La gran mayoría de maestros espirituales que conozco y que he leído coinciden en que la sociedad de consumo que hemos creado tiene algunos puntos buenos; pero son más los malos y que, como sociedad humana, decidimos no mirar.
Parecería que luchamos todo el tiempo por mantenernos lejos de las crudas realidades y problemas que generamos al estar separados de la Madre Tierra y asumir que lo merecemos todo; y que todo se mide en moneda.
Vemos el planeta ya todos los seres como “recurso”, cuando en realidad estamos saqueando a nuestra Madre.
Nos presionamos todo el tiempo por comprar, por poseer, por consumir objetos y personas; en un constante autoengaño de que lo merecemos todo y de que el universo nos tiene que cumplir cada capricho. La avaricia y la ceguera son más dañinas de lo que imaginamos.
Es esta presión por tener, por comprar y por consumir, la que nos vuelve seres de riesgo porque estamos dispuestos a hacer lo que sea por mantener el estatus quo que nosotros mismos inventamos.
Los recientes problemas en México con respecto a la gasolina tuvieron un giro inesperado cuando las personas que estaban robando combustible de un ducto, provocaron una explosión que produjo casi 100 muertos. No diré más sobre la noticia pues hay demasiado en los medios de difusión.
¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para consumir? Está claro que no hay límites aunque la vida y el planeta dependan de ello. Avaricia por doquier.
Pero no nos detenemos a pensar que todo lo que hacemos o no, tiene consecuencias que no estamos dispuestos a enfrentar.
Podríamos pensar que la gasolina es explosiva, pero hay una mezcla más letal: ego, ignorancia y avaricia. Esa sí que es una mezcla letal porque afecta la vida a niveles históricos.
Es en estas situaciones cuando la práctica Zen adquieren más relevancia que nunca.
Cuando la vía espiritual dejada por el Buda y Dogen Zenji llegan a nuestra vida, comenzamos a entender que la sociedad de consumo necesita un freno.
No es que siendo budista Zen haga que la vida cambie mágicamente, pero sí que es posible llegar a un punto en el que la avaricia y el deseo pueden quedar de lado, para dar paso a la ecuanimidad.
Cuando practicas Budismo Zen sigues siendo parte de la sociedad de consumo, por supuesto. Es lo que es. Somos humanos y necesitamos energía, alimento y una vida cómoda.
Pero entendemos que solo tomamos lo que necesitamos para estar bien. Cualquier exceso o extremo nos llevan irremediablemente a dukkha.
No es solo el problema de la gasolina en México lo que necesita un poco de Zen. Es cada situación por la que pasamos. Desde corazones rotos hasta problemas entre naciones, todo puede ser menos difícil si el Buddhadharma llega a formar parte de nuestro ADN humano.
El camino para mejorar a las naciones no comienza con políticos, con criminales ni con revoluciones. Comienza con la búsqueda sincera y disciplinada de la espiritualidad personal. Comienza y termina en el zafu.
¡Shikantaza!