No suelo escribir sobre cosas demasiado personales, pero el gato está fuera de la bolsa: ya no es un secreto que vencí a la obesidad desde hace algún tiempo.
Bajé de peso y mejoré mi salud gracias a que por fin me interesé en lo que entra a mi cuerpo para su salud y manutención.
El gatha de la comida dice que el alimento es medicina para mi práctica. Y así lo mantengo.
Me tomó varios años llegar a un peso saludable, pero fue en los últimos seis meses que en verdad se comenzó a notar. Toda mi ropa me quedó grande y los rasgos de mi rostro cambiaron. De tener cara de globo, pasé a los ángulos. Esto resultó en una visión muy extraña, incluso para mi.
Y la gente que me conoce comenzó a hacer comentarios y preguntas.
Al principio lo que más escuché fue «¿Estás enfermo?». Como que nadie podía creer la transformación, pero tampoco daba crédito a un cambio voluntario para bien. Algo tenía que estar mal porque no es natural que alguien baje de peso así como así.
Con el paso de las semanas, la pregunta ahora es»¿Cómo lo lograste?». Con toda honestidad respondo que la paleo dieta me funciona muy bien. Entre muchos cambios, esta nos apunta a dejar los cereales como el trigo, centeno, maíz o cebada.
Es decir, dejé el pan, pasteles, pastas, galletas, tortillas de harina, granola, cereales de desayuno y todo producto que tenga que ver con granos. También renuncié a cualquier alimento que tenga una campaña de mercadotecnia y que se haya fabricado en una planta industrial.*
Entonces el comentario obligado, lo que el 100% de la gente me dice es: «No, yo no podría«.
Yo no podría.
¿Yo? ¿Dejar el pan y la Coca-Cola? ¡Jamás! ¡Mi personalidad depende de lo que como!
De inmediato se cierran a la posibilidad de salir de su área de comodidad como para trabajar en un cambio, el que sea.
Me impresiona esta respuesta porque ¿cuántas veces no la hemos usado?
Al ver que alguien logra algo que podría movernos la vida y sacudir los cimientos en los que reposa nuestro pesado ego, de inmediato entramos en modo defensivo. Sentimos que nos están agrediendo de forma directa.
No importa si es bajar de peso, emprender un negocio, meditar por 10 minutos, conocer otro continente, lanzarse en paracaídas; o algo tan simple como hackear una receta familiar para hacer estofado o modificar la manera de afeitarse.
Cualquier acción que implique investigación, esfuerzo y medir resultados, produce aversión.
No quiero. No puedo. Tendría que hacer muchos sacrificios. Estoy tan cómodo y seguro, que no estoy dispuesto a empujar mis límites ni siquiera un poquito, a pesar de que sé que me conviene y que la evidencia está por todos lados.
La lista de excusas lamentables es tan cómoda y amplia que siempre tendremos una para el momento adecuado.
Y mientras tanto seguimos gordos, enfermos, inmóviles, odiando nuestro empleo, aburridos, ignorantes y siendo abusados por personas con malicia.
Pero eso sí, estamos muy cómodos disfrutando la ilusión de la seguridad y la estabilidad. Sí, la estabilidad y la seguridad son sólo ilusiones fabricadas por nosotros.
Rehusarse empujar nuestros límites significa renunciar a la razón, a uno mismo.
Decir «no, yo no podría«, implica abandono. En algunos casos hasta odio hacia uno mismo. Lo cual es muy grave y triste.
Debo admitir que me costó mucho escribir este post. Por un lado, no me considero ejemplo de nada. No soy nadie. Y por otro lado, no acostumbro escribir cosas demasiado personales.
Pero justo porque no soy nada ni nadie, justo porque soy tan simple y bruto como cualquiera, es que me animé.
No soy nada especial, pero cambié el conocimiento convencional por la investigación y logré mejorar.
Si yo pude, que soy un cabeza hueca, cualquiera puede.
Realizar un cambio para bien es posible. El cambio que sea te hace mejor persona porque te enseña que la investigación, la constancia y la disciplina te devuelven resultados asombrosos.
Es cuestión de tirar a la basura frases destructivas como «no, yo no podría«.
*Antes de que me digan: no, no tengo colesterol alto. Mis riñones, corazón e hígado están bien. De hecho estoy más sano que nunca en mi vida.