«Deja que los muertos descansen y que el pasado quede en el pasado.»
Capitán Jean-Luc Picard, USS Enterprise NCC-1701-D
Esta es una máxima en mi vida: aferrarte al pasado es como abrazar a un perro rabioso. En cualquier momento te va a morder el trasero.
Pero, por desgracia, decir «no te aferres» o «deja ir el pasado» es mucho más fácil de decir que de lograr. Y es que en esta sociedad con fuertes cimientos católicos, el dejar ir las cosas es lo que nunca se nos enseña. Desde niños se nos instruye a luchar por y a agarrarte a las cosas que te hacen feliz. De igual forma nos urgen a nunca olvidar a los muertos, a tener rencor y a tomar venganza por cosas que no tienen importancia.
Aun así, con todo ese cúmulo de ladrillos emocionales en nuestra espalda, llega el momento en el que tenemos que decir adiós a las cosas, personas o situaciones.
Y aquí es donde el Budismo brilla porque buena parte del dharma (enseñanza) se basa en la comprensión de la impermanencia de las cosas. En español: nada es para siempre.
No importa qué tan bien te la estés pasando ese fin de semana en la playa, al final llegará el lunes y tendrás que dejar todo atrás.
Quizá amas con todo tu ser a tu pareja y duren muchos años, pero al final uno de los dos morirá.
Si estás en el mejor empleo del mundo y está cambiando tu vida, en algún momento las cosas cambiarán y te verás sin él.
El nuevo celular que compraste tiene todo lo que deseas. Qué bueno y disfrútalo porque la próxima semana saldrá el nuevo modelo y hará polvo a todos los demás.
En este momento todo está perfecto en tu vida. Estás sano, con buen empleo y en la mejor relación del mundo. Pero tú sigues creciendo, envejeciendo. Y no eres eterno.
¿Me doy a entender? Todo tiene un final, bueno o malo, contigo o sin ti. Y mucho del sufrimiento mental que nosotros mismos nos provocamos es porque nos abrazamos a no terminar con una experiencia que nos hace felices.
Es como los niños que se la están pasando bomba en el parque y hacen el berrinche más grande del universo cuando les informan que es hora de regresar a casa. Los adultos no somos diferentes a eso.
Para poder dejar ir las cosas, personas y situaciones, y evitarnos el proceso de duelo que viene con la ruptura, lo único que podemos hacer es comprender que todo va a cambiar. No es cuestión de si llegará o no el final. Es cuestión de cuándo.
Entender esto, personalmente, ha sido un trabajo de toda mi vida y, con frecuencia, sale a flote el niño berrinchudo que traigo dentro. Ahí es donde comprendo que mi reto personal es domarlo, hacerle ver que el berrinche no lleva a ningún lado, y comprender que todo termina.
Y justo ese conocimiento de la impermanencia es el motor que te hace amar mucho más todo lo que vives.
Todas las personas que conoces (padres incluidos), todas las cosas que posees, las memorias que tienes, la casa sólida y bien construida a la que llamas hogar, el mejor auto, la relación más increíble, el planeta en el que vivimos… Todo, absolutamente todo, va a terminar y a cambiar.
Si esto lo aprendiéramos desde chicos, ¿te imaginas la cantidad de dolor que evitaríamos?
Entonces, después de todo esto, la mejor manera de dejar ir el pasado es no abrazarte a él.
Si viviste los mejores días de tu vida en los 80’s, qué bueno. Esa década nos dejó muchas cosas importantes. Pero no hay ninguna razón para que sigas escuchando la misma música, te vistas igual y (Hollywood, te estoy viendo) sigas celebrando remakes de todo lo que fue. Ahora tenemos mejores propuestas creativas, hay mucho mejor música y la tecnología está en su pico.
El pasado ya terminó. Entiende que lo que sucedió antes, bueno o malo, es lo que te llevó a ser quien eres. Aprecia las lecciones aprendidas y enfócate sólo en lo que sucede hoy.
Acepta y entiende que el mejor lugar para estar es hoy, con todos los retos y goces que implica.
Para dejar ir el pasado tenemos que comprender que todo termina. Y justo por eso, vivir con intensidad, lograr lo que te hace feliz y amar con todo el corazón, cobran un mejor significado.
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Nota choco budista: La Impermanencia de las Cosas (anicca) es una enseñanza que dejó el Buddha hace más de 2,500 años. Aprenderla es todo un arte, pero cada vez que logramos dominar la urgencia por el apego al pasado, estamos a un paso más de lograr una vida tranquila y verdaderamente feliz.
Entender que tu realidad es esta y que hoy es el mejor día para estar vivo, se llama Aceptación. Nos ayuda a tener un mejor sentimiento de la realidad y a enfocarnos en este momento.