No, no vamos a hablar de la icónica banda de Kurt Cobain, por más que me guste.
Al igual que karma, nirvana o nibbana, es otro término budista que fue adoptado por nuestra cultura, pero que nadie tiene una idea clara de qué significa.
Muchas personas lo asocian con el cielo cristiano o con un estado de euforia donde sólo existe la felicidad, que es alcanzado por designio divino o circunstancias mágicas.
Alguna vez también escuché decir que nirvana era tener el estómago lleno después de una comilona épica.
Lamento desilucionar a quienes piensen eso, pero estudiando un poco de budismo nos podemos dar cuenta que nirvana no tiene nada qué ver con resultados mágicos de ninguna especie.
Nirvana es el estado perfecto de la mente en el que nos liberamos del deseo y la ira.
Es el fin del mundo porque ya no hay identidad ni límites para la mente.
Quien entra en nirvana está en paz con el mundo, tiene compasión por todos y deja de lado sus obsesiones y fijaciones.
Esta paz se obtiene cuando terminamos con los caprichos y aversiones porque sólo así se puede dejar de sufrir.
También es muy importante aclarar que podemos llegar al nirvana en este momento. En esta vida. No es una recompensa cósmica al morir, ni tampoco es un sendero mágico. Llegar al nirvana es para todos, aquí y ahora.
¿Cuántas veces no hemos sufrido porque no podemos comprar un auto nuevo? ¿Cuántas veces no hemos sufrido porque una persona no nos ama como quisiéramos? ¿Cuántas veces nos hemos sentido defraudados porque los planes no salen como lo imaginábamos?
Entre más desees algo, más sufres.
Y en el otro extremo, entre más luches por alejar algo de tu vida, más sufres.
El deseo y la aversión son fuerzas muy poderosas que han acompañado a la raza humana desde el principio de los tiempos. Pero también el sufrimiento.
Basta con escuchar cualquier canción pop, de cualquier cultura. Todas dicen «te amo y te deseo» o «te odio, aléjate» o «¡Qué triste estoy, me voy a lacerar aun más!». Pero aun no he encontrado ninguna que diga acepto la realidad como es, estoy en paz y sigo adelante.
Para llegar a un estado de calma en el que la vida es buena y estemos en paz con todo lo que somos y tenemos, necesitamos controlar los deseos y las aversiones. Con ello, de forma casi inmediata, llega la aceptación de la realidad como es.
Entre menos autos, casas, ropa, discos, libros, juegos y viajes necesitemos, vamos a estar mucho más tranquilos con el mundo porque no seremos objetivo de la presión social por tener cosas.
Entre menos deseemos a una persona, cuando dejamos a la enfermedad estar ahí sin causar sufrimiento, entre menos peleas tengamos con la pareja, cuando dejamos que la vida fluya; se terminarán muchas razones para ser infelices.
Yo sé que se lee fácil, pero la realidad es que para entrar en nirvana se necesita atravesar un largo camino de entrenamiento y meditación. Pero la buena noticia es que es posible hacerlo.
Como ya lo he escrito, el desapego es la actividad minimalista por excelencia y lo mejor de todo es que es gratis. Claro que no es fácil, pero al estar conscientes de nuestros hábitos y preferencias, podemos lograrlo.
Pero Chocobuda, tú dices eso porque estás loco. A una persona normal se le antoja tener todo y estar siempre feliz. No, no estoy loco. Y me cuesta mucho trabajo mantenerme desapegado y ver la vida por lo que es. Es una labor de disciplina, meditación y de introspección diarias.
¿Que si se me antoja tener cosas? ¡Claro! Sin embargo valoro mucho más la paz y calma que trae el poseer poco y este sentimiento de felicidad constante que me sigue desde hace algunos años.
Esta calma, pocos factores de preocupación y vivir con ética, forman el camino más seguro al nirvana.