Más de una ocasión he pasado por el escenario de que no quiero hacer las cosas. Cuando tengo un proyecto o actividad en la mente y comienzo con todas las ganas, pero en alguna parte del camino, me pierdo y simplemente ya no sigo.
Es cuando las musas se van, cuando la apatía cobra terreno y vemos que es más fácil leer los time lines de Twitter, Facebook o Google Reader, que seguir adelante.
En la mente nos planteamos esta ruta crítica de actividades invencibles y en algún punto del proceso, lo desechamos todo.
Procrastinación, dirían los enterados en productividad.
Para mi, el no estar motivado implica mucho más que abandonarse a perder el tiempo y sentirse abrumado por la tarea pendiente. Y tampoco es un motivo para estar feliz, porque he visto quien se vanagloria y presume que estuvo perdido en una red social todo el día, en lugar de trabajar para terminar.
Y bueno, aquí entran muchos más factores como el hecho de que nos sentimos muy bien cuando (tontamente) retamos a la autoridad trabajando menos o escondemos la pantalla para aparentar que trabajamos.
Pero, ¿qué pasa cuando esta falta de ganas e inspiración afectan directamente a nuestra vida persona, como por ejemplo, dejar de fumar o bajar de peso? Nos encanta hacernos tontos y llenarnos la cabeza de pretextos por los cuales no nos podemos cumplir a nosotros mismos.
Engañar a alguien dando excusas es grave, pero creo que es mucho peor engañarnos a nosotros mismos con pretextos baratos como «estoy muy ocupado».
Como siempre, no puedo decir que yo soy un santo y que he cumplido todos mis objetivos en la vida. Todo lo contrario. Justo porque me di cuenta de todo el tiempo y oportunidades que he perdido por tonto, es que estoy reflexionando esto.
Nos hace falta entender que para terminar lo que nos proponemos, necesitamos un buen nivel de responsabilidad y Continuidad de Propósito.
En budismo, Continuidad de Propósito es la intención de seguir y terminar lo que se empezó.
Sin auto engaños, sin exceso de planeación y sin pretextos para cubrir nuestra mediocridad.
La única forma que tenemos para llegar a nuestros objetivos es dando un paso a la vez.
Aun entendiendo este concepto, las musas son elusivas. Hay ocasiones en que se necesita una pausa en la cadena de producción y queremos un respiro, algo diferente.
La inspiración se va y puede resultar en un problema que nos pone en la situación de buscar pretextos.
Pero no todo es malo, por su puesto. En nuestras manos tenemos muchas herramientas que nos pueden ayudar a que la motivación regrese y concluyamos lo que comenzamos.
Aquí comparto estas ideas simples que me han ayudado en mi trabajo y proyectos personales. Son ideas mezcladas que pueden servir para algún trabajo rutinario o incluso para metas más grandes que toman más tiempo.
- Toma una pausa y camina por 10 minutos
- Escucha música del mundo, sal de lo que escuchas diario
- Lee algún blog o artículo
- Evita las redes sociales por algún tiempo
- Dibuja aunque no sepas
- ¡Escribe!
- Regálate 20 minutos y lee un poco de ese libro que no has continuado
- Respira profundamente por 3 minutos
- Medita por 10 minutos, diariamente
- Toma una taza de café
- Recarga la pila familiar y llama a tu madre
- Lee un cómic
- Aléjate de la computadora por 30 minutos
- Cuando estés en casa, evita la televisión
- ¡Apaga el teléfono móvil!
- Haz una lista de pendientes realista. Comienza actuando por las tareas cortas
- Habla con algún amigo
- Busca personas positivas, que te motiven, y habla con ellas
- Deja de quejarte
- ¡Hazlo un día a la vez!