión con todo el ecosistema oficinal.

Con esto se logra avanzar en el trabajo apilado y también poner tensos a todas las partes interesadas en el proyecto en cuestión.

Y es bastante triste, en realidad.

El lenguaje jamás es inocente. Todo lo que decimos tiene una intención, y ¡Me super URGE! es quizá la frase más egoísta que pueda existir.

Pasa por alto las necesidades, sentimientos y carga de trabajo de otras personas; para satisfacer los deseos y frustraciones de alguien con un poco más de poder.

Convierte en objetos a las personas que tienen la desgracia de estar un nivel más abajo en la jerarquía de la oficina.

Obliga a la gente a trabajar a toda velocidad, incrementando el margen de error y las posibilidades de fracaso. Y cuando las cosas salen mal, al que le super URGÍA el proyecto, se desligará de toda responsabilidad.

Sé que es difícil evitar el ¡Me super URGE!, pero no imposible.

Si tienes buena planeación, un método de productividad que funcione y sabes decir que no a trabajos de emergencia, poco a poco tu entorno se volverá más amable. Lo digo por experiencia.

Al final de cuentas, nuestro trabajo hablará por nosotros.

Para ti, que te gustaría golpear en la cara a tu jefe con la carta de renuncia

Para ti, que te gustaría golpear en la cara a tu jefe con la carta de renuncia

Como ser humano, lo que sea que hagas, hazlo de forma que no pueda ser repetido. Lo que se puede repetir, es mejor dejárselo a los robots.

La vida no corre sobre rieles.

Las aves no cantan en notas menores ni mayores. Las enseñanzas de Bodhidharma* no caben en papel a rayas.

Le buddha-dhara es amplio y sin límites. Cuando intentas retenerlo, lo pierdes. No es un bacalao seco, sino un pez vivo. Y los peces vivos no tienen forma fija.

En el manual del soldado japonés dice que debemos estar preparados para la guerra en mil diferentes posibilidades. Eso no aplica sólo para la guerra porque la vida tampoco sigue regla alguna. Cuando tratas de vivir la vida de acuerdo a un manual, fallarás sin duda.

Esto también es cierto para asuntos legales, donde tienes que mantener la guardia aun si todo va de acuerdo al manual.

Los gansos salvajes no dejan rastros, pero no importa a donde vayan, nunca se pierden. No hay huellas en su camino. No son como la máquina de vapor, que corre sobre rieles; o como la brecha dejada por un buen en el molino.

¿Acaso no vivimos de momento a momento? ¿Cómo es que tomamos la vida, la analizamos, la sistematizamos y la archivamos?

Lo que sea que hayas logrado en esta vida, no puedes llevarlo a tu último día. Morirás desnudo.

Al final no tendrás más opción que soltarlo todo.

¿No es evidente que la mayor felicidad consiste en hacer lo que tengas que hacer?

No puedes depender de nada porque el valor de las cosas cambia. Esta realidad es lo que motivó al Buda a renunciar a sus títulos nobiliarios, a su esposa e hijo, para convertirse en monje.

Por Sawaki Kôdô Rôshi, de su libro Para ti

Traducido por Kyonin

* Bodhidharma: Monje budista japonés que vivió entre el siglo V y VI. Propagó el budismo Chan en China y se le atribuye la creación del Kung Fu.

Cómo trabajar menos y ser cínico al respecto [Vida Oficinal 4]

Cómo trabajar menos y ser cínico al respecto [Vida Oficinal 4]

Dentro de la vida oficinal existe el mito no escrito de que verte ocupado de tiempo completo, es sinónimo de trabajar mucho. Y trabajar mucho es sinónimo de productividad.

Muchas veces me encontré que habían compañeros de oficina que habían permanecido 24 horas en su escritorio, sacando pendientes, alimentándose de frituras, pastelitos y café; y mirándose ocupados.

Esto, claro, atraía la admiración y felicitaciones de los demás compañeros que se sentían motivados a realizar la misma proeza para el bien de la comunidad.

Debo admitir que en mis 20’s, cuando viví enganchado al estereotipo de «soy creativo y trabajo de noche», hacía exactamente lo mismo. Me enganchaba en las prisas de la mala planeación de algún jefe maniático, profesional en el oficio de mirarse ocupado. El resultado fueron demasiadas noches en vela entregadas a un amo al que yo no le importaba.

¿Te suena familiar?

Lo más deprimente del asunto es que mucho del trabajo que se realiza para «verse ocupado» es irrelevante. Se llenan formatos, reportes y vivimos reparando el daño que deja la mala organización de las tareas.

También es importante mencionar que cuando tenemos mucho trabajo tendemos a procrastinar porque nos sentimos abrumados. Entonces, en lugar de ser productivos, nos ponemos a responder mensajes en Twitter y Facebook.

Esto reditúa en mucho más estrés porque el trabajo sigue acumulándose y nosotros seguimos perdiendo el tiempo.

Cuando al fin nos dedicamos a trabajar, enfrentamos la realidad de que hay mucho por hacer y que pasaremos la noche en la oficina.

Somos fanáticos de trabajar mucho, pero no se nos ocurre que hay una mejor forma de hacer las cosas; es decir trabajar de forma inteligente.

Cuando resolvemos nuestras tareas de manera estructurada e inteligente, reducimos la carga de trabajo y optimizamos procesos. Entre las recompensas están: más tiempo libre, menos estrés, mejor humor y una salud más favorable.

Para trabajar de forma inteligente

Trabajar menos no significa ser negligentes con nuestro empleo y lista de pendientes. Lo que necesitamos hacer es encontrar un método para hacer las cosas de la manera más productiva posible.

Presento aquí algunas acciones que me han ayudado a lo largo de los años:

1. Apaga las distracciones

Las redes sociales son muy divertidas, pero son veneno para la productividad. Si quieres avanzar con tu trabajo, apágalas. No hay pretexto.

Esto aplica también para el correo elecrtónico. No vivas en el inbox. Revisa el correo dos o tres veces al día, máximo.

2. Cuestiona tu forma actual de producción

Cuando el ser humano se sienta en su gran trasero y está cómodo con su forma de resolver problemas, se vuelve perezoso. Ya no le importa innovar ni encontrar un mejor camino y se limita a hacer las cosas de la misma forma.

Creo que esto está mal. Necesitamos cuestionar cómo resolvemos las cosas. Tener un método probado por tu abuela para pelar papas, no significa que sea el mejor o más productivo.

Analizar nuestros procesos nos hace conscientes de todos los pequeños detalles que nos hacen perder tiempo o trabajar de más.

3. Aprende a usar bien tus herramientas de trabajo

Si Word es importante para resolver tu trabajo, ¿le sacas todo el jugo posible para hacer tu trabajo en menos tiempo? ¿Conoces todos los atajos? Esto aplica para todo tipo de herramientas que uses; desde una regla hasta software para editar video.

Te recomiendo mucho que inviertas en tu capacitación. Si no tienes dinero, lo único que necesitas es disciplina y buscar tutoriales en YouTube. Créeme, hay todo tipo de cursos ahí. Impresionante.

4. Respeta tu trabajo y deja de quejarte

Todos tenemos tareas que no disfrutamos del trabajo. Y parecería que uno de los deportes favoritos en la oficina es quejarse.

Si todo el tiempo que usas para quejarte lo aplicas en lo que tienes que resolver, terminarás más rápido.

5. Encuentra un sistema de productividad

No es un secreto que cuando nacemos nos arrojan a la vida sin ninguna especie de entrenamiento previo. Aprendemos a punta de golpes cómo resolver problemas. Esto, obvio, también lo hacemos de tiempo completo en la oficina.

No tener un sistema de productividad nos hace ir por esta existencia topándonos contra la pared una y otra vez.

La buena noticia es que existen muchísimos sistemas que nos ayudan a organizar el trabajo y a enfocarnos, como Getting Things Done o Pomodoro. Algunos vamos más allá y creamos nuestro propio sistema (SPOILER: pronto más noticias sobre esto).

La idea es buscar, encontrar y probar algún sistema que nos acomode.

A esto se le llama Minimalismo Aplicado. ¡Sí, señor!

PRECAUCIÓN: Buscar sistemas de productividad es muy divertido, pero puede convertirse en una carga. He conocido personas que no trabajan por estar organizando y aprendiendo a usar GTD. Lo importante de un sistema es tener un método, no el sistema mismo.

Ser cínico al respecto

Cuando comiences a terminar tus pedientes con mejor tiempo y a salir a buena hora de la oficina, te harás de muchos enemigos. Ellos aun seguirán dejando el alma en el escritorio y tú estarás haciendo cosas divertidas fuera de la oficina.

Disfrútalo con todo cinismo.