Tenía mucho tiempo que no hacía una reseña de película, pero éste filme vale mucho la pena. Recomiendo ver la película antes. Si no la puedes ver por restricciones de país, usa una VPN como TunnerBear.
Primavera, Verano, Otoño, Invierno… Primavera (Bom yeoreum gaeul gyeoul geurigo bom), del director Ki-duk Kim, Corea, 2003; es una película importante porque contiene mucha sabiduría zen que pasa desapercibida para muchos. Sin embargo los temas principales son claros.
Habla de cómo nacen los apegos y las aversiones, cómo son una gran carga y se convierten en veneno que nos mata el alma.
Al perder el control de nuestros pensamientos sobre las cosas que nos gustan, las vamos cargando en la espalda. Se convierten en pesadas rocas que arrastramos por la vida. Y un apego trae otro. Y otro. Y otro. Pasan los años y estamos llenos de basura que nos paraliza, que nos fija en un punto y no nos deja mover ni respirar.
Cuando luchamos activamente por evitar el dolor, por alejar de nosotros las cosas que no queremos y nos hacen infelices, generamos aversiones. Y son igual de dañinas que los apegos. Cargamos estos costales con veneno y espinas en la espalda. Se apilan uno a uno.
Tanto apegos como aversiones son adictivos. Desarrollamos apego a los apegos. Por ejemplo, alguien que colecciona películas. Compra por comprar. Va llenando cajas y cajas de películas que no verá. Compra ediciones especiales, las que traen figuras o algún premio. Y cuando tiene que mudarse de casa, resulta que no puede porque tiene que tirar lo acumulado.
Ambos llevan directo al sufrimiento. Pero es un sufrimiento expansivo, que se transmite como virus. La persona que lleva el veneno de apegos o aversiones, contagia a quienes lo rodean.
Piensen, por ejemplo, en alguien como Hitler. Su aversión por otros seres humanos se expandió tanto como para envenenar a toda una nación.
Piensen en Estados Unidos, cuyo apego por el poder y el dinero han destrozado culturas enteras, generando millones víctimas.
La película habla sobre apegos y lo podemos ver cómo el joven no puede controlar el deseo por la chica. Al grado de sufrir tanto como para abandonar a su maestro.
El joven creó tanto miedo y aversión por estar sin ella, que llegó al asesinato.
Pero así como el filme habla de apegos, también habla de redención, reconstrucción, renunciación, disciplina y (MUY IMPORTANTE), compasión.
El joven comienza su redención cuando se corta el cabello, símbolo de la arrogancia y la vanidad. Por eso los monjes renunciamos al cabello, que es un apego vacío.
Entonces el maestro le pide grabar el Sutra del Corazón en el suelo. Este verso es el más importante para el budismo zen porque nos enseña que todo en la vida está vacío. Nos dice que todo lo que pensamos, lo que imaginamos, lo que sentimos no es la realidad, es sólo nuestra muy pequeña experiencia de las cosas. El Sutra nos dice que en una mente sin apegos no hay miedo, no hay envejecimiento, no hay auto engaños. El Sutra enseña que llegando a tocar el Silencio durante la meditación, todo el sufrimiento se va. Nos enseña que todo en la vida se acaba y que justo por eso, la vida misma es una joya hermosa que debemos cuidar. Nos dice que hay que vivir con compasión y que el Nirvana no hay que buscarlo… porque vivimos en él, aquí y ahora.
El lago apacible, que refleja todo y es un personaje más, en el que se ve pasar la vida, en que vive el maestro; es una metáfora de la mente. En el budismo zen la mente es un espejo que refleja todo lo que observa. Un espejo no juzga, no comenta, no ensucia la realidad. Un espejo sólo se limita a mostrar lo que hay aquí y ahora. Eso es todo.
El lago es la mente. Y el joven monje es quien ensucia el lago con sus deseos y aversiones, con sus pasiones.
Sí, para el budismo, las pasiones son destructivas y siempre llevan al sufrimiento. Porque la pasión es el sentimiento fuera de control, que busca llenarse de más y más. Se alimenta a sí misma. La pasión es la pérdida de la razón y de la inteligencia. Es un estado alterado de la mente que transforma la realidad y genera fantasías y más deseo. Las pasiones nos vuelven estúpidos.
Pero la pasión termina con una explosión nuclear que deja todo devastado y calcinado. Sólo recuerden las pasiones adolescentes o los deseos por poseer a alguien. Nunca, nunca terminan bien.
Las pasiones son el extremo opuesto de las depresiones. Ambos nos hacen sufrir, a pesar de la pasión es seductora porque genera endorfinas. Pero éstas terminan y nos dejan vacíos.
El zen nos enseña que es mejor siempre conservar la ecuanimidad. Así se puede disfrutar la vida de una forma simple, formando relaciones simples con las cosas, sin expandir o deformar la realidad.
El joven monje comienza su salida del inframundo cuando termina de grabar el Sutra del Corazón.
Entonces el maestro entiende que ya ha enseñado todo lo que tenía que enseñar. Pasan los días y se vuelve débil, le cuesta trabajo respirar. No tiene a nadie a quien pedir ayuda, nadie a quien recurrir y decide salir del Samsara por su propia mano.
En el budismo y en muchas culturas asiáticas, la inmolación es un símbolo de la Renunciación máxima. Se quema el cuerpo en vida porque de todas formas morirá y al estar libre del cuerpo, la esencia es libre de esta cadena suprema.
El maestro, que ya ha renunciado y es libre de todo apego, termina con su cuerpo para avanzar al siguiente nivel de conciencia. ¿Qué hay más allá? Sólo él sabe. Lo que es claro es que su tarea ya terminó y es hora de despedirse.
¿Y cómo se va? Como los grandes maestros, en meditación profunda.
Justo en la mitad de del invierno… no sabemos cuántos años han pasado, llega de regreso el joven monje. Ahora es un hombre maduro que ha cumplido su condena. Además demuestra madurez, auto control, disciplina y está dispuesto a llenar de luz la casa de su maestro.
Entrena, purifica su cuerpo con agua de deshielo, medita y limpia. Rescata las reliquias de su maestro para cuidarlas y protegerlas. Restaura la belleza cristalina del lago que refleja todo.
Y en el clímax de la película, el nuevo maestro hace un último homenaje al lago, cargando todos sus apegos cuesta arriba, mientras lleva en sus brazos una estatua de Avalokiteshvara. Ella es la representación de la compasión perfecta. Es la monja budista que lo dio todo para salvar a toda la humanidad. A menudo se le ve con 1000 brazos, que son todos nuestros brazos, somos todos los que estamos dispuestos a trabajar por los seres que sufren.
Avalokiteshvara-Guanyin-Loke?vara-Kanon es una heroína o héroe, no tiene sexo pero a la vez es la madre máxima, la doctora suprema que nos recibe con mil brazos de amor para enseñarnos el camino de la compasión. No dice que no a nadie y acepta a todos, sin importar credos, distancias, colores o universos. Es la bodhisattva que renunció a ascender al Nirvana para quedarse entre nosotros a enseñarnos el valor de trabajar para el bien de todos, de cuidarnos entre todos para avanzar todos juntos.
El joven monje lleva a Avalokiteshvara, quien descansa sobre los apegos (la rueda de molino) y mira serena hacia la mente tranquila.
Disciplina es liberación. Soltar los apegos es liberación. Compasión es liberación de todo sufrimiento.
Y todo esto para renacer y repetir el ciclo.